Según cuenta la historia oficial, Carolina de Monaco y Stefano Casiraghi se conocieron en un crucero organizado por un amigo común, Francesco Caltagirone, en el verano de 1983. Fue en la isla de Cavallo, en la que ambos olvidaron que tenían pareja y empezaron su gran historia de amor.
Aquel verano, Carolina era la pareja oficial de Robertino Rossellini (hijo de la actriz Ingrid Bergman) y era quien había acompañado a quien entonces era su novia durante el entierro de su madre, Grace Kelly. Desde 1981 era considerado el prometido de la princesa.
Por su parte, Stefano tenía una novia -anónima y desconocida- con la que se había comprometido y a la que dejó plantada, esperándolo con sus padres en una isla mediterránea, Pinuccia Macheda.
El idilio entre los jóvenes fue inevitable y la pareja fue amada y muy buscada desde que se confirmó el romance: comenzaron a ocupar las portadas de todas las revistas del corazón del mundo. No se podía negar la química que había entre ellos, que se apreciaba en las imágenes que los captaban disfrutando de las cálidas playas del Mediterráneo.
Y, sin importarles demasiado el "que dirán", Carolina y Stefano redoblaron la apuesta e hicieron lo impensable: se escaparon juntos durante dos semanas a un viaje romántico en el que recorrieron Nueva York y París, finalizando en la casa familiar del entonces joven de 23 años, en Milán.
Tiempo después llegaría la boda, los hijos y el trágico final del piloto de off shore que dejó una herida eterna en el corazón de la princesa que, aunque intentó rehacer su vida, jamás pudo olvidarse de su gran amor.