Está a punto de cumplir 58 años y ya es abuela, pero para la mayoría de los televidentes Melissa Gilbert sigue siendo Laura Ingalls, aquella niña sonriente y justiciera que siempre llevaba dos trenzas en La familia Ingalls, tratando de solucionar los problemas del pueblo de Walnut Grove.
Su último episodio se emitió en 1983, hace casi 40 años. Desde aquel entonces, Gilbert se embarcó en un sinfín de proyectos pero nunca pudo sacarse de encima el papel que la hizo conocer la fama a muy corta edad y que interpretó durante 10 años de su vida. Sin embargo, a diferencia de otros ex “niños estrella” que caen en el olvido o luchan toda su vida por tomar distancia del recuerdo infantil que se tiene de ellos, ella decidió abrazar este legado y seguir explotándolo hasta el día de hoy.
El papel que marcó su vida
Criada por una familia de artistas, el destino de Melissa Gilbert estuvo en un punto escrito de antemano. Fue adoptada un día después de su nacimiento, el 8 de mayo de 1964, por los actores Barbara Cowan y Paul Gilbert. Su abuelo era Harry Crane, un famoso guionista de cine y televisión que trabajó junto a estrellas como Laurel y Hardy, Frank Sinatra y Dean Martin. Por la misma época, la pareja de artistas adoptó a otro nene, Jonathan Gilbert, quien interpretaría en La familia Ingalls a Willie Oleson, el hermano de la archienemiga de Laura (la odiosa Nellie Oleson). Más tarde, la madre de Melissa tendría una hija biológica con su segundo esposo, Sara Gilbert, quien también se dedicó a la actuación.
Cuando tenía 9 años, Melissa se presentó al casting de la serie que preparaba Landon en base a los libros autobiográficos de la novelista Laura Ingalls Wilder, el primero de los cuales se había publicado en 1932. La familia Ingalls retrataba las vicisitudes de una familia de pioneros de Estados Unidos en el siglo XIX, quienes afrontaban desde pestes, sequías y tornados hasta tragedias personales como muertes infantiles y accidentes inhabilitantes. Sin embargo, la serie también incluía grandes momentos de comedia a cargo de personajes como el de Harriet Oleson (Katherine MacGregor), la malvada dueña de la única tienda de ramos generales del pueblo, y personajes bonachones como el del señor Edwards (Victor French) que, cada tanto, le recordaban al espectador que no todo era un valle de lágrimas.
Al parecer, más de 500 nenas se presentaron para personificar a la hija del medio de Charles Ingalls pero fue Melissa (quien por ese entonces lucía unas adorables paletas que volvían su sonrisa irresistible) la que se robó el corazón de todos, incluido el de Landon. El actor no solo había creado la serie, sino que también se había reservado el papel del padre de Laura, Charles Ingalls; según recordaría la actriz años después, fue la misma hija de Landon, Leslie, que iba a la escuela con ella, quien le reveló durante un recreo que se había ganado el papel.
Michael Landon, su segundo padre
A lo largo de los años, Gilbert nunca se cansó de repetir lo importante que había sido Landon en su vida, quien no sólo le había dado el papel que la consagró, sino que también se convirtió en un segundo padre después de que el suyo muriera cuando ella tenía apenas 11 años. Entre otras cosas, aseguró que Landon le enseñó valores como la importancia de la familia, la comunidad, la compasión y el amor, tópicos que tenían un fuerte peso en el programa televisivo ideado por la entonces ex estrella de Bonanza.
En una entrevista con el canal CBS en julio de 2020, la actriz contó que Landon creaba un ambiente muy divertido durante el rodaje, por lo que nunca vivió los diez años que pasó en el set de La familia Ingalls como un trabajo. “Era como pasar el tiempo en un gran campamento de verano, pero en el que además podía jugar a disfrazarme con toda esa ropa fantástica y esos zapatos abotonados. Jamás lo recuerdo como algo que no haya sido divertido”, señaló.
El vínculo entre ambos era tan cercano que, cuando Gilbert se graduó, fue Landon quien la acompañó a la fiesta de egresados. Sus padres eran muy amigos del actor y su esposa y en más de una ocasión Melissa se quedaba a dormir en su casa, donde compartía pijamadas con las hijas del matrimonio. Tiempo después, durante su adolescencia, tuvo un romance con uno de sus hijos. Y nombró a su segundo hijo, Michael, en honor a su mentor.
Melissa Gilbert después de La familia Ingalls
Gilbert recordó en varias entrevistas que en 1983, cuando filmaron el último capítulo de La familia Ingalls, le confesó a Landon que tenía mucho miedo porque no sabía qué sería de su vida a partir de entonces. Según su versión, el actor la tranquilizó diciéndole: “No tengas miedo. Para vos esto es apenas el comienzo”.
Sin embargo, las palabras del creador de Camino al cielo fueron acertadas solo en parte. Si bien ella sigue actuando hasta el día de hoy, principalmente en producciones para la televisión (lo que la llevó a ser bautizada como “la reina de las películas para la televisión”), protagonizó una sitcom con Rosie O’Donnel en 1992, Stand By Your Man, e incluso participó en concursos televisivos de alto perfil como Dancing With The Stars, su carrera nunca volvió a ser la misma. De hecho, su única nominación al Emmy data de esa época y se produjo en 1980 por su papel como la escritora y activista estadounidense sordociega Helen Keller en El mundo de Helen Keller, una producción para la pantalla chica que se llegó a ver en la televisión abierta argentina en los ‘80.
Si bien algunas de las películas que produjo con su compañía Half Pint Productions (en referencia a half pint, “media pinta” en inglés, el sobrenombre que le daba Charles a su hija Laura en la serie) la llevaron a actuar con figuras como Jean Simmons, Rosanna Arquette y Farrah Fawcett, casi ningún entrevistador quiere saber acerca de estas vivencias cuando la tiene enfrente. Las preguntas versan, una y otra vez, sobre su lejana experiencia como Laura Ingalls. Lejos de enojarse o de tratar de borrar esos diez años de su pasado, Gilbert tiene la inteligencia de usarlos a su favor.
Entre otras cosas, presidió el poderoso sindicato de actores de Estados Unidos Screen Actors Guild (SAG) entre 2001 y 2005, e incluso fue candidata demócrata al Congreso de Estados Unidos por el estado de Michigan en 2015. Y todo esto gracias a la popularidad que obtuvo cuando era apenas una niña. En 2009 publicó una autobiografía titulada Prairie Tale (”Cuento de pradera”), en una clara alusión a la serie que la lanzó a la fama. Cinco años después editó un libro de cocina, My Prairie Cookbook: Memories and Frontier Food from My Little House to Yours (”Mi libro de cocina de la pradera: recuerdos y comida de frontera de mi pequeña casa para la tuya”), en cuya tapa se la ve sonreír como la pequeña Laura. En 2018 incluso se sumó al elenco del exitoso musical The Little House on the Prairie, aunque ya no como Laura sino como la madre de las niñas Ingalls, “Ma”.
Secretos familiares, alcoholismo y otras revelaciones
El lanzamiento de la primera autobiografía de Gilbert supuso una pequeña revolución para los seguidores de La familia Ingalls por las fuertes revelaciones que contenía. En sus páginas, la actriz no solo recordó el alcoholismo de Landon, sino que también confesó el suyo propio. “Cuando era chica no sabía que había vodka en la taza de café que (Landon) bebía a sorbitos… Pero estoy segura de que él es una de las razones por las que, cuando yo era ya una joven adulta, casi siempre elegía a hombres que olían a alcohol”, escribió. “Aunque debo decir, a su favor, que nunca lo vi borracho, nunca vi cambiar su personalidad”, añadió. Confesó que ella misma había llegado a tomar dos botellas de vino cada noche y que decidió ponerle fin a su adicción el día que se quedó dormida en la cucha de su perro.
A lo largo de sus casi 400 páginas, Gilbert también recordó su romance público con Rob Lowe en los 80 y contó que había perdido un embarazo de él, lo que la afectó profundamente. Luego se casaría en tres oportunidades con los actores Bo Brinkman, Bruce Boxleitner y Timothy Busfield (su actual compañero) y tendría dos hijos, Dakota y Michael, con los dos primeros. También habló de la relación distante con su hermano Jonathan Gilbert, quien dejó de tener contacto con su familia. “Cuando cumplió 18, simplemente desapareció. Si bien reapareció un par de veces en los últimos años, solo lo vi tres veces en las últimas dos décadas”, señaló. Asimismo, habló acerca de lo que había podido reconstruir a lo largo de los años acerca de sus padres biológicos. Descubrió que no era hija de una primera bailarina y un universitario que la habían dado en adopción para no interrumpir sus brillantes carreras, como le había contado su madre, sino de una bailarina –no está segura de qué tipo de bailarina- y un pintor de carteles que se habían fugado juntos y ensamblado sus familias. Como cada uno tenía tres hijos de matrimonios previos, al parecer decidieron que no podían mantener una séptima hija.
Además, ahondó en cómo la había afectado enterarse recién a los 45 años de que su padre, Paul Gilbert, no había muerto de un ACV (como le habían en aquel entonces) sino que se había suicidado. Desde entonces, suele usar sus redes para hablar acerca del suicidio. El 10 de octubre del año pasado escribió en Instagram bajo una foto de su padre: “Hoy es el Día Mundial de la Salud Mental. Mi padre se suicidó cuando yo tenía 11 años. Había amenazado con hacerlo un año antes de que finalmente apoyara una pistola en su cabeza. Por favor, escúchense. Tómense en serio unos a otros. No barran las cosas debajo de la alfombra. Estén ahí. Sean honestos. Ámense. Ayuden. Pongan fin al estigma”.
La pradera, otra vez
El próximo 10 de mayo, apenas dos días después de su cumpleaños 58, Gilbert lanzará un nuevo libro autobiográfico, Back to the Prarie (”De regreso a la pradera”), en el que cuenta cómo fue la experiencia de mudarse de Hollywood a una casa de campo en la región montañosa de Catskill, en el estado de Nueva York, junto a su tercer esposo, Timothy Busfield. Además, describe con humor cómo sobrellevaron la pandemia de covid-19 cultivando una huerta, colocando cercos para alejar a los osos y criando gallinas (una de las cuales bautizaron “Dr.Fauci”, en honor al médico que lideró la lucha contra la enfermedad en Estados Unidos). En un curioso loop del destino, a sus casi 60 años Gilbert terminó viviendo en una granja al igual que los Ingalls, aunque en la suya no hace falta correr hasta un cuartito de madera para ir al baño o cargar agua en baldes accionando una bomba manual. En varias entrevistas, la actriz afirmó que habían decidido mudarse a un ámbito rural para poder envejecer en paz, lejos de los imperativos de belleza y juventud de Hollywood. Un repaso por su cuenta de Instagram (@melissagilbertofficial) permite entrever sus rutinas actuales: prepara pickles y tomates en conserva, alimenta gallinas, cría mascotas y recibe las visitas de sus nietos.
“Me hice la nariz cuando era adolescente, me puse implantes en los senos y luego me los saqué. Pero ahora finalmente me siento más cómoda que nunca con quién soy y me estoy reconciliando con la idea de envejecer. Soy abuela de varios nietos y lo adoro”, confesó en una entrevista reciente con el sitio Talkshop Live para promocionar su libro. “Y sí, me despierto a la mañana y mis tobillos están algo rígidos, y hay partes de mi cuerpo que están más bajas de lo que estaban. Pero sigo estando acá, sigo siendo yo, sigo siendo vital, aún puedo ocuparme de mi jardín, seguir haciendo ejercicio, jugar con mis nietos y tomar clases de danza… Solo que ya no hago estas cosas con tanto vigor y soy algo más amable conmigo misma”, explicó. “Me pasé tanto tiempo siendo ambiciosa y moviéndome constantemente que estar más tranquila ahora me parece un gran regalo”, añadió.