Con la frase “¡qué noche Teté!” Roberto Giordano sin dudas marcó una época. Punta del Este y Pinamar lo esperaban cada verano para sus desfiles. Se dio el lujo de instalar pasarelas en París, una de las mecas de la moda, y hasta en Sudáfrica. Forjó la carrera de modelos que hoy son verdaderas estrellas de la Argentina. Ese imperio que construyó durante décadas, se derrumbó el 5 de junio del 2020 cuando fue procesado y embargado por el delito de insolvencia fiscal fraudulenta por un monto de 30 millones de pesos. Del "no me peguen, soy Giordano" pasó a pedir un bizarro aplauso para la DGI en un evento por el Este.
El chiste terminó mal. La calle Güemes, donde se emplazó su peluquería central, hoy luce con un panorama totalmente distinto. Por allí salieron relucientes las cabelleras más importantes del país: desde Valería Mazza hasta la primera dama Zulema Yoma, pasando por Mirtha Legrand y todas las divas del momento. Los noventa fueron una época dorada para el estilista que llegó a tener unos 500 empleados bajo su órbita distribuidos en unas 25 sucursales.
Este espacio de doscientos metros cuadrados conserva muchos de los artículos que fueron testigos de esos momentos memorables. Los actuales empleados no tienen nada que ver con el peluquero. De hecho, nunca más supieron nada de él. Es como que se lo tragó la tierra. “Eso que quede bien claro, porque algunos dicen que todavía quedan dudas, y nosotros no queremos que haya dudas. Lo último que supimos de él es que estaba viviendo en Uruguay. Ahora no sabemos dónde está”, dijo con contundencia la mujer al ser consultada por Clarín.
Desde el interior de “Staff Güemes”, nombre que adoptó la marca hoy en día, se puede ver el local en el que Giordano usó profesionalmente las tijeras por primera vez. Actualmente hay una carnicería. Ese negocio fue como una semilla que creció rápidamente. Su nombre comenzó a tomar relevancia hasta que, en 1983, hizo un primer desfile inspirado en los de París. Empezó por Pinamar, ciudad elegida por un público de alto poder adquisitivo.
Cada vez más gente se convocaba y decidió cruzar el charco para convertirse en un emblema de Punta del Este. Fue tan así que para ese exclusivo poblado uruguayo su show era el que terminaba promediando la temporada. Tete Coustarot, su compañera de toda la vida, coincide con la teoría de Fernanda: “Cada tanto me manda algún WhatsApp, pero no lo veo con la frecuencia de antes. Me dijeron que está en Uruguay, pero la verdad es que no sé dónde está Giordano ahora”, confesó hace unos meses. Otro de los que mantiene contacto es dice Fabio Cuggini, colega y amigo.
Los brillos de los noventa comenzaron a opacarse en el 2002 cuando el primer allanamiento sorprendió a él y a toda su clientela. Fue un verdadero escándalo que hasta hoy Fernanda, quien lo acompañó como encargada de su local durante treinta años, lo recuerda como si hubiera pasado ayer. Hoy continúa en su puesto, pero de una forma diametralmente distinta: cuando Giordano se vio acorralado por las denuncias y se le hizo imposible sostener el espacio, fueron veinte ex empleados los que armaron una cooperativa y se hicieron cargo.
Todo se desencadenó cuando una ex empleada lo denunció porque declaraba apenas el 25 por ciento de los ingresos en concepto de desfiles y ganancias de empresas. Más de cien inspectores de la AFIP invadieron las 14 sucursales que tenía en ese entonces. El objetivo era buscar pruebas que avalen que había incurrido en una evasión impositiva de los aportes patronales, facturación y por el pago de sus empleados en negro.
La situación de asfixia se dio en el 2007, cuando la investigación avanzó y la Justicia determinó que todos sus locales permanezcan clausurados por seis días. Las cosas comenzaban a complicarse y ya no había vuelta atrás: la crisis fue tal que Giordano terminó durmiendo en el segundo piso de la peluquería de la calle Güemes acondicionando ese sector para transformarlo en una habitación. La denuncia de Julieta recaló profundamente en su vida.
Ya para 2011, mientras las pasarelas del viejo Hotel Conrad de la costa esteña estaban armadas, una información que llegaba desde este lado del Río de la Plata lo llenó de ira. Es que la Justicia Comercial le inhibió todos sus bienes y decretó la quiebra por una deuda de 2,5 millones de dólares. La causa hizo que tenga que abandonar indefinidamente sus desfiles. La imagen del bronceado millonario de las tijeras comenzaba a mancharse para nunca más poder limpiarse. Se confirmó también que tenía al menos siete empresas fantasmas.
El procesamiento por quiebra fraudulenta llegó en 2016. “Mi negocio se fue reduciendo por los juicios laborales: 65 juicios laborales en una demanda total de 7 millones de dólares. Pero ya se está solucionando. Un empresario no nace ni se hace, hay que aprender todos los días. Y este aprendizaje es muy, muy bueno, así que yo estoy muy contento. El tiempo me va a jugar a favor. Yo pienso que el país se va a encaminar y van a volver los desfiles”, afirmó ese año en el marco de una de sus últimas apariciones ante los medios de comunicación.
El golpe letal lo recibió el año pasado de la mano del Juzgado Nacional en lo Penal Económico Nº 10 que se hizo cargo de una denuncia impulsada por la Administración Federal de Ingresos Públicos (AFIP). La pena por este delito va de los dos a los seis años de cárcel. También se le dictó la imposibilidad de salir del país. Si está o no en Argentina es un enigma. Tal como han manifestado quienes lo conocen y mantienen un diálogo en la actualidad, habría cruzado las fronteras. Algo que nunca va a dejar de llamar la atención es cómo pudo esconderse a lo largo de todo este tiempo. Tiempos de cámaras de fotos, celulares, Instagram y Twitter… un Gran Hermano constante en la sociedad que no pudo retratar la vida de uno de los célebres reyes del jet set de estas latitudes.