En este viaje por Europa del Este colmado de itinerarios, decidimos hacer todo nuestro recorrido en tren, atesorando en la memoria alguna de las historias de esos pasajeros casuales con los que compartimos nuestro viaje hacia la ciudad de Praga, en la República Checa.
Después de recorrer la Región de Pardubice con bellísimos paisajes nevados, llegamos a Praga, conocida como la París del Este.
La ciudad tiene un centro pequeño con calles angostas y adoquinadas y la mejor manera de recorrerla es caminando. También podés optar por el transporte público si tenés que ir a zonas más distantes.
Sin importar la modalidad que elijas para desplazarte, podrás llegar fácilmente al Castillo de Praga, al Cementerio Judío, a la Catedral de San Vito, a la Ciudad vieja con su Reloj Astronómico y al Puente de Carlos. Como así también a Staré Mesto o la ciudad vieja, Hradčany, uno de sus barrios residenciales, y a Mala Strana, un barrio repleto de palacios barrocos.
Conociendo la popularidad que en todas las ciudades del mundo tiene la modalidad de los recorridos a pie conocidos en inglés como “walking tours”, llegamos a esta ciudad dispuestos a hacerlos. De esta manera, nuestras visitas históricas estuvieron a cargo de lugareños o estudiantes de arte e historia.
Estos recorridos son en su mayoría gratuitos, pero al final de los mismos debes dejar la propina que consideras razonable por la labor que han realizado. Se encuentran en esquinas o plazoletas del lugar y se identifican por el color de sus paraguas de acuerdo al idioma en el que contarán sus historias.
Nuestro guía en Praga fue Moisés, un español con el cual decidimos realizar diversos paseos, ya que nos gustó su manera de relatar la historia sazonada con ingredientes que solo puede brindar un persona que vive allí.
Antes de comenzar el camino hacia el Castillo de Praga, hicimos una parada en una taberna y almorzamos goulash, un plato típico de carne guisada cubierto con mucha salsa y servido con pan.
Después del almuerzo, nuestro guía Moisés nos recomendó evitar subir caminando la antigua y extensa escalinata del Castillo sobre la ladera de la montaña, por eso sugirió que abordáramos la línea A del metro para trasladarnos a la zona más alta de la ciudad.
Descendimos del metro fuera de la muralla exterior del Castillo en el barrio Hradčany, donde antiguamente se encontraban las viviendas de los sirvientes, de los trabajadores de la corte, de los artesanos de la familia real y de las familias aristocráticas.
El Castillo de Praga está formado por un conjunto de seis palacios, cuatro iglesias y un monasterio, conectados entre sí por patios y callejuelas. Sin dudas, un lugar lleno de encanto e historia. Pero en esta oportunidad y en ocasión del día de la mujer que se celebra en el corriente mes de marzo, quiero destacar y contarles acerca de una gran mujer que fue protagonista en este lugar en el siglo 18: María Teresa I, emperatriz y reina de Hungría, Eslovenia, Croacia y Bohemia.
Entramos al castillo atravesando la Puerta de los Gigantes, resguardada hace años por una pareja enorme de colosos desafiantes en una lucha de titanes que mandó a construir la emperatriz cuando comenzó a gobernar.
Nuestro guía nos comentó que al ser la primera mujer que ejerció el poder en esa época, le gustaba ubicarse en un gran trono elevado del suelo detrás de los dos colosos para imponer respeto y amedrentar a otros gobernantes que acudían a visitarla.
El reinado de María Teresa duró 40 años, entre 1740 y 1780, y además de estar marcado por las guerras y la intolerancia, también fue un reinado de grandes reformas y modernización en diversos campos.
Sin experiencia de mando al momento de asumir el imperio, se rodeó de buenos consejeros para emprender numerosas reformas, de las cuales la más importante fue la educativa, estableciendo la obligatoriedad de la educación primaria, al considerar que el Estado debía ser responsable por el bienestar de sus súbditos.
De esta manera la educación dejó de ser un privilegio y redujo las diferencias entre ricos y pobres abriendo escuelas en todos los pueblos y alfabetizando a los hijos de los campesinos.
También sentó las bases de igualdad de género al fomentar una enseñanza equitativa donde las aulas eran compartidos por niños y niñas. Al ser una soberana de profunda fe católica, prohibió la quema de brujas y la pena de muerte.
Dejando atrás la historia de María Teresa y aprovechando que la belleza de Praga resalta aún más cuando la ciudad está nevada, nos acercamos hasta la Catedral de San Vito dentro del Castillo.
Visitando la Catedral de este mártir cristiano contemplamos varias de sus capillas con reliquias de santos, obras sacras, coloridos vitrales de artistas checos, paneles de madera tallados describiendo batallas, mausoleo real, tumbas de santos y de los monarcas más destacados de la historia checa.
Finalizamos nuestra visita al anochecer y emprendimos nuestro regreso a casa elevando nuestra mirada al cielo y contemplando el campanario de esta Catedral que tiene una de las leyendas más bonitas que he escuchado. La misma relata que el día de la muerte de Carlos IV, las campanas de la Catedral comenzaron a repicar solas entonando una melodía fúnebre. Minutos después todas las campanas de Praga se sumaron a esa melodía acompañando la tristeza del pueblo por la muerte de su soberano.
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