El "tiaragate", como se conoció en Reino Unido a la discusión que tuvo Meghan Markle con la reina Isabel II por una tiara para su casamiento, fue confirmada por el biógrafo real Robert Lacey. Así lo revela en su libro "Batalla de hermanos", en la que habla sobre la compleja relación que tienen hoy en día William y Harry. La duquesa de Sussex llevó una impactante tiara de diamantes, pero esa no fue su primera opción. De hecho, había elegido una con esmeraldas, que como provenía de Rusia, a la Reina no le pareció que fuera adecuado lucirla. Por eso, se opuso completamente y ganó la batalla, ya que Markle lució otro modelo.
Origen dudoso
La razón por la que Isabel II se negó a que Meghan lleve la tiara de origen ruso, es porque no se sabe bien cómo llegó hasta allí. Luego de la Revolución Rusa, parte de las joyas que pertenecían a la familia real de ese país acabaron en Gran Bretaña, algo que los deja mal parado. Por eso, la monarca se había opuesto rigurosamente a la elección de Meghan.
Relación familiar
En 1918, toda la familia del zar Nicólas II, primo de Jorge V de Inglaterra (abuelo de Isabel), fueron asesinados. Muchos creen que el Rey de Inglaterra, considerando los lazos familiares que los unían, podría haber hecho algo para que esto no sucediera. Sin embargo, decidió no involucrarse. Por eso, sorprende aún más, que joyas que pertenecían a los Romanov ahora estén en manos de la familia real inglesa.
Significado sentimental
Sin embargo, la tiara que Meghan sí usó en su casamiento tenía un valor muy especial para la reina Isabel II. Era una tiara estilo badeau que perteneció a la reina María, esposa de Jorge V y abuela de Isabel. La piedra central, es en realidad un broche compuesto por diez diamantes que había recibido por su regalo de bodas. Una pieza creada en 1937, que tiene un valor de más de dos millones de libras.
Momento tenso
De acuerdo al biógrafo, fue gracias al conflicto de la tiara que en Buckingham se vivió uno de los momentos más tensos de los últimos años. Según afirmó, Harry explotó de ira ante la negación a Meghan de poder usar la tiara que ella quería. Hubo fuertes discusiones relacionadas con el tema, pero Isabel II nunca cedió.