Luego de recorrer los principales monumentos de Londres, decidimos visitar Notting Hill. Este emblemático barrio londinense fue duramente castigado en la Segunda Guerra Mundial y resultaba poco recomendable para ser habitado por los conflictos raciales que lo hacían muy peligroso.
Notting Hill se originó como una zona de granjas de cerdos y fábricas de ladrillos, aunque en la actualidad es uno de los barrios más bonitos y pintorescos de la capital británica. Es uno de los lugares más visitados por locales y turistas debido a su mercado callejero de los días sábados, por la fama obtenida a partir de la película interpretada por Julia Roberts y por sus llamativas casas coloridas pertenecientes originalmente a la población de inmigrantes afro-caribeños que dejaron su impronta en el lugar.
Para arribar a nuestro destino sin complicaciones estudiamos el mapa previo a emprender el recorrido, ya que si bien los ingleses son muy amables y educados, pierden rápidamente su paciencia si los detienes a pedir indicaciones, pues siempre van de prisa y detestan las interrupciones.
Desde el centro de Londres tomamos el metro o “tube” para llegar facilmente a Notting Hill. Saliendo de la estación, comenzamos nuestro recorrido por Portobello Road, su calle principal, donde se pueden encontrar negocios de antigüedades, puestos callejeros, restaurantes, cafeterías, biscuiteers (tiendas de galletas decoradas) y tiendas de ropa de diseñadores británicos cuyas prendas son expuestas en el exterior para su venta. Si bien el sol nos acompañó parte de ese día, los puestos callejeros aún escurrían el agua de lluvia de la madrugada.
Perdiéndonos en sus calles nos topamos con lujosas viviendas blancas victorianas que comparten en sus fondos grandes espacios verdes y plazas privadas administradas por los vecinos.
Luego de recorrer la mayoría de las tiendas del lugar y acercándose la hora del almuerzo, hicimos nuestra primera parada en un pub que solo es frecuentado por ingleses y está a tan solo dos calles de Portobello Road. Nos recomendaron ordenar una pinta de cerveza acompañada de un Sausage Roll, que no es otra cosa que una salchicha envuelta en hojaldre.
En muchas de las tiendas de la zona se pueden observar expuestas una simpáticas pizarras, donde el ingenio y el humor de los ingleses se plasma en distintas frases que no tienen desperdicio. Se pueden encontrar también unas características placas azules sobre algunas de las fachadas de los edificios del barrio que indican el lugar donde han nacido, vivido o trabajado distintas personalidades destacadas a lo largo de la historia.
Continuamos nuestro camino hacia Kensington Gardens y Holland Park, no sin antes detenernos en uno de los tantos Mews Londinenses.
Los Mews son callejones con mucho encanto, tranquilos y exclusivos que surgieron de antiguas caballerizas de las grandes mansiones y se han convertido en la propiedad preferida para muchos millonarios. Suelen estar escondidos en la parte trasera de grandes edificios y jardines privados.
Durante nuestro recorrido nos preguntamos donde estaban las cabinas telefónicas rojas que tanto identifican a Londres, pues había muy pocas en la ciudad. La razón de prácticamente su extinción, fue el abandono en la que se encontraban las mismas a partir de la llegada de los teléfonos celulares, y para no desaparecer muchas de ellas se transformaron en pequeñas librerías o negocios que alquilan jóvenes empresarios para lanzar sus proyectos, dado que generalmente no pueden afrontar el precio de un alquiler en Londres.
Para regresar a nuestro hotel, aprovechamos a tomar uno de los famosos “Black Cab” o taxis de color negro que nunca faltan en las postales londinses. No cualquiera maneja un taxi en Londres, ya que para obtener la licencia se debe aprobar un examen muy riguroso que requiere entre dos y cuatro años de preparación y consiste en el aprendizaje demas de trescientas rutas. Recuerdo que al ascender, advertimos que el precio del mismo era mas elevado que los otros taxis ya que son los únicos autorizados a levantar pasajeros en la calle. La comodidad dentro de estos coches, se remonta a una ley por la cual tenían que ser lo suficientemente altos para que un pasajero pudiera sentarse cómodamente mientras llevaba puesto un sombrero.
Los autos circulan por la izquierda porque es una costumbre heredada de la época de los carruajes de caballos, ya que el cochero usaba su mano derecha con el látigo, y así se evitaba golpear a los transeúntes.
Durante el trayecto de regreso aprovechamos a hacer una parada por la famosa Abadia de Westminster, una iglesia activa para el culto de los cristianos, donde a cada hora se hace una breve pausa para rezar o simplemente reflexionar. Aquí, han sido coronados no menos de treinta y ocho reyes y reinas y es el lugar de descanso de diecisiete monarcas, como así también de poetas y héroes británicos. Aquí también se dio el último adiós al científico Stephen Hawking, allí se encuentran sus cenizas junto a las tumbas de Isaac Newton y Charles Darwin.
Finalizamos nuestro día en un pequeño restaurant degustando el famoso plato “Fish & Chips”, uno de los más característicos de la comida inglesa. El plato consiste en pescado rebozado y frito acompañado de patatas fritas. Curiosamente, su origen no es británico pues la costumbre de freír pescado llega desde España. Era un plato andaluz y se fue haciendo popular en algunos círculos de Londres, convirtiéndose en una comida para gente humilde ya que proporciona una proteína económica para los trabajadores de las ciudades.
Y bajo estos cielos del mundo cargados de lluvia y nubarrones, concluimos nuestro día cansados pero felices de haber recorrido uno de los barrios más interesantes de Londres, donde la convivencia entre el lujo y el dinamismo de sus raíces obreras, nos permitieron contemplar los matices que iluminan la vida durante los cortos períodos en los que asomó el sol.