Nació en Bélgica como Audrey Kathleen Ruston en una familia de aristócratas y diplomáticos, por lo cual estuvo en constante contacto con varias culturas (hablaba perfectamente inglés, francés, italiano, alemán y español) y vivió en diferentes países. Desde chica estudió baile clásico y luego actuación en medio de la Segunda Guerra Mundial, que la encontró viviendo en los Países Bajos.
Es considerada por el American Film Institute como la tercer mayor leyenda femenina del cine estadounidense y forma parte del Salón de la Fama Internacional de la Moda, entre las mejores vestidas de la historia.
Camisa blanca abotonada con las mangas dobladas y falda en evasé con la cintura marcada. Remata con pañuelo al cuello para uno de los looks icónicos que no pierden vigencia, aunque ya hayan pasado más de setenta años.
El musical "My Fair Lady" ganó nada más y nada menos que ocho Oscars (incluyendo el de vestuario), que se destacó gracias a una gran producción y a una indumentaria de ensueño orquestrada por Cecil Beaton.
Su papel de Eliza Doolittle en el musical My fair lady le llegó en la cumbre de su carrera y no hizo más que alimentar el mito. A pesar de que finalmente la doblaron cantando y de que muchos hubieran deseado que el papel fuera a parar a Julie Andrews (que ya había representado la obra en Broadway), Hepburn realizó una actuación magistral.
Audrey no sólo era dueña de una belleza que podemos considerar "clásica", sino que tenía muy claro el sentido de la moda: sus looks continúan siendo cautivadores y actuales, y son la fuente de inspiración en el mundo de la moda.
Fue la musa inspiradora de Hubert de Givenchy, su amigo personal y el diseñador junto al que creó su sello inconfundible.
Si hablamos de diseños, vestidos y peinados, no podemos dejar de mencionar los accesorios: gorros, sombreros, pañuelos, lentes, collares de perlas, guantes y cintos. La actriz sumaba alguno de estos complementos a sus looks, siempre con un estilo y una elegancia únicos.