Luciana Teper es arquitecta y encontró en el bordado mucho más que un hobby. Lo aplica para hacer un croquis que permite apreciar de otra manera la riqueza de un edificio.
Luciana Teper tiene 27 años y es arquitecta recibida en la Universidad de Buenos Aires.
Pero su modo de encarar la profesión tiene una particularidad: cuando deja el tablero y la computadora, ella se sienta a copiar la figura de un edificio bordando sobre un bastidor.
Su contacto con el mundo del bordado comenzó hace dos años, cuando una amiga diseñadora de indumentaria le mostró lo que hacía en un taller sobre esta técnica y le contagió el interés.
“Como práctica, en ese taller te pedían bordar con tema libre, lo que cada uno quisiera. Entonces yo empecé a llevar dibujos de arquitectura. Arranqué con los bocetos de un libro que me gusta mucho ´Made in Tokyo´, de un estudio de arquitectura japonés (Junzo Kuroda y Momoyo Kaijima) que reúne un compilado de edificios que por sus características, muchas veces pasan desapercibidos a ojos de la gente”, cuenta.
Una vez que incorporó el abc de la técnica, Luciana empezó encontrar sus propios puntos, su propio lenguaje. Pero a la hora de bocetar un dibujo sobre el bastidor para luego bordar, siempre pudo más su primer amor: la arquitectura.
“Enseguida me gustó esto de bordar arquitectura. Me sentí bien en ese nicho. Entonces, empecé a buscar edificos icónicos de Buenos Aires para bordar”.
Después de probar suerte con los edifcios de Tokyo, Luciana pasó a algo más local que el dulce de leche: los conventillos de Buenos Aries, “una arquitectura muy particular, pensada en relación a las personas que allí conviven”, describe.
El arte de la arquitectura en bordados
Le siguió una serie dedicada a un atelier para artistas (bordado que luego fue comprado por el dueño del atelier) hasta que se le animó a una obra que había visto una y otra vez en sus años de Facultad: el Banco de Londres, de Clorindo Testa. “Lo que quise plasmar con el bordado es el brutalismo de ese edificio”, detalla.
Según cuenta Luciana Teper, el proceso de bordar arquitectura demanda mucho tiempo. Con dedicación casi exclusiva, una obra completa puede llevarle unas 3 semanas de trabajo. “Mis bordados tienen puntos más lineales que de superficie. Son puntadas que me permiten plasmar formas pero también reflejan la materialidad de un edificio”, explica.
Su compañera de aventuras en este metier es una caja de bordados llena de hilos, tijeras y agujas de todo tipo. “Al principio me parecía enorme, sentía que nunca la iba a llenar, pero a fuerza de comprar hilos de distintos países tipo souvenir, la fui llenado”, cuenta Luciana. La caja también incluye unas lapiceras que se borran en calor y que ella usa para hacer los primeros bocetos.
¿Cuál es punto de unión entre el bordado y la arquitectura? Luciana lo explica así: “Existe una retroalimentación de la arquitectura al bordado y viseversa. Bordar un proyecto me ofrece el conocimiento de ver la obra desde otra perspectiva” detalla.
Es que cada vez que entra y sale la aguja, Luciana vuelve a crear un vínculo, un pensamiento asociado a la obra que está bordando. Y entre puntada y puntada, surgen otras formas de ver esa obra. Una segunda mirada que las enriquece.
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