Un refugio, un lugar para jugar, un espacio propio al aire libre y en contacto con la naturaleza. Eso es lo que le diseñó y construyó el artista ruso Gregory Orekhov a su pequeña hija Agatha. Y para hacerla se inspiró -y recreó- la forma natural de un huevo.
Su hija quería algo original, y su padre le cumplió el sueño y más allá, creando un espacio de estructura ovoide tan moderno como con reminiscencias al cine de ficción de los años 60 y 70.
“El ovoide es una forma arquitectónica perfecta en términos de proporciones. Es autosuficiente, no tiene nada de superfluo -expresó Orekhov en una entrevista para Russia Beyond- He sentido una fascinación inconsciente con él desde que era un niño. Pero también es un símbolo religioso antiguo, la imagen del renacimiento de nuestro mundo interior”.
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