"Papá, ¿qué es el caos?”, pregunta un chico curioso frente a un juego de péndulos que se mueven en la Sala del Tiempo. “Significa que algo no tiene sentido”, improvisa el padre mientras observa el movimiento desordenado de los colgantes. Entre preguntas y respuestas, chicos y grandes pasan tardes diferentes en el Centro Cultural de la Ciencia, también llamado C3.
Inaugurado hace poco más de dos años, se trata de una propuesta innovadora para quienes eligen (o no tanto) pasar las vacaciones en la ciudad. La principal misión de este gran laboratorio es acercar la ciencia a los más chicos de una manera sencilla, práctica, amigable e ¡inolvidable! Lo recorrimos de punta a punta porque, cuando de chicos se trata, sabemos lo atractiva que tiene que ser la propuesta para despegarlos de las pantallas y sorprenderlos. Este lugar lo consigue, no por casualidad un viernes lluvioso y muy feo de enero lo encontramos repleto de chicos.
LAS MANOS EN LA MASA. Guadalupe Díaz Costanzo es la coordinadora general y explica que para enero y febrero, además de las propuestas permanentes, hay una agenda de más de 100 actividades pensadas para chicos de 6 a 14 años. “Contamos la ciencia con formatos cotidianos que le permiten a los chicos meter las manos en la masa. Sabemos que así la experiencia se vuelve memorable. Mostramos el detrás de escena del mundo científico, y a través de los distintos mapas y programas vinculamos a la ciencia con diferentes aspectos de nuestra vida”, explica.
Una de las ideas estrenadas este verano son los “Clubes científicos”, que invitan a chicos de 8 a 14 años a meterse en distintos mundos. El menú incluye clubes para cocineros donde se cuenta la ciencia detrás del jugo de la merienda o de una torta; otro club para periodistas, en los que la ciencia aparece en cada contenido; el de detectives permite resolver casos de robos y misterios con la ayuda de la ciencia y en el de pintores –entre otros muchos clubes– se aprenden técnicas desde pigmentos hasta pintura digital. Cada encuentro dura una hora y media y cada club tiene entre 4 y 8 encuentros. “Como todo club, los chicos tienen su carnet de socio. A cada encuentro que vengan les sellamos el carnet y cuando juntan 8 sellos se reciben de ‘especialistas’ y se llevan un regalo”, explica Díaz Costanzo y señala que para participar hay que retirar la entrada una hora antes de la actividad.
MENTE ABIERTA. El recorrido atraviesa tres salas interactivas permanentes que cuentan con alrededor de 1.200 metros cuadrados. Si bien la entrada es libre y gratuita, hay que cumplir con ciertos “requisitos” que se solicitan apenas se traspasa la puerta: “permitido entrar con la mente abierta, permitido dudar y prohibido entrar con robots no autorizados”.
La Sala de la Información tiene un tono retrofuturista y está teñida de colores grises y mucho neón; desde las distintas estaciones (o juegos, a la vista de los chicos) se abordan temas como: “¿de dónde vienen las palabras?”, “¿cuántas emociones puede expresar una ceja levantada?” A través de juegos divertidos y prácticos, pero con una sofisticación tecnológica y creativa que sorprende, las respuestas se hacen más fáciles de entender porque surgen ganas de explorar.
Al lado está la Sala del Tiempo, que juega con la idea de su percepción, inmersa en una escenografía de relojes, péndulos y engranajes. Después del impacto visual inicial, empiezan las preguntas y más preguntas, como por ejemplo: “¿qué pasa con la percepción del tiempo cuando no escuchamos nada de nada?” Para esto hay una “estación” aislada del sonido en la que uno entra, permanece un rato y luego se da cuenta de que la percepción del tiempo de esos minutos es diferente.
Por el contrario, en la estación de realidad virtual la experiencia que simula un vuelo en parapente pasa “volando”. Finalmente, o al principio, porque las salas se pueden visitar en el orden que uno quiera, está la Sala del Azar, de perfil más lúdico, en el que hay juegos de ruletas, dados y ruedas de la fortuna. En esta gran kermesse se aprende sobre probabilidades, casualidades y estadísticas. Aquí grandes y chicos se divierten y aprenden a la par.
LA CIENCIA, BIEN DE CERCA. “No necesitás tus anteojos”, le dice una de las científicas del laboratorio a Magalí, una pequeña de 10 años que se acerca al microscopio para descubrir los misterios mágicos de una gota de agua. Ella se instala en una banqueta alta y se queda por minutos fascinada con esa lupa gigante.
En el laboratorio, bautizado Zoom, los chicos y sus familias tienen acceso y contacto directo con el mundo científico real: experimentos, tubos de ensayos, frasquitos de colores y microscopios conviven por un rato con aficionados al universo de las ciencias.
Además hay Campamentos Literarios en la terraza al aire libre, donde se montan carpas con bolsillos internos llenos de libros y se promueve el reencuentro de las familias con la literatura. Los viernes y sábados hay una actividad guiada en la que actores cuentan historias científicas alrededor de un fogón con música de fondo. Así, a través de las interpretaciones, canciones y juegos, se profundizan conocimientos científicos. El broche de una recorrida inolvidable –cuyo promedio se calcula entre 2 y 3 horas– es con “Los sonámbulos, una historia de la ciencia en dos patadas”. Se trata de una obra de teatro que aborda aspectos de la ciencia y de la astrología, se interpreta los domingos a las 18 y dura 50 minutos.
Las propuestas se multiplican en el C3, donde los tropiezos, aciertos y ocurrencias de la ciencia se ponen en primer plano y atraen a toda la familia.
Datos útiles. El C3 está en la calle Godoy Cruz 2270, paralelo a las vías del Ferrocarril San Martín, en el barrio de Palermo, bordeado de un parque gigante con juegos infantiles. x Abre de jueves a domingos de 14 a 20. xLa entrada y todas las actividades son libres y gratuitas. x Las actividades al aire libre no se suspenden por lluvia xMás info en www.ccciencia.gob.ar
Textos: CAROLINA KORUK