“La arquitectura debe de ser la expresión de nuestro tiempo y no un plagio de las culturas pasadas”. Le Corbusier
Las elegantes mansiones sobrepasaban los bordes de una planificación urbana que comenzaba a tener una mirada ya no para pocos, sino la idea de grandes volúmenes para albergar a muchos. El edificio Kavanagh ofrecía mantener los lujos reduciendo metros cuadrados y proponiendo la innovación edilicia de la modernidad de los tiempos que se avecinaban.
Probablemente una interesante propuesta para los tantos venidos a menos en la "Depresión del 30" cuando el crack de la bolsa de New York en el año 1929 obligó a muchos a desprenderse de desproporcionadas mansiones. O tal vez fue la post guerra la razón que desalentó la mirada hacia el academicismo europeo dando lugar a un nuevo lenguaje arquitectónico.
Corina Kavanagh Lynch fue una joven porteña de padres irlandeses, devenidos estancieros en nuestras pampas, que acunaron una importante fortuna. Socialmente para esa época solo se auguraba encomendarla a un próspero matrimonio. Para tal fin se casa con Ham Kenny y enviuda a los pocos años, recibiendo una importante herencia. Le siguen dos matrimonios más sin futuro ni hijos.
Lo cierto es que sola y con 44 años, decide invertir en el negocio inmobiliario, un rubro que era por entonces manejado por hombres.
Es en abril de 1934 cuando encarga la construcción de un edificio de rentas delegando el diseño a los arquitectos Gregorio Sánchez, Ernesto Lagos y Luis María de la Torre y levantado por la Constructora Cervini. Para financiar su proyecto, debió vender tres estancias que poseía en Venado Tuerto, Santa Fe.
El Kavanagh fue el primer rascacielos porteño con 110m de altura hasta la azotea y 120,35m hasta la terminación del mástil, dando inicio al Movimiento Moderno Argentino mezclando el art decó con el expresionismo europeo.
Pero no sólo fue el primer rascacielos de la Argentina sino también la estructura de hormigón armado más alta del mundo en ese momento. Recordemos que los rascacielos de NY tenían más altura, pero estructura de acero.
Ubicado en la intersección de las calles Florida y San Martin del barrio de Retiro, el edificio inaugurado en 1936 se va adaptando con su volumetría escalonada a la barranca natural del terreno. Su estructura recae sobre una parcela de forma triangular y se abrió una calle lateral, llamada pasaje Corina Kavanagh, que divide al edificio del anexo Hotel Plaza.
Aunque tal vez para mantener un lenguaje con las mansiones europeizantes que lo rodeaban, el remate final de mansarda francesa lo liga al entorno en diálogo estilístico con esos estilos que ya quedaban en el pasado. Los tres últimos pisos del Kavanagh adquieren la forma de falsos faldones rampantes negros, dando un aire señorial al edificio.
La obra demoró sólo catorce meses, inaugurándose en enero del '36. Cuenta con 28 mil metros cuadrados, 30 pisos, subsuelo y terraza, sistema telefónico central y pileta. En total suman 103 departamentos distintos entre sí y 10 locales en planta baja.
Como un elemento avanzado para la época, se colocó un equipo de aire centralizado Carrier, el primero a nivel mundial, como reza una placa en zona de calderas por “estar equipado con una instalación central de aire acondicionado”. Las calderas, similares a las de un buque trabajaban a carbón, por eso estaban a cargo de un maquinista naval. Luego llegó el petróleo y finalmente el gas natural, adaptándose a los adelantos de las generaciones que lo precedieron.
Al ingreso, una puerta giratoria antecede al hall y seguidamente a la sala de recepción y sala de espera, como un lobby de hotel. Tres vestíbulos en planta baja que distribuyen el ingreso a los 3 de los 5 volúmenes.
No hay escalera de honor, lo que rompe con el academicismo. La luz indirecta señala el pasillo, pisos de roble de Eslavonia de media pulgada de espesor en forma de damero, piedra rústica en columnas y galerías con boiserie de roble claro.
Allí también están la oficina de información, baños, 12 ascensores y 5 escaleras ocultas. El edificio no dispone de portero eléctrico por lo que las visitas se anuncian telefónicamente en la recepción, recreando la escena de hotel. Tampoco tiene cocheras, sólo entrada de cortesía.
Corina Kavanagh ocupó inicialmente la unidad 14A del edificio, que contaba con 726 m2 y un detalle que lo identificaría, columnas jónicas en el jardín de la terraza.
Los detalles de lujo no tenían precedentes: pisos vinílicos en linóleum, cocinas equipadas con artefactos importados y confeccionadas con revestimientos de acero inoxidable, muebles en chapa pintados al Duco, baños de mármol y las carpinterías también son de Roble de Eslovenia o caoba.
A falta de certezas, un mito urbano explica el porqué de la construcción del edificio
Como Montescos y Capuletos, la leyenda de los Kavanagh y Anchorena no tiene fundamento fehaciente, pero se convirtió en la leyenda urbana que todos quieren escuchar.
Se dice que Corina Kavanagh estaba enamorada de Aaron Anchorena, hijo de una familia patricia y cuya madre, Mercedes Castellanos de Anchorena propietaria del Palacio Anchorena (actualmente Palacio San Martín), no aceptaba la relación.
Corina hizo levantar el edificio para obstruirle a Mercedes la vista a la Basílica Santísimo Sacramento que esta había construido como bóveda familiar.
Quería que toda su familia descansara en la cripta de esta Basílica, pero hoy en día solo sus restos se encuentran en el lugar, ya que el resto de su familia está en el Cementerio de la Recoleta. Esta versión no tiene asidero, pues Mercedes murió en 1920, 14 años antes de que se iniciara la obra.
Quienes habitan el Kavanagh hoy día son familias de clase alta, pero de bajo perfil. Diplomáticos, intelectuales y empresarios que valoran su arquitectura, su identidad y que no necesitan los amenities y ni siquiera cocheras, lujos que abundan en los nuevos roof tops de Buenos Aires.
El Kavanagh propuso una forma de vida funcional, con equipamiento de vanguardia, “vivir el arte en una obra de arte”. No es apto profesional por lo que todas las unidades son viviendas.
Ninguno de los 103 departamentos repartidos en los 30 pisos es igual al otro. Su construcción responde a los cambios de esa vida urbana, antes aún de la ley de Propiedad Horizontal, siendo un edificio de rentas. Con la llegada de la ley entre 1949 y 1951 muchos inquilinos pudieron comprar los inmuebles que hasta entonces rentaban.
A partir de 1999 la UNESCO lo integró en el catálogo de Patrimonio Mundial de la Arquitectura Moderna y ese mismo año fue declarado Monumento Histórico Nacional. Tiene además otros premios como abalan las placas en su interior.
Corina Kavanagh, Cora, tenía una personalidad que no cuadraba en los cánones de su época, así como el Kavanagh. Plantado en la barranca de cara al mismísimo Río de la Plata, su traza como proa encallada, hacía frente al horizonte que traería vientos de modernidad. Fuerte y macizo, firme ante las críticas de quienes rechazaban el vanguardismo de una nueva época, la expresión de un nuevo tiempo que resultaba imparable.
Texto: Silvina Gerard (@silvina_en_casapines).