"Yo soy muy porteño”, confiesa Imanol Arias (61) mientras apura dos empanadas de pollo y chimichurri que “son acojonantes”, según sus palabras, y concluye: “disfruto de esta ciudad; la comida, la gente, amo caminar por la Boca, San Telmo y soy, especialmente, fanático del vino: es el mejor del mundo”.
El reconocido actor vasco estará viviendo en nuestro país –junto a su mujer, la fotógrafa Irene Meritxel Rodríguez (41)– por cuatro semanas para presentar la obra La vida a palos, un espectáculo de flamenco que nos lleva a recorrer la historia de un hombre que se reencuentra con su hijo, al que no ve desde que era un niño.
-Hacía 24 años que no protagonizabas una obra en la Argentina y leí que para vos hacer teatro no es como andar en bicicleta, es decir, no lo hacés de memoria. ¿Te preocupaba el estreno?
(Piensa unos segundos) Lo que me preocupaba era que, cuando empecé a ensayar esta obra, descubrí algo inesperado: había dejado de pertenecer al mundo del teatro y no me había enterado. ¿Sabes con qué lo comparo? Con convertirte en un extraño en tu familia. Si tu dejas de ir a la casa de tus padres a almorzar los domingos, te pasa eso. Tu crees que sigues perteneciendo a esa familia, pero en realidad ya no. Entonces un día, luego de mucho tiempo, llegas y te sientas a la mesa y tu madre te dice “Pero ¿por qué te sientas allí? ¿No sabes que en casa los hijos van en este lugar y tu padre ocupa esa silla?”. Bueno, con el teatro pasa lo mismo: dejas de actuar un tiempo, pierdes la cotidianeidad y dejas de ser parte del mundo del teatro.
-Pero el público argentino te recibió con mucho entusiasmo: llenan todas las funciones desde que estrenaron. ¡Se ve que seguimos considerándote parte de nuestra familia!
Sí, claro y eso me hace sentir muy feliz y agradecido: los argentinos nos reciben muy bien siempre, nos hacen sentir como en casa. También estoy encantado del éxito que están teniendo las series españolas aquí.
-Vos protagonizás una de las series españolas más exitosas de los últimos tiempos –Cuéntame cómo pasó– y también formaste parte del elenco de Velvet… ¿Sentís que fue la televisión la que te alejó del teatro?
-Sin duda. Fue eso. Pero no es que lo hice adrede, insisto: yo seguí creyendo que pertenecía al mundo del teatro, pero llevo años dedicado a estas series. ¡Y no me quejo! El éxito que ha tenido Cuéntame en España es algo impresionante. ¡Nunca lo esperamos! El tema es que yo estaba acostumbrado a grabar programas como Anillos de oro o Gitano, que me llevaban 6 u 8 meses, no más, y luego de eso filmaba una película, protagonizaba una obra de teatro. Bueno, una vez que yo arranqué con estas series eso dejó de pasar: me quedé sin tiempo libre.
-Hace dos años –en una entrevista que diste con tu esposa a Para Ti– Irene dijo que te consideraba Patrimonio de la humanidad y, por eso, no se enoja cuando las fans te abrazan, te besan y te piden fotos, ¿te sentís cómodo con ese título?
-¡Esas son cosas que dice Irene y yo me río! Mi trabajo es ocuparme de que que mi ego no se dispare y se mantenga bien quietito y equilibrado.
Pero sos consciente de que conquistaste el corazón de todas las argentinas con Camila –N. de la R.: se estrenó en 1984 junto a Susú Pecoraro y bajo la dirección de María Luisa Bemberg. Fue una de las películas más exitosas del cine nacional–, ¿quién podría olvidar al padre Ladislao? Es increíble lo que pasó con esa película. Yo tenía 27 años y, cuando vine a la Argentina para el estreno, tuve 500 personas durante un mes esperándome, todos los días, en la puerta del hotel Plaza, para saludarme. Fue una película que triunfó en el mundo entero y yo, que suelo ser muy crítico conmigo como actor, nunca diré nada de ese personaje por respeto a lo que pasó con él. Es una película inolvidable para mí.
-¿Te propusieron volver a trabajar con Susú Pecoraro?
Sí, claro. Es más, hace unos años Lino Patalano (72, director y productor de teatro) nos propuso llevar al teatro Los puentes de Madison y había una versión que a Susú le gustaba mucho, así que la evaluamos y estuvimos a punto de concretarla, pero todo se complicó por mis tiempos de grabación en la televisión española.
-¿Por qué eligieron casarse en secreto con Irene, en 2017?
-Si lo hacíamos públicamente era un lío mediático terrible. Teníamos dos opciones: casarnos en secreto o aceptar los 700 mil euros que nos ofrecía un medio por la cobertura de la boda.
-¿No los tentó la idea de cobrar esa increíble suma de dinero?
-¡Pues claro que sí! ¡Lo evaluamos seriamente! Pero consideramos que no era el momento y optamos por casarnos, solos, en el Registro Civil de Madrid.
-¿Tus hijos no se enojaron por no estar invitados a la boda?
-Daniel (16), el más pequeño, me dijo: “¡Bueh, podrías haber avisado así iba!”, pero ya lo conozco, si lo invitaba hubiera dicho: “Pero qué coñazo tener que ir a la boda de mi padre”. Ya sabes cómo son los chavales.
-¿Tenés una buena relación con ellos, Jon (30) y Daniel?
Sí, muy buena, sana y que fluye sola. El otro día me llamó Jon para contarme que tiene unos días libres –porque está trabajando muchísimo en una serie que se llama Instinto, con Mario Casas– y me pidió prestada la casa de veraneo que tenemos y yo, claro, se la he dado encantado. Y ahora me gustaría que Daniel, que tiene unos días libres en el colegio, venga a la Argentina. El pequeño tiene un problema de discalculia y le cuestan mucho las matemáticas, pero ha aprobado –con todo el trabajo que le dan los números– entonces siento que se merece venir unos días de vacaciones aquí, con nosotros.
-¿A Irene le gusta tanto como a vos instalarse en la Argentina?
-¡A ella le encanta! No sólo porque ama Buenos Aires sino también porque aprovecha el tiempo que estamos aquí para trabajar: ahora inauguró una muestra fotográfica con momentos de La vida a palos en el Teatro Maipo. Mira, yo soy muy afortunado con Irene porque ella es andaluza, sevillana y va por la vida más liviana que yo; siempre se ríe y me dice “que ninguna estupidez te quite la sonrisa”. Confieso que yo tengo cierta tendencia a la solemnidad y ella es la responsable de que no me convierta en un coñazo. A veces me mira a la mañana, leyendo el diario, y me pregunta: “¿Pasó algo realmente tan malo para que tengas esa cara de culo?” Y listo: ahí entiendo todo.
-¿Sentís que estás viviendo un momento feliz de tu vida?
-Sí, uno muy feliz. ¿Te digo algo? Yo creo que la felicidad se consigue reduciendo las expectativas. Un día Benicio del Toro (51) me dijo: “Somos lo que somos porque hemos ido de fracaso en fracaso” y creo que es una gran verdad.
textos JULIANA FERRINI
fotos ALEJANDRO CARRA