El aislamiento social preventivo y obligatorio está orientado a preservar nuestra salud física. Pero no nos pone a salvo de otro posible enemigo invisible: los sentimientos negados que amenazan nuestra salud emocional.
Miedo al contagio, miedo a contagiar, miedo a no cobrar, a no pagar, miedo al presente, miedo al futuro. Y casi resignados, nos disponemos a colocarnos tapabocas al salir, sacarnos los zapatos al entrar, limpiar los pisos con lavandina, rociar el ambiente con antibacterial, lavarnos las manos, pasar alcohol en gel por todas las superficies, estirar el magro e incierto presupuesto, preservando la salud física, superviviendo.
Estoy en cuarentena, no salgo de casa, tengo tiempo para todo: limpiar, ordenar el placard, redecorar los ambientes, pintar un mueble, arreglar el jardín, confeccionar barbijos caseros, leer un libro, teletrabajar, ver una peli, escuchar música, chatear con amigos sin límite de horario, hacer abdominales, dormir, me entretengo.
Sigo en cuarentena, paso todo el tiempo con mi familia, en pareja, en soledad. Les dedico mi atención a los chicos, los ayudo con la tarea, preparo sus comidas favoritas, juego con ellos, los escucho. Comparto conversaciones profundas con mi pareja, hacemos el amor, discutimos, nos reconciliamos. Me tomo un vino.
Estoy haciendo todo bien en estas vacaciones eternas. Pero hay algo ahí que está apareciendo, se está moviendo, algo a lo que no soy inmune, que me asusta, algo que insiste. “No me deja ser yo”, libre, en actividad, cumpliendo con los mandatos familiares y sociales, evadiéndome en la enérgica rutina del trabajo o el estudio. Algo ahí se derrumba, ya no sé quién soy, qué quiero, qué necesito. ¡Quiero salir de acá porque no aguanto más!
Esta cuarentena interna pone en jaque nuestros valores y creencias, nos encuentra haciendo cosas que no estaban en nuestros planes, cosas que no queríamos o no podíamos enfrentar. Aparecen nuevos temores, dudas, incertidumbre, inseguridad. Así como, en esta condición de aislamiento, podemos percatarnos de la pintura de la pared que está cayendo, la canilla que gotea o un dobladillo descosido, también podemos darnos cuenta de esas pequeñas grandes cosas que ocurren en nuestro interior. Hoy tenemos tiempo para observar.
Por ahora no se puede salir de casa, pero mucho menos podemos escaparnos de nuestro propio ser. A diferencia del cuerpo temporalmente cautivo, este otro plano, el interno, sí puede ser liberado, sin antídotos ni vacunas.
El abordaje consiste en reservar algo de este nuevo tiempo disponible para nosotros mismos y atender eso que nos asalta o nos llama tan insistentemente: ¿qué estoy sintiendo ahora?, ¿cómo me afecta este sentimiento?, ¿a qué se parece?, ¿qué me recuerda?, ¿lo resolví antes?, ¿cómo?, ¿qué podría hacer ahora para estar mejor, para aliviarme?, ¿qué estoy necesitando? Los asuntos sin resolver sacaron número y se pusieron en fila, nada mejor que hacerles saber que sabemos que están ahí, que están siendo reconocidos y tienen toda nuestra atención. No me distraigo.
La cuarentena no solo quiebra la ordenada cotidianeidad, también interrumpe los proyectos, nuestros deseos y ambiciones quedan bloqueados: este año no me voy a recibir, no voy a tener el ascenso, no voy a viajar. No sé qué voy a hacer, no sé qué voy a ser.
Este tiempo nos podría servir, además, para prestarle atención a los asuntos pendientes. ¿Qué quiero hacer?, ¿qué quiero ser?, ¿cómo?, ¿para qué?; estas y todas las preguntas que surjan constituyen el inicio de un diálogo interno que nos ayudará a desplegar y liberar nuestro potencial, esas cosas de las que somos capaces y no se animan a asomar; estos otros aspectos silenciados también necesitarán saber que estamos dispuestos a escuchar, atender y ponerlos en juego para empezar a aparecer. Tímida y creativamente comenzarán a tomar formas y colores y nuevamente: ¿qué estoy sintiendo ahora?, ¿a qué se parece?, ¿qué me recuerda?, ¿cómo me transforma este sentimiento?
Tiempo de introspección, de reconocimiento y autoconocimiento, de aceptación y autovaloración, de reafirmación de quién estoy siendo ahora, de proyección acerca de quién quiero ser ahora, cada día, en cuarentena.
Asesoró Analía Hers, counselor del Equipo de Difusión del Counseling de la Asociación Argentina de Counselors