En 1982 se estrenaba la película "Plata Dulce", una película con amplia crítica social al contexto político y económico en el que vivían los argentinos. Con el tiempo, este film se convirtió en uno de los clásicos del cine nacional y fue allí donde Marina Skell tuvo una de sus primeras participaciones en la pantalla grande, que le valió su ascenso a la fama.
Sin embargo, la actriz decidió abandonar la televisión y priorizar a su familia, mudándose a España hacia fines del 2001. Años antes había conocido a Carlos De Matteis, director y dramaturgo, que se convertiría en su esposo en 1983 y sería el padre de sus cuatro hijos: Catalina, Tomás, Anastasia y Olivia.
A pesar de la felicidad que implicaba ser madre, esto atentó contra las propuestas laborales debido a las exigencias de las productoras. "El tema era que la televisión demanda cierta cuestión estética, tenés que estar divina, flaca, espléndida...yo había tenido dos hijos y mi cuerpo se estaba recuperando", relató Skell, en diálogo con Diario La Nación.
Años después, debido a la incertidumbre que se vivía en el país, se mudaron a la ciudad de Madrid. Allí, Skell comenzó a trabajar en una inmobiliaria y luego, en una agencia que vendía espectáculos de teatro. En aquel momento, sus niños más grandes eran adolescentes y la mudanza no había sido nada fácil, a lo que se sumaba su tristeza de haber dejado los escenarios.
Sin embargo, se les dio la posibilidad de abrir una escuela de teatro y fue así como Marina y Carlos pudieron retomar su pasión por el arte. Con mucho esfuerzo y perseverancia, llevan a cabo "Plot Point", que tiene sus propias producciones hace más de 15 años y que también colabora con otras compañías.
A pesar de todo, Marina logró establecerse en el extranjero y echar raíces pero no olvida su pasado en nuestro país. "Estoy un poco lejos del día a día de la Argentina. Extraño a los amigos... Hace seis años que no voy, al principio iba bastante para ver a mi mamá que ahora vive en Madrid también", finalizó, durante la entrevista.