En un tenso ambiente signado por los rumores de crisis matrimonial y de casamiento por conveniencia nacieron, el 10 de diciembre de 2012, los mellizos Gabriella y Jacques. Gracias a un tratamiento de fertilización asistida Alberto y Charlène de Mónaco se convertían en padres. Y le daban al trono sus herederos.
Según el orden de nacimiento, Gabriella debería suceder en el trono a su padre, pero como en Mónaco continúa rigiendo la ley sálica, esto no es posible. Porque la norma rechaza absolutamente a las mujeres en mandos monárquicos, siempre y cuando tengan un hermano varón. De haber sido dos o más mujeres, en ese caso sí sería una de ellas la destinada a ejercer el cargo.
Qué sí podrá hacer Gabriella en el futuro según la ley de Mónaco
Si de acá a que Gabriella esté en condiciones de suceder a Alberto no cambia la ley, la niña ya tiene su destino predeterminado. Por su estatus está obligada a no ejercer profesionalmente sus estudios. Lo que sí debe ir cumpliendo a lo largo de su vida es actividades relacionadas con la beneficencia, casarse bajo los preceptos del catolicismo y conservar el mejor de los estilos (si es posible, convertirse en un ícono de la moda).
Alberto y Charlène, siempre al borde del escándalo
Alberto de Mónaco y la princesa consorte, Charlène, se casaron en 2011 y en reiteradas ocasiones surgieron rumores de crisis en su matrimonio. Se dice que la llegada de los mellizos, tres años después, fue un recurso de acallar los dichos, además de proporcionarle herederos al Principado.
El nacimiento de los mellizos fue un motivo de gozo para los príncipes de Mónaco, puesto que, por fin vieron que el Principado tendría un sucesor. Si bien Alberto ya había tenido dos hijos (Jazmín y Alexandre) ambos en relaciones extra matrimoniales, no son tomados como candidatos al trono por no haber nacido en el seno de un matrimonio católico.
Por otro lado, diferentes fuentes aseguraron, en su momento, que el matrimonio entre Alberto y Charléne fue arreglado por conveniencia, puesto que el Príncipe no "sentaba cabeza" y ya era hora de que le diera herederos a la Casa Real. Para reforzar aún más esta teoría, los hechos: una vez transcurrida la boda y las celebraciones, los recién casados prefirieron pasar su propia luna de miel en hoteles diferentes en Sudáfrica. "Es más cómodo así", justificó él.