Recién recibida de enfermera, Alicia Reynoso viajó a Buenos Aires dejando su Gualeguaychú natal para probar suerte. Corría el año 1980 y se había anotado para incorporarse a la Fuerza Aérea, donde terminó seleccionada como Jefa de Enfermería del Hospital Aeronáutico Central. Dos años después, a sus 24, tuvo que apostarse en Comodoro Rivadavia para organizar la atención primaria de los heridos en la Guerra de Malvinas.
"Mi primer destino fue el Hospital Aeronáutico Central, como Jefa de Enfermería. En el `82 me sorprende la guerra, como a todos, y me ordenan ir junto con el Hospital Militar Reubicable que había comprado la fuerza el año anterior, el mismo que hoy vemos al lado del Hospital Central batallando contra el Covid", rememora.
Pero retomemos el principio de su historia cuando, habiendo cursado la primaria y la secundaria en una escuela pública de Gualeguaychú decidió partir a Santa Fe a estudiar en la Escuela Superior de Enfermería. De allí, el destino era Buenos Aires: ingresó en la Fuerza Aérea después de ver una convocatoria en la televisión. "Si bien decía "joven argentino", las mujeres podíamos ingresar y así empecé a ser enfermera militar. Quedamos 21 seleccionadas en 1980 y fuimos a hacer la instrucción militar, la mitad fue para Córdoba y la demás, a Buenos Aires", recuerda.
En aquel momento no dudó de cuál era su deber: "Fui a cumplir con la Patria cuando ella me llamó, como habíamos jurado al entrar a la fuerza. Para nosotras era una experiencia tremenda y no nos dábamos cuenta de que estábamos escribiendo una parte importante de la Historia Argentina", afirma, y luego brinda algunos detalles de los preparativos: "Me armé de 5 enfermeras más: de Terapia, la de Unidad Coronaria, de Guardia y yo, además de la que estaba destinada en el hospital en Palomar".
Luego explica cómo fue su tarea: "Llegamos a Comodoro (Rivadavia) y nos informaron que el hospital se quedaba ahí, lo armamos y preparamos todo. De ahí salía todo lo que iba para las Islas y recibíamos los heridos, los asistíamos y los evacuábamos porque ese hospital no podía quedar con pacientes internados porque nunca sabíamos cuándo venía el otro avión con más heridos", detalla y añade: "Ahí nos subíamos a los aviones que nos designaba la superioridad y marchábamos con los heridos, llevándolos a diferentes provincias".
Terminado el conflicto bélico, Alicia continuó trabajando y, también, con su vida. "Seguí estudiando: me recibí de Radióloga. Después me casé, tuve dos hijas. Ahora estoy separada", cuenta.
Pero, lo que jamás hubiera imaginado es que comenzaría para ella una nueva lucha: el reconocimiento por parte del Estado de su carácter como Veterana de Malvinas. Si bien está amparada bajo la Ley Ley 23118 del Congreso de la Nación, tuvo que entablar un juicio cuyo fallo final fue, recién, el año pasado.
Hoy está actualmente jubilada y vive en Paraná, Entre Ríos. Trabajó durante 42 años y tiene una agenda cargada, ya que es convocada todo el tiempo para brindar su valioso testimonio: una mujer que estuvo en Malvinas brindando servicio patrióticamente.
Y luego aclara aquella experiencia le pasó factura varios años después: "En 2010 tuve un derrape psicológico que me llevó a hacer análisis... pude sacar desde adentro algo que tenía muy guardado y que era lo que yo había vivido en esos tiempos de la guerra".
Para ella, prestar servicio en el conflicto de Malvinas no solo tuvo que ver con su vocación y profesión, sino con lograr el reconocimiento que merece: "Levanté la bandera por la visibilidad de la mujer: primero yo solita, luego se me fueron acoplando mis compañeras a medida que se iban animando y fue una lucha muy grande, porque recibí muchas amenazas para que me calle. Me dieron golpes, me empujaron... a mis compañeras también, en Córdoba, las encerraron en una habitación y las obligaron a hacer silencio porque no podían decir que eran veteranas... Siendo que habíamos sido reconocidas como tales por la Ley 23118 por el Congreso de la Nación, con medalla y diploma".
Luego, se explaya sobre la batalla legal que tuvo que entablar contra el Estado, dado que tanto ella como otras mujeres no recibieron el mismo reconocimiento que sus compañeros varones. Esto se traduce en una pensión y en beneficios por su labor durante el conflicto bélico. "El 7 de mayo del año pasado, la Justicia falló a mi favor pese a que ellos apelaron varias veces. Recién este año, el 1 de febrero, pude lograr que me dieran el certificado de veterana para exigir la pensión y los beneficios que me corresponden", explica y afirma que todavía no logró que esto se concretara.
"Tantos años pasaron... esto significa mucho más que saldar una deuda económica: es una deuda de honor. La verdad triunfó: es un triunfo de la mujer empoderada, del respeto, de la mujer que no es considerada ni cosa ni alfombra, porque en la Fuerza Aérea para que te consideren tenés que ser calladita y eso es lo que no soy. Me callé durante 32 años esperando que ellos hablen de las mujeres que llevaron a la guerra y sin embargo lo único que hacían, era desacreditarnos o decirnos que habíamos "ido como putas", como lo dijo uno de los altos jefes" y concluye: "Me resta luchar para que me den esa pensión, creo que mi satisfacción más grande que me dieran la razón. La Justicia sí me escuchó".
Fotos: Fabián Uset
Edición de video: @cristian_calvani
