Lo diré rápido y en voz bien alta porque es una de las situaciones más recurrentes con las que me he topado en todos estos años: "Odiar a tu jefe NO es un buen motivo para emprender". O, cuanto menos, no es un motivo suficiente, por una sencilla y poderosa razón: las buenas decisiones nacen cuando vamos hacia lo que queremos, no cuando las elegimos para escapar de lo que no queremos.
Hace unos años, cuando me recibí como coach, descubrí que muchos coachees me buscaban para saber cómo emprender. Algunos de ellos tenían un trabajo estable y querían empezar a pensar cómo salir de ese ámbito laboral para comenzar una vida independiente. Soñaban con ser sus propios jefes, con no tener que escuchar más los pedidos de otras personas que los condicionasen. Otros simplemente odiaban a su jefe.
Yo les ofrecía a estas personas, desde ya, la posibilidad de pensar en su emprendimiento. Pero, antes de comenzar, les preguntaba si no les gustaría indagar un poco más en lo que les estaba pasando con ese jefe que los “enloquecía”, como para poder salir del trabajo por el deseo de salir al mundo y no por la imposibilidad de quedarse en ese trabajo. Y también para ver si lo que necesitaban era emprender un autoempleo o si lo mejor para ellos era emprender la búsqueda de un nuevo trabajo.
En mi experiencia, esa indagación generó grandes conversaciones de coaching e increíbles nuevas miradas sobre la realidad, sobre los juicios propios y las interpretaciones, que en todos los casos fueron permitiendo a mis coachees lograr mejores relaciones con sus jefes y consigo mismos. En algunas ocasiones se mantuvieron con mayor bienestar en su empresa, en otras cambiaron de trabajo y en algunos casos emprendieron.
Tal vez explorar un poco más sobre este vínculo ponga realismo a las expectativas que tengas respecto de emprender y puedas generar planes de acción más acordes a tus objetivos de corto y largo plazo y con resultados logrables. Y así, al ir pensando y dando forma a estas ideas sobre el emprender, al cuantificarla, al ir viendo su grado de realismo, puedas vislumbrar mucho mejor el camino. Lo importante es tomar la decisión correcta para nosotras, por las razones correctas y no por razones equivocadas.
Y así como muchos errores nacen de una premisa negativa errada (“NO quiero a mi jefe”), otros pueden emanar de sentimientos que no llevan el no como bandera, pero son igual de perjudiciales, o incluso más aún.
• Sentir miedo NO es motivo suficiente para NO emprender
En efecto, las emociones se entrelazan de formas muy particulares con los negocios, y nos generan confusión. Son como las sirenas que confundían a los marineros en la historia de Ulises. El miedo es una de esas emociones, y no solo suele ser muy poderoso, sino también muy mal consejero a la hora de tomar nuestra decisión de emprender. El miedo puede esconderse como perfeccionismo, indecisión o procrastinación, ya sea en el momento de elegir emprender o de tomar impulso y acción. Siempre debemos estar en alerta para distinguir si debo convivir con ese miedo y avanzar, o si debo prestarle atención pues me está cuidando.
• NO saber por dónde empezar tampoco es motivo suficiente para no emprender
Muchísimos de mis clientes no saben por dónde empezar. Los ayudo en parte porque tengo mucha experiencia y en parte porque uso una de mis técnicas favoritas cuyo nombre para mí explica bastante: Ingeniería Reversa. ¿Te enseño? Pensá cómo querés que sea tu emprendimiento el día que comience: que tenga una web, un nombre, un logo, una forma de atraer clientes, precios. Tomá todas esas cosas que te imaginás que va a tener y pensá cómo lograrlas, yendo hacia atrás. ¿Qué tengo que hacer para lograr tener un logo? ¿Cómo registro una marca? Y fíjate en aquello que no sabés, fíjate en tu red de contactos, quién podría ayudarte a saberlo. Y así, empezás.
• El tema del sueldo garantizado NO es la línea divisoria entre emprendedores y no emprendedores
Estoy convencida de que emprender es una actitud, una mentalidad, una forma de tomar el statu quo como un punto de partida y usarlo para “acometer” una obra difícil y desafiante.
Conozco muchísimos profesionales independientes que no considero emprendedores, es decir, que no “acometen y comienzan una obra, un negocio, un empeño, especialmente si encierran dificultad o peligro”, sino que toman su profesión como algo lineal, que realizan sin empeño alguno (y, en general, así son sus resultados).
Y conozco empleados de empresa que emprenden en nombre de la empresa con la misma pasión que si estuviesen emprendiendo su propio negocio. Después de algunos años de trabajar en Chicago en las oficinas corporativas en fusiones y adquisiciones de empresas, la multinacional en la que trabajaba me trasladó a Argentina para abrir su división local con dos objetivos: importar producto desde Colombia y adquirir una empresa local para crecer más rápidamente. En menos de un año, abrí nuestras oficinas, contraté un equipo, importé producto, lo colocamos en las cadenas principales e identifiqué una empresa nacional con más de 100 empleados, que adquirimos. El despliegue emprendedor fue intenso y de muchísimo aprendizaje, el cual usaría luego en mis propias empresas para lograr resultados que jamás hubiese imaginado antes.
Algunos acometen esa obra difícil porque tienen como propósito generar un impacto que transforme el mundo; otros, por la posible libertad; otros, por la trascendencia que podría implicar y otros, para lograr un crecimiento económico.
Si tu foco es cambiar el mundo, y estás dispuesta a usar tu ingenio para conseguir los recursos, seguramente emprender sea para vos, siempre teniendo en cuenta que entre un 70-90 % de los emprendimientos fallan…
Si tu foco es tener mayor libertad, sería bastante cuidadosa… Dependiendo del emprendimiento que hagas, podés terminar siendo mucho más “esclava”, y estar mucho más agobiada con tu emprendimiento, que en una relación de dependencia. La libertad que sientas depende de tu idea, de cómo la implementes y de tus deseos, necesidades y objetivos en el ámbito económico.
Si tu foco es la trascendencia, que tu nombre deje un legado, creo que emprender es una de las formas de lograr esto, pero aun así, hay que pensarlo bien, pues la mayor parte de los emprendimientos que son negocios, fallan. Hay formas de emprender algo trascendente que no implique dejar tu trabajo, por ejemplo, escribir un libro. Existe toda una categoría teórica para este último tipo, se trate o no de un negocio: la sidepreneur, es decir quien comienza un emprendimiento mientras mantiene un trabajo en relación de dependencia. Dependiendo de tu situación actual, empezar como sidepreneur es una buena forma de testear las aguas de la siempre desafiante aventura emprendedora.
Fuente: Fabiana Mejalelaty es economista y mentora de negocios. Estudio en San Andrés, tienen un MBA de la Universidad de Chicago y es fundadora de AlumbraLab, laboratorio de negocios. "Diseño de Vida” es su flamante primer libro.