La cala nunca pasa de moda. Y es que la elegancia y sutileza que desprenden sus bellísimas flores, la convierten en una de las especies favoritas de siempre para decorar interiores y exteriores.
También conocida como lirio de agua, su nombre científico es Zantedeschia aethiopica y es una especie nativa de Sudáfrica que puede llegar a medir más de un metro de altura.
Un dato curioso es que sus bellísimas flores son en realidad sus hojas, las cuales nacen en forma de espiral desde el tallo para proteger las espatas.
Si bien las calas más comunes son de color blanco, también pueden encontrarse en diferentes tonalidades como rojas, rosas, amarillas, moradas e incluso bicolor.
Cómo cuidar una cala
A pesar de su aspecto tan delicado, las calas son muy resistentes y fáciles de cuidar. Sin embargo, siempre conviene tener en cuenta algunas recomendaciones para que luzcan espléndidas durante su época de floración (primavera).
- Ubicación: en climas cálidos, conviene colocarla en un lugar con semisombra donde reciba una buena dosis de luz solar por la mañana, mientras que en climas fríos, necesita una buena iluminación durante varias horas.
- Temperatura: si bien las ideales oscilan entre los 14 ºC y 20 ºC, puede tolerar temperaturas bastante más bajas.
- Riegos: deben ser frecuentes pero moderados y siempre manteniendo la tierra ligeramente húmeda, sobre todo durante los meses más calurosos. En invierno se recomienda reducir la frecuencia.
- Sustrato: debe ser rico en nutrientes y contar con un buen drenaje que evite los encharcamientos.
- Fertilizante: en su época de floración (primavera y verano) se le puede aplicar abono orgánico y ecológico cada 15 días.
- Poda: si bien no es necesaria, se recomienda eliminar las hojas y flores marchitas para evitar que tenga algún tipo de enfermedad parasitaria.