Ángel Pascual Ramos, de 23 años, Lautaro Pasotti, de 24, Ignacio Retondo, de 22, Alexis Cuzzoni, de 20, Tomás Domínguez, de 21, y Franco Lykan, de 24, son los seis hombres detenidos por haber violado grupalmente a una joven de 20 años en el barrio de Palermo.
El aberrante acto, que fue realizado a plena luz del día y adentro de un auto, terminó cuando los agresores fueron interrumpidos por los vecinos de la zona y por la policía después, que se presentó en el lugar respondiendo al llamado del 911. La joven, que declaró haber sido drogada por los hombres, dijo que se presentará como querellante en una causa penal contra los hombres que la violaron.
Al respecto, consultamos al doctor Walter Ghedín, psiquiatra y sexólogo, quien habló acerca de la conducta del violador.
"Todo encuentro íntimo necesita de un acuerdo, de un consenso para convertir ese acto en placer, por el acto en sí mismo y por la libertad para decidir estar con esa persona", comenzó explicando el médico. "Cualquier circunstancia desigual en la que uno decide y el otro se somete, se considera una relación no consensuada. Es el acto violento de irrumpir en la intimidad del otro, y va desde un comentario humillante hasta un sinnúmero de acciones que tienen el mismo significado de poseer, de meterse con el cuerpo y las emociones del otro sin acuerdo. Y si el otro está impedido de ejercer su derecho a decidir, su existencia se ve reducida por una fuerza unilateral (la del victimario) que lo deja impotente, indefenso, violado", agregó.
La violencia sexual
Según continúa Ghedín, en el área sexual existen muchas conductas que convierten a la relación en un vínculo desigual, con el foco en la falta de consenso. "Forzar a tener relaciones, obligar a tener prácticas sexuales por el solo hecho de que uno es el que quiere, convencer al otro de que tal o cual comportamiento sexual es lo mejor para la pareja, no usar profilácticos (cuando se ha decidido lo contrario) o quitárselo en el instante de la eyaculación, son solo algunos ejemplos", explica.
"Sin embargo, la violación es el extremo de la violencia que usa al sexo como medio para la dominación, la crueldad, el sometimiento. Pero esa acción vil es solo una conducta que emerge de una personalidad que cree que el otro puede ser tomado como sujeto débil, sin derechos, para saciar sus intereses no solo sexuales, sino de placer basado en la crueldad", añade.
"Pero si ahondamos más en el tema, a esa configuración personal que necesita de ese sujeto que no merece decir, decidir, cuestionar, acordar, nada más debe obedecer, no es 'objeto', como se dice comúnmente, si así lo fuera perdería el complemento que necesita el violento. Quien viola necesita que ese otro sea un 'sujeto', que tenga entidad como persona pasible de ser doblegado, dominado, y le ofrezca, tanto física como emocionalmente, alguna oposición (gritos, llantos, rasguños, resistencia física, etc.)", afirma el médico.
Según el especialista, "la violencia machista se caracteriza por este tipo de creencias ('la mujer me provocó, ella se lo merece', 'se quiere hacer la fuerte y es débil como todas', 'son histéricas que seducen, pero después no se bancan las consecuencias', etc.)". Por lo tanto, en todo acto de violación se suman diferentes factores:
- Una personalidad de base con rasgos narcisistas o psicopáticos (antisociales).
- Las creencias machistas como una forma de refuerzo que tiene como fin justificar la maldad hacia la mujer.
- El alto umbral para sentir miedo. El riesgo los alienta a seguir.
¿Un violador siente un deseo sexual irrefrenable?
Esta pregunta intenta responder qué sucede con el deseo sexual de un violador: ¿desea tener sexo o cubrir sus inseguridades? ¿Cómo funciona la virilidad de un violador frente a la mirada femenina?
El violador reúne tres aspectos fundamentales, continúa Ghedí
- No lo mueve el deseo ni el placer sexual (esto es secundario).
- Más que probar su virilidad, se asegura que puede ser más fuerte, vigoroso, hábil, astuto, y cuenta con un poder para someter a los demás.
- Su meta es confirmar que la mujer es menos que el hombre, que usa sus atractivos para provocar, y que merece una sanción que la debe ubicar en ese lugar secundario.
Solo o en grupos
Según el Dr. Ghedín, el violador puede actuar en solitario o necesita ser estimulado por la cohesión grupal. El violador solitario es un sujeto que se vale por si mismo, su retroalimentación no amerita la presencia de nadie más que de su víctima; está al acecho, actúa en la oscuridad, sorprende, espera a su víctima lo seduce, prefiere el riesgo, la marginalidad a la exposición social.
Luego están los otros, los de la patota, los que actúan en grupo valiéndose del refuerzo de los vínculos, del derecho a pasar por ritos para seguir perteneciendo, de la competencia para ver quién es mejor en la contienda, de seguir y cumplir con el líder.
Esta acción grupal, al actuar de esta manera, desafía al medio social: “mírennos, hablen de nosotros, llamen a la policía y a las cámaras, no somos caretas, actuamos bajo la luz del día para que vean lo que podemos hacer”. Estos violadores que actúan en grupos creen que ellos, con su acción, ponen al descubierto la maldad que asienta en cada una de las personas y que es reprimida a fuerza de ser “políticamente correctos” para estar en sociedad. Su pensamiento no acepta grises, o estás de un lado o del otro: "sos careta o actúas en la ilegalidad". No creen en las reglas de cuidado personal y menos interpersonal.
