La vida de Alberto de Mónaco está lejos de ser un cuento de hadas, como en otros tiempos se quería hacer creer que era la realidad de los miembros de la realeza, que aún continúan signando la vida pública de ciertas naciones europeas.
El mandatario monegasco, que hoy cumple 64 años, vivió una infancia en la que la carencia de afecto por parte de sus padres lo marcó a fuego, al igual que a sus hermanas, Carolina y Estefanía. Nació el 14 de marzo de 1958 bajo el nombre de Alberto Alexandre Louis Pierre Grimaldi, dos años después del casamiento de sus padres -el príncipe Rainiero de Mónaco y Grace Kelly- y catorce meses después del nacimiento de su hermana mayor, Carolina.
En medio de la riqueza, una infancia llena de carencias
Maureen Wood, su niñera fue la persona con la que conoció lo más cercano al amor de una madre. Fue contratada por la pareja real cuando tenía solamente 19 años, mientras Carolina tenía un año de edad y Alberto era un recién nacido.
El único momento del año en el que los niños Grimaldi se separaban de quien los criaba era en las vacaciones de verano, donde el protocolo y las "buenas costumbres" hacía que se tuvieran que quedar con sus padres. Es tristemente conocido que los primeros días sin Wood eran difíciles para los pequeños y que en más de una ocasión, Grace Kelly la tuvo que llamar para que volviera de sus vacaciones antes de tiempo.
Las costumbres de la Casa Real de Mónaco eran estrictas para los chicos: podían ver a sus padres tres veces al día, no todos los días. Y hasta la edad de 14 años, no tenían permitido compartir la mesa con ellos.
Tener amigos era otra de las cosas prohibidas para ellos: tomaban clases solamente junto a otros miembros de la aristocracia en su casa bajo la férrea indicación de su padre de que no debían confiar en nadie fuera de su familia.
Para Alberto, Carolina era su gran compañera, aunque -como en toda relación entre hermanos- tenían sus peleas. Juntos "padecían" el asedio de los fotógrafos desde que habían nacido y compartían la responsabilidad de asistir a actos oficiales junto a sus padres.
Alberto comienza a hacer su vida
Terminada su adolescencia, el heredero al trono de Mónaco se mudó a los Estados Unidos (país de origen de su madre) para asistir a la Universidad: estudió ciencias políticas, economía, música y literatura inglesa. En 1981 se graduó en Ciencias Políticas y se perfeccionó en idiomas. Al inglés y francés que ya dominaba, le sumó español, alemán e italiano.
De muy bajo perfil, no era noticia por sus romances ni por llevar una alocada nocturna y hasta se llegó a rumorear que podía ser homosexual. Pero quedó demostrado, tiempo después, que era muy bueno a la hora de ocultar su vida privada.
Claudia Schiffer, Naomi Campbell, Diana Ross, Taum O´Neil y Angie Everheart fueron algunos de los romances que se conocieron. Y hubo algunos más que nunca fueron confirmadas: Lisa Marie Presley, Kylie Minogue, Monica Bellucci y hasta se dijo que intentó acercarse a Gabriela Sabatini.
El primer escándalo público para Alberto fue en 1992, cuando Tamara Rotolo presentó una demanda por paternidad contra el príncipe. Quien era en aquel entonces moza en un bar de la Costa Azul, sostenía que había tenido una relación informal con Alberto y que había quedado embarazada de una nena, que llamó Jazmín Grace. La prueba de ADN confirmó la paternidad y el encuentro con su hija se dio recién cuando la niña cumplió 11 años, la reconoció a los 14 y le dio sus apellidos.
En mayo de 2005 llegaría una nueva demanda de paternidad contra el mandatario: la ex azafata Nicole Coste dijo públicamente que había tenido una relación de 6 años con Alberto y que habían tenido un hijo juntos llamado Alexandre, a quien reconoció meses después.
Mientras tanto, no había noticias de una candidata para convertirse en su esposa y ante la insistente pregunta, respondía con incomodidad: “Créanme, me casaré... Pero cuando encuentre a la persona adecuada".
Charlène Wittstock, la mujer que le cambió la vida
En el año 2000 tuvo el primer encuentro con quien sería su esposa: una nadadora sudafricana que ganó los 200 metros de espalda en el Encuentro Internacional de Natación de Montecarlo. Dos años después volverían a encontrarse en otra competencia, en la que el príncipe se animó a invitarla a salir. Pese a los 13 mil kilómetros que los separaban, en 2006 anunciaron su noviazgo oficialmente.
La pareja se casó el 1° de julio de 2011. Días antes de la boda trascendió que Charlène había intentado suspenderla, al enterarse de la su futuro esposo había tenido otro hijo con una amante durante el noviazgo de cinco años. Por otro lado, se dijo que la habían obligado a firmar un contrato pre nupcial en el que se exigía darle al menos un heredero y pasar cinco años casada hasta poder optar al divorcio.
La actitud triste y agobiada de la sudafricana el día de su boda hizo que se la bautizara como "la princesa prisionera" y "la novia más triste de la realeza". Y, para colmo, durante el viaje que realizaron como recién casados a Sudáfrica se alojaron en diferentes hoteles, alimentó aún más los rumores de una boda por conveniencia.
“Esta boda contribuirá a corregir la imagen estereotipada de Mónaco, a que se conozca mejor la identidad monegasca y sus valores económicos, sociales, culturales, humanitarios, deportivos y medioambientales”, fue una de las primeras declaraciones de un Alberto recién casado que distaba de parecer un hombre enamorado.
En diciembre de 2014 nacieron los mellizos Jacques y Gabriella. La vida en familia sigue siendo una asignatura pendiente en el clan Grimaldi, dado que durante los primeros años de vida de los pequeños, Charlène residía la mayor parte del año en una casa en el sur de Francia, mientras Alberto lo hacía en Mónaco.
Pasaron juntos la pandemia, aunque al regresar las actividades oficiales, Charlène no formó parte de ellas. Luego vinieron sus problemas de salud y la separación durante meses de sus hijos y de su marido, que se prolongó un par de meses más al regresar a Mónaco en noviembre pasado, cuando tan solo 10 días de haber regresado se recluyó en una clínica de Suiza para "recuperar sus salud", según se informó oficialmente.
El reinado de Alberto y los cambio de base que impuso
El mandato de Alberto en el trono monegasco trajo un aire renovador, a juzgar por los cambios que fue implementando. Hasta su nombramiento, Mónaco era conocido en el mundo como un lugar de lujo y sin impuestos sobre la renta. Su glamoroso casino, su atrapante premio de Fórmula Uno y su puerto repleto de opulentos yates eran su carta de identidad. Pero también era conocido por sus 60 establecimientos financieros que lo llevaron a integrar la lista de paraísos fiscales no cooperativos establecida por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo (OCDE), quizá por eso el Principado cuenta con la mayor densidad de millonarios por metro cuadrado.
Alberto declaró que “debemos continuar diversificando la economía de Mónaco, no podemos quedarnos en el turismo de lujo” y fue así como decidió promover los habitantes de lujo, aprobando un megaproyecto para ganar unos 350.000 metros cuadrados al mar y generar un barrio con calefacción y refrigeración solar, estaciones de carga eléctrica, bicisendas y rompeolas para proteger la costa.
Por otro lado, para contrarrestar los efectos económicos negativos de la pandemia, redujo los gastos del Palacio de 13 a 8 millones de euros anuales. Entre sus gobernados, Alberto cuenta con una buena imagen como mandatario, sin escándalos y con bastante sentido común.
El festejo de cumpleaños de Alberto
Este fin de semana se conoció oficialmente la noticia de que la princesa estaba de regreso en el Palacio, reunida una vez más con sus hijos y su esposo.
"Charlene ya ha regresado a Mónaco, donde se ha reunido felizmente con su familia y sus seres queridos", anunciaron. El regreso de Charlène, tras casi 4 meses internada en una clínica en Suiza, es más que oportuno, ya que podrá estar junto a su esposo (y a sus hijos) en el festejo de su cumpleaños.