El 2020 difícilmente sea un año olvidable. Una cosa es querer dejarlo atrás por la intensidad y complejidad de las diferentes situaciones vividas y otra muy distinta es que podamos o debamos omitirlo.
Es un año que, a raíz de una pandemia, dejó en evidencia a nivel global la potencia y las carencias en materia de educación. En nuestro país, se pueden observar además diversas brechas de acceso, ya sea entre quienes tienen y quienes no tienen comunidades de sostén familiar o escolar, a la tecnología y a recursos que complementen o amplíen horizontes. Por supuesto que esto es sólo un eslabón de significativas diferencias que existen a nivel mundial, tales como la alimentación, la posibilidad de tener un servicio de salud digno, agua potable o información, entre otras.
Sin embargo, estas tensiones dejaron al descubierto no sólo la crisis, sino que también las oportunidades con las que nos encontramos. En cuanto a niñas, niños y jóvenes, adquirieron una valoración a ser parte de una escuela, a contar con rutinas, con grupos de pertenencia y un lugar distinto al hogar en donde se aprende con y de otros... ¡tanto es así que llegaron a extrañarla!
Paralelamente, adquirieron una dimensión distinta en lo que se refiere a conceptos como lo son la autonomía, la resiliencia y la superación, ya sea por necesidad, porque se fueron “quedando solos en casa” o porque antes las circunstancias se dieron cuenta que podían hacerlo ellos mismos. Ahora bien, para la gran mayoría de los estudiantes estar en la escuela es algo único e indiscutible, y aunque también desearían tener algunas flexibilizaciones, otros sintieron falta de compresión y mejores posibilidades de organizarse. Quizás este sea un año para aprender a aprender acorde a las características y realidades de cada uno.
Con respecto al sistema educativo y los docentes, quedó reflejado lo que algunos decimos y trabajamos desde hace años: la innovación debe ser cultura en educación y los cambios en este ámbito no pueden ser parches o pinceladas. Tenemos que modificar ideas, modos de enseñar y aprender, redefinir conceptos de evaluación y autoridad, crear ambientes físicos que estimulen el intercambio, la inspiración y el aprendizaje.
Por otra parte, el sistema político administrativo dejó demostrado que la falta de autonomía y desarrollo responsable por parte de las regiones, las asociaciones o las instituciones en forma individual, dificultan el mejor desarrollo de acciones equitativas en donde cada quien pueda potenciar sus posibilidades o encarar sus dificultades acompañados por el estado u otras organizaciones. Las prescripciones únicas o uniformes disuelven la identidad y particularidades de los actores que deben esperar permisos centralizados de quienes desconocen las realidades particulares.
En cuanto a las familias, descubrieron cómo transitan el aprendizaje sus hijos, de qué son capaces, qué dificultades tienen, cómo les enseñan en su colegio, cuáles son sus tiempos de atención y a su vez revalorizaron la importancia del rol docente.
En definitiva, las crisis son oportunidades que nos permiten aprender, fortalecernos y prepararnos para futuros escenarios conflictivos. Lo esencial es que quienes pudimos sortear el año de pandemia tendremos que reconfigurarnos y lidiar con lo que nos dejó y/o nos atravesó, pero al mismo tiempo capitalizar los descubrimientos, experiencias, sumar nuevos referentes, valorar al otro como un ser que puede enseñarnos, ayudarnos a reflexionar o acompañarnos en el camino. Cada uno de nosotros, como individuos mineros de una comunidad, pensamos y actuamos desde la perspectiva del bien común y la construcción de futuro que es, en definitiva, la única medicina contra el “sálvese quien pueda” o el “lo atamos con alambre”.
Recordemos cuántas sociedades se han reinventado a lo largo de los años tras tragedias que parecerían devastadoras e incluso salieron fortalecidas. En este caso, nos encontramos ante una pandemia con consecuencias globales y somos conscientes de que seguirán apareciendo nuevas en el mediano plazo.
Una pandemia que quizás también nos ha traído la posibilidad de mirarnos, cuidarnos y acompañarnos unos a otros, es decir, APRENDER a crear una nueva ciudadanía responsable, empática, resiliente y con espíritu de superación.
Darío Alvarez Klar es el Fundador de la Red Itínere a la que pertenecen 6 colegios de Provincia de Buenos Aires. Fundador y Director ejecutivo de Asociación Civil HUB. Twitter: @daklar. Linkedin: @DarioAlvarezKlar