Durante toda su vida, el reconocido cirujano estadounidense Bill Rohr se sintió prisionero en un cuerpo que no le correspondía. Intentó acallar su voz interior como pudo. Hasta evitaba ver su reflejo en el espejo. Se abocó de lleno a su carrera profesional, se casó muy joven y con su mujer adoptaron dos hijos. Para el resto parecían una familia perfecta, el verdadero sueño americano.
Pero a los 70 años decidió, de acuerdo con su mujer Linda, ponerle punto final a tanto tiempo de mentiras. Después de un largo proceso interno y de charlar con los suyos, el pasado 17 de febrero de 2016 se sometió a una cirugía de cambio de género en el Centro Médico Mills Península, en el sur de San Francisco. A más de un año de la decisión compartió como es su su nueva realidad.
“Esto se supone que nunca pasaría, que me llevaría el secreto a la tumba”, fue una de las primeras frases que dijo cuando se despertó de la anestesia ya convertido en Kathryn (Kate). A su lado, Linda, su mujer y fiel compañera de toda la vida, lo estaba apoyando como un gran gesto de amor.
“Somos conscientes de que esto puede resultar shockeante para muchas personas, pero no para aquellas que tengan sus corazones y mentes abiertas”, invita a reflexionar Linda en un chat en vivo que tuvieron con los lectores del Washigton Post digital.
Digna de las mejores ficciones, la historia de vida de los Rohr tiene muchos puntos de contacto con la reciente película La chica danesa, que cuenta la historia del pintor Elinar Wegener, el primer hombre en cambiar de sexo, en el año 1931. Y, como Linda para Bill, él no lo hubiera logrado sin la ayuda de su esposa, la prestigiosa pintora Gerda Wegener.
A 85 años del primer caso transgénero que sacudió al mundo, esta historia volvió a conmover y sorprender a la sociedad. No se trata de sexo ni estética: es una historia de amor, identidad y valentía.
MI OTRO YO. Dicen que la infancia es el período más feliz en la vida de cualquier persona. Sin embargo, para Bill los primeros años fueron una verdadera pesadilla. “No era una cuestión de ropa o juguetes, tampoco quería ser una princesa o bailarina”, explicó.
En su interior él se sentía una nena y no podía entender cómo las demás personas no se daban cuenta. Desde muy chico supo que ese era un secreto que jamás debía compartir. Ni siquiera con sus padres.
Nacido en una familia católica de clase media de Fanwood, Nueva Jersey, Bill siempre se destacó por su habilidad para la ingeniería y la lógica. Fue un excelente alumno, tal es así que se graduó de médico en Princeton, realizó un posgrado en ingeniería mecánica y se especializó en ortopedia. Viajó por todo el mundo dando seminarios y conferencias y patentó varias prótesis de rodillas que le cambiaron la vida a sus pacientes. Aunque muchos envidiaban su éxito profesional, él confiesa hoy que trabajaba 18 horas por día para no pensar en el secreto que le quemaba por dentro.
En paralelo a su crecimiento médico, Bill se casó a los 20 años con su novia del barrio, Linda, con quien hasta el día de hoy lleva un matrimonio feliz. ¿Alguna vez sospechó sobre la sexualidad de su marido? ¿Es verdadero amor? Ellos aseguran que sí. “Linda nunca cuestionó mis sentimientos hacia ella porque durante los 44 años que llevamos juntos vivimos un amor intenso. De hecho, siempre nos reservamos los viernes por la noche para disfrutar de una cita a solas. Si bien ahora tengo que lidiar con la culpa que me genera haberles escondido este secreto, ella sabe y entiende que lo hice por amor a ella y nuestros hijos, Megan (34) y Matt (31)”, explica sin tapujos Kate (ex Bill). El miedo que le provocaba perder a su familia lo hizo llevar en silencio sus dudas hasta que ya no pudo ocultarlo más.
VERDADES QUE BUSCAN LA LUZ. Al poco tiempo de casarse, Bill y Linda empezaron a buscar un hijo, pero nada sucedía. Se sometieron a un sinfín de estudios en el que saltó una extraña anomalía en él: no producía espermatozoides. Por este motivo decidieron adoptar y seguir adelante con sus vidas. Tiempo después, durante una operación de hernia en el 2002, descubrieron que no era capaz de generar testosterona y tuvo que comenzar a tomar un suplemento alto en esta hormona. Fueron años de ocultar su verdadera naturaleza en base a medicamentos hasta que un día, cambió su frasco de hormonas masculinas por femeninas. Entonces empezaron a notarse los primeros cambios en su cuerpo: la voz se le agudizó, le aumentó el busto, le dejó de crecer vello en la cara y, de repente, adoptó un look de peinado con colita.
A finales de 2013 Linda descubrió el frasco de hormonas femeninas y no dudó en enfrentar a su marido, quien terminó confesando lo que sucedía. El shock fue inevitable, pero su amor superó todos los obstáculos y prejuicios. Linda no duda ni por un minuto del amor que siente hacia el hombre de su vida: “No era gay antes de la operación y tampoco lo soy ahora… Ser gay es una etiqueta que usa la sociedad. Lo cierto es que yo nunca me sentí atraída por una mujer. Yo estoy atraída por la persona con la que me casé hace muchísimos años. Amar a alguien va más allá de las elecciones sexuales. Ahora somos dos mujeres que se aman y si la sociedad quiere pensar que somos una pareja gay, que lo hagan. En mi corazón yo sé que soy heterosexual. Yo elegí quedarme al lado del amor de mi vida”, dijo sin importarle el que dirán. Más juntos y cómplices que nunca, la pareja le comunicó la decisión del cambio de género a sus hijos. “No me conmovió, nosotros crecimos en una familia con mente abierta”, declaró Megan, psicoterapista. Su hermano, Matt, también reaccionó de manera positiva ante la noticia. Y confió: “Ésta es nuestra nueva normalidad”. Hoy los Rohr siguen siendo una familia unida y feliz.
LA TRANSFORMACIÓN. El 31 de diciembre de 2015 Bill se retiró como cirujano y empezó a prepararse para su nueva vida. Acompañado por su mujer y sus hijos, llegó al Centro Médico Mills Península vestido con una polera negra y jeans. Linda llenó la habitación con sus flores favoritas: orquídeas y rosas; todo estaba listo para recibir al amor de su vida y ayudarlo en la recuperación. Después de largas horas de cirugía, Kathryn despertó por primera vez y se encontró con Linda. Tal vez sea difícil de entender desde afuera, pero ellos aseguran que el amor sigue intacto ya que este sentimiento “no es acerca del género, sino del alma”.
Luego de 70 años de esconder su identidad por miedo a perderlo todo, ahora Kathryn está viviendo una felicidad plena: “Nadie sabe qué tan fuerte es un matrimonio hasta que se lo pone a prueba, ¡y nosotros la superamos con creces! Después de 44 años, de haberla peleado codo a codo, lo único que puedo desear y pedirle a Dios es que nuestro amor sobreviva”, comenta emocionada Kathryn. Conmovedora, asombrosa y shockeante, si esta historia sigue tras los pasos de La chica danesa sus almas seguirán unidas hasta que la muerte los separe.
De película
Todo empezó como un juego… Un día en que faltó la modelo, la pintora Gerda Wegener le pidió a su marido, Einar, también pintor, que posara vestido de mujer. Él se puso un vestido pomposo, zapatos de taco alto, maquillaje y una peluca carré. Sin embargo, fue cuando se subió las medias altas que el ilustrador danés Einar Wegener tuvo una sensación extraña, algo que le recorrió todo el cuerpo. En ese momento no le quedaron dudas: estaba encerrado en el cuerpo equivocado. Aunque a diferencia de Bill, a Einar sí le atraían los hombres. Totalmente apoyado por su mujer, quien lo amó hasta el final, en 1931 se convirtió en el primer hombre en someterse a una cirugía de cambio de género. Inspirada en aquella historia de amor e identidad sexual, a fines del año pasado se estrenó la película La chica danesa, dirigida por Tom Hooper y protagonizada por Eddie Redmayne, Alicia Vikander (ganadora del Oscar como mejor actriz de reparto), Amber Heard y Matthias Schoenaerts. A veces la realidad es tan compleja y conmovedora que inspira las mejores ficciones.