Esteban Bullrich compartió un emotivo mensaje para los argentinos que vivan en el año 2122 a través de un emotivo video. Fue en el marco de la presentación del nuevo libro de Pablo Sirven, Esteban Bullrich/Guerrero del silencio, que se realizó en Mendoza, en el auditorio de la Fundación Mendocinos por el Futuro.
El libro de Pablo Sirvén es una biografía atípica de un político argentino, donde también repasa la extraña enfermedad que lo aqueja. La Esclerosis Lateral Amiotrófica (ELA), la política y la fe son los tres ejes temáticos de los diez capítulos que posee el libro. El último capítulo es de la autoría de Bullrich y contiene un mensaje para los argentinos que vivan en 2122, tal y como lo cita el ex senador, en el que reflexiona sobre los valores más importantes que no deben perder los argentinos que vivan dentro de un siglo.
Este es el mensaje de Esteban Bullrich
“Buenas tardes, déjenme honrar las enseñanzas de mi abuela, agradeciendo a Luis Petri y la fundación Mendocinos por el Futuro porque es un amigo y dieron lugar a este evento, a Cristina Pérez por su profesionalismo y a Pablo Sirvén por el trabajo que le dedicaste a este libro y sobretodo por la paciencia que me tuviste.
Se me ocurrió que como introducción les voy a leer la cápsula de tiempo que Pablo me pidió. Es una carta a los argentinos de 2122 y forma parte del libro.
Me llamo Esteban Bullrich. Nací en el siglo XX y morí en el siglo XXI. Creí en un solo dios que anidó a su hijo Jesús para salvarnos. También crecí influenciado por Joseph Campbell, un experto en mitología, que decía que nuestras religiones son mucho más parecidas de lo que aparentan y tienen una raíz común: encontrar un sentido a nuestras vidas en este mundo.
Busqué vivir para morir diciendo, como San Pablo: “Pelee hasta el fin el buen combate”. Concluí mi carrera, conservé la fe, me enamoré, me casé con María Eugenia [Sequeiros]. Tuvimos cinco hijos y formamos una gran familia que fue el centro de mi vida, mi más preciado regalo de Dios en esta vida. No estuvo libre de desafíos nuestra aventura. Dios puso a prueba nuestra fe muchas veces, pero aunque costara más, siempre distinguimos su cincel y aprendimos a encontrar las gracias que él nos regalaba durante esas cruces, crecimos como familia y personas.
Creo que en el dolor compartido encontramos siempre una luz que nos ayuda a fortalecernos y guiarnos fuera del laberinto de nuestra ansiedades y egoísmos. Puedo afirmar sin dudar que mi familia fue siempre el lugar donde encontré siempre calma y paz y que eso fue la base de mi felicidad. A lo largo de mi vida conocí más de 60 países y puedo decir que en la mayoría tengo personas que considero y se consideran como amigos.
Construir relaciones humanas fue una de las bases de mi forma de conducirme siempre y eso hizo toda la diferencia, también aprendí que somos generosos y solidarios mucho más de lo que creemos. Me he topado con esa generosidad sobre todo cuando sufrí esclerosis lateral amiotrófica, una enfermedad degenerativa y mortal”.