Corría el año 1998 cuando Natalia Oreiro compró una de las casas más icónicas de la Ciudad de Buenos Aires, a sus cortos 21 años.
La actriz elegida para interpretar a Eva Perón en "Santa Evita", la nueva miniserie que se estrenará por Star+, vivió en esta mansión por 18 años junto a su marido, el músico Ricardo Mollo, y allí nació su hijo Merlín Atahualpa.
Ubicada en Palermo, más precisamente en el pasaje Santa Rosa donde su calle se caracteriza por mantener aún los adoquines, la emblemática mansión fue construida en 1887 y perteneció a la familia Alvear pasando luego por otros dueños hasta llegar a manos de la actriz quien, durante su estadía, le fue aportando poco a poco su impronta personal.
Según informó La Nación, durante muchísimos años, incluso con la dueña anterior a Natalia, la casa estuvo pintada de un color rosa pálido y se la conocía como "la casa rosa del pasaje Santa Rosa".
Pero hoy en día su fachada es una obra de arte hecha con mosaicos principalmente blancos. Y lo que parecen detalles al azar no lo son, ya que cada columna representa a un miembro de la casa. La creadora del mural es Graciela Barreto, profesora en La Plata, que estuvo ocho meses diseñando la pieza y cuatro fines de semana para su instalación contigua al portón.
La historia de la casa
Varios siglos atrás, Palermo Soho era puro campo y unas pocas propiedades se encontraban en la zona. Según informó La Nación, la empresa Moreno Mosconi & Cia., compró un predio cuyos límites eran las avenidas Santa Fe, Scalabrini Ortíz, Córdoba y la calle Godoy Cruz.
El objetivo era constituir la llamada "Ciudad de los obreros", pero se limitaron solamente a la apertura de las calles. Terminaba el año cuando Torcuato de Alvear (quien fue el primer intendente de Buenos Aires entre 1883 y 1887), colocó la piedra fundamental que bautizó la zona como Villa Alvear. Años más tarde, el Banco Inmobiliario, creado en 1888, que era propiedad del empresario Antonio Devoto, recibió la propuesta de vender una fracción de 200 hectáreas en la zona de la villa.
El Banco compra estas tierras y fue en ese momento de la historia en el que le encargó al reconocido arquitecto Buschiazzo el fraccionamiento y trazado urbano del barrio que buscó la saturación de los terrenos, achicando lotes y multiplicando calles. En el cruce de las actuales calles Serrano y Honduras, una pequeña plazoleta conforma el centro del barrio (a metros del pasaje Santa Rosa y la ex casa de los Alvear). Con los años, Villa Alvear dejó de llamarse de esta manera para pasar a ser conocida como Palermo Viejo (y hoy Palermo Soho).
Esta propiedad llegaba de donde está actualmente hasta la avenida Santa Fe, a unas nueve cuadras de distancia, donde estaban los portones de Palermo. Es decir que antes del desarrollo de la zona, los Alvear tenían una vista limpia y directa al Arroyo Maldonado, el cual, como decía Borges en sus libros, se consideraba que era el límite de la Ciudad hasta que luego se tapó y convirtió en avenida.
Cómo es por dentro la propiedad
Al atravesar el portón, un caballo multicolor que antecede la puerta de ingreso a la casa llama la atención a primera vista. En cuanto a vegetación, hay palmeras, camelias en flor, álamos, un ginkgo biloba (el árbol que sobrevivió a la bomba de Hiroshima) y otras especies japonesas divinas.
Los pisos originales de la mansión que construyeron los Alvear son de mármol blanco y negro, y el único lugar en el que se conservaron fue en el hall de entrada.
La propiedad cuenta con 480 metros cubiertos, entre los cuales se encuentran tres dormitorios y cinco baños.
Además, según las fotos publicadas por La Nación, cuenta con un bar, un jardín de invierno, pileta y una escalera caracol en color turquesa gastado.
Todos los ambientes se caracterizan por ser amplios y seguir un estilo ecléctico y colorido.
A pesar de ya no vivir en ella y haberla vendido, Natalia Oreiro aún mantiene una sala de ensayo en un rincón del predio al cuál tiene acceso y le sigue perteneciendo a pesar de la transacción económica.
Según el nuevo propietario, para quedarse con la casa hizo una estratégica jugada ya que hacía tiempo soñaba con vivir en ella: como se enteró de que ya estaban negociando con otro comprador que ofrecía 50 mil dólares menos de lo que pedían, aprovechó la oportunidad y en 48 horas se quedó con la propiedad.