"Para los que no me conocen soy súper amiguera! Me encanta tomar mate, café, juntarme a cenar, ir al cine y todo rodeada de mis amigos! 😊", decía en uno de sus posteos de Instagram más likeados Agustina Fontenla, la ex participante de Bake Off que murió por COVID en la madrugada del jueves. Siempre sonriente, simpática y de muchos amigos, así era ella. De fierro, dirán muchos de las que la conocían y compartían esas tardes de juntada con ella en San Antonio Oeste, su querida ciudad rionegrina. Aunque ella era oriunda de Tucumán: su familia se mudó a Río Negro cuando ella tenía 12 años.
"Soy de esas personas para los cuales los amigos son FAMILIA! Están en las buenas y en las malas y no se que haría sin ellos!", escribió ella junto a una foto en la que se la ve rodeada de jóvenes. Pero si bien siempre estaba sonriendo, tuvo una historia de mucho esfuerzo y frustración. En 2015 se había recibido de abogada en la Universidad Nacional del Sur de Bahía Blanca y dio sus primeros pasos en Mar del Plata. Pero ella sentía que no era feliz con esa profesión que había elegido un poco impulsada por el deseo de sus padres.
"Los últimos finales de la carrera me la pasé llorando porque yo quería cocinar", había dicho la participante en Bake Off. Afortundamente fue una amiga quien sabiendo de su pasión por la pastelería le avisó del casting para participar en la segunda temporada de Bake Off Argentina. Agustina le hizo caso y se anotó.
Ya en el programa hizo llorar a todos sus compañeros el día que confesó lo mucho que luchó para poder dedicarse a la pastelería y que la tomaran en serio. "Mucha gente cuando me ve piensa que soy una abogada que cuando está aburrida hace pastelería, que es un hobby. La verdad que no. Los últimos finales de la carrera me la pasé llorando porque yo quería cocinar. Entendía todo el esfuerzo de mi familia para mandarme a estudiar y no era tiempo de cambiar. Todo el mundo me decía que cuando empiece a trabajar, se me iba a pasar. Nunca se me pasó", expresó frente a las cámaras de Bake Off.
En el reality de pastelería llegó lejos. Quedó como semifinalista. La experiencia le dio un gran impulso para animarse a lanzar su propio emprendimiento en San Antonio Oeste, donde vivía con su pareja, Nicolás y sus perros. Lo llamó "Arte y azúcar", dedicado a los cupcakes y la decoración de tortas. Además se dedicó a dar clases.
En San Antonio Oeste había trabajado en la Senaf (Secretaría de Niñez, Adolescencia y Familia), en la Defensoría del Pueblo de Río Negro, y había dado clases para aspirantes a cadetes de Policía y fue docente en la secundaria.
En los últimos años había afianzado su pasión por la pastelería: "La verdad que me llevé la mejor impresión de los participantes. Hice una amistad enorme con todos ellos. El jurado, divinos. Son todos súper profesionales. Son unos genios. Uno piensa por ahí que te van a retar, que se van a poner en bravos y la verdad es son muy copados. Te daban un montón de tips y consejos en todo momento", le decía en su momento al diario Río Negro.
El Municipio San Antonio lamentó el fallecimiento de la joven sanantoniense que había sido distinguida como Embajadora Cultural local tras su participación en el programa. "No dejaba pasar oportunidad de hacer referencia a su lugar" y "su pasión por la pastelería ha sido inspiración para muchas jóvenes", destacó el organismo en una publicación en las redes sociales.