“Es raro esto de la libertad. Pensás que te vas a comer el mundo pero no sabés qué hacer”, dice Marcos, el personaje de Ricardo Darín en El amor menos pensado, la película que protagoniza junto a Mercedes Morán. Se refiere al (¿supuesto?) oxígeno que da una separación de común acuerdo, aunque a veces él mismo se cuestiona “para qué” lo hizo.
La escena se ve en la película, pero también en la vida real cuando los hijos ya adultos empiezan a volar y a vivir sus propias vidas, como Luciano (el hijo en la ficción) que se va a España a estudiar y ese nido vacío les abre a los padres un desafío: volver a “encontrarse”.
Lo que les pasa a Marcos (Darín) y a Ana (Morán) es algo habitual en las parejas con hijos grandes, por eso para los especialistas consultados “la película da en la tecla con una problemática común en esa etapa”. ¿La solución es separarse? ¿Y si barajamos y damos de vuelta?
RE-AMARSE. “Cuando la pareja fue feliz, tuvo sueños compartidos y hay una historia, no es fácil desapegar. Podés cortar las ramas y hasta el tronco, pero la raíz siempre va a estar. Te podés reenamorar siempre, pero ser feliz en pareja implica todo un trabajo”, explica la licenciada Paola Manfredi (M. P. 61.401), especialista en terapia de pareja.
Y agrega: “Después de transitar la separación, si se decide volver a elegir la mano que se había soltado, se debe hacer desde un lugar mucho más consciente, más maduro. Si la pareja trabaja lo que la llevó a separarse, puede construir un segundo matrimonio, más poderoso, sanador. Pero el amor no es magia, hay que derribar ese mito; requiere de trabajo con cosas muy sencillas aunque no por eso menos profundas”.
Cuestiones simples que ayudan a crear un clima positivo en la pareja, como nuevos rituales, momentos de conexión de a dos, hábitos saludables, nuevos modos de resolver los conflictos, aprender a decir las cosas de una manera más amigable, entre otras.
EMPEZAR DE NUEVO. La primera noche de “solteros”, tras la partida del hijo desde el Aeropuerto de Ezeiza, Marcos se pone su habitual pijama y Ana lo sorprende con un “pensé que querías estar sexy para la primera noche”. Él, sorprendido, saca una respuesta de la galera, la escena avanza y de repente ya es de mañana. Este tipo de expectativas, frustraciones y desafíos surgen con el conocido síndrome del nido vacío, que se da cuando los hijos se van de casa y los flamantes novios de cincuenta y pico no saben qué hacer con el tiempo libre, sus ocupaciones, sus conversaciones, sus responsabilidades cotidianas.
“Los hijos que se quejan en el consultorio de la poca bolilla que les dieron los papás durante el transcurso de su vida terminan hablando indefectiblemente de la buena relación que tenían los papás entre sí. O sea, es lógico, porque esos papás no dejaron de salir, de viajar, de mimarse, de verse como pareja. Por eso esos papás cuando el hijo se va siguen la relación que tenían y no adolecen el síndrome del nido”, señala el psicólogo Alberto Dayan (M. N. 6.649).
Marcos y Ana son sólo un símbolo de esta encrucijada que se les presenta a muchos. ¿Separarse para siempre? ¿Un impasse? ¿Volver a elegirse? Algo de esto les pasó a varios famosos, como a la actriz Nora Cárpena y su marido (recientemente fallecido) Guillermo Bredeston en los primeros años de relación; a la venezolana Catherine Fulop y Osvaldo Sabatini que se separaron en 2001 aunque ella aseguraba que él era maravilloso, o la reciente reconciliación de Viviana Canosa con Alejandro Borensztein.
También es conocida la historia de la cantante Patricia Sosa que en 1996 se separó de Oscar Mediavilla diciendo que “estaba enamorada”. La temática llegó incluso a la televisión de la mano de 100 días para enamorarse, en la que una pareja pone a prueba su matrimonio de años y durante 100 días se cuestionan los vínculos con el paso del tiempo y se plantean el desafío de volver a elegirse.
TRABAJAR EL VÍNCULO. Las segundas vueltas suelen ser tema de diván. “Volver a elegirse está bueno, el tema es ver cómo. Las separaciones generan mucho dolor, no es una decisión fácil, aunque al comienzo se sienta un alivio o una liberación y sólo se vean los beneficios. Cuando hay muchos años compartidos, bastante camino recorrido, mucho construido junto y muchas raíces, es complicado. Eso sí, si esa pareja no trabaja los motivos que la llevó a separarse, va a volver a caer en el mismo pozo”, explica Manfredi.
Además, agrega que “la separación física al comienzo puede generar que la química del enamoramiento encienda la adrenalina otra vez, pero si se juntan y atraviesan esa primera etapa sin trabajar el vínculo, vuelven a aparecer los mismos patrones”.
En la misma línea opina Dayan: “Si el amor existió en esa pareja, tiene posibilidades de éxito, pero refundando las bases. Es una especie de segunda vuelta. Él y ella tuvieron que haber crecido durante el tiempo que estuvieron separados”.
Textos: Carolina Koruk. Fotos: Gentileza Patagonik/Telefe/ Archivo Atlántida