Algunos de estos oficios los recordamos de los relatos de los mayores. O de los recuerdos propios de la niñez, dependiendo de nuestra edad. Lo cierto es que en la sociedad actual hay oficios que ya no se requieren debido a los cambios tecnológicos, que impactan de lleno en los usos y costumbres. Con algo de nostalgia y algunos datos históricos, repasamos algunos de ellos.
1.El (o la) ascensorista
La profusión de hoteles construidos para alojar a las delegaciones que arribaron al país para los festejos del Centenario de la Revolución de Mayo y la irrupción posterior de los edificios de renta hicieron necesario contar con ascensoristas y “porteros” (hoy corresponde llamarlos encargados). Por ejemplo, en el Hotel Mejestic de Avenida de Mayo al 1300, el portero usaba una gorra de sarga con el nombre del hotel bordado en hilo dorado. Por otro lado, en los rascacielos porteños de la década del 30, los trabajadores vestían impecable traje y zapatos bien lustrados. Amabilidad y vocación de servicio eran condiciones indispensables para el puesto. La función de ambos hoy se ve en jaque producto del avance técnico.
2.El vigilante
Antes de los semáforos- tal como los conocemos hoy- existió el “vigilante” que se ocupaba del tránsito desde una garita. Era siempre el mismo, por eso tenía la radiografía de toda la cuadra y los vecinos se dirigían a él llamándolo por su nombre. Para amortiguar el calor del verano, este trabajador público se colocaba hojas de lechuga debajo del sombrero. La estadística contradice el pensamiento: aunque uno tienda a pensar que a principios del siglo XX no pasaba nada, podemos precisar que en 1910 hubo 1.702 choques. Y eso que la velocidad máxima en el centro era de 14 kilómetros por hora. Un dato curioso más: en Argentina, el primer semáforo eléctrico empezó a funcionar recién el 31 de diciembre de 1958 en la intersección de las avenidas Leandro N. Alem y Córdoba.
3.El guardián de la plaza
De traje, zapatos y gorra con visera, allí estaba el señor que atemorizaba a los más chicos. Ponía orden cuando los juegos se salían de control; no solamente lo de los niños sino lo de los “filitos” (así se denominaba a las parejitas) que se hacían arrumacos y se decían cosas al oído, lejos de la vista de la gente. Hoy, todavía se puede ver a algún trabajador con este oficio, aunque la vestimenta sea otra.
4. El lustrabotas
Todavía hay varios lustrabotas en Buenos Aires, especialmente, cerca de la zona bancaria. Uno que cobró protagonismo es Agustín Gómez, que tiene su puesto en Diagonal Norte. Tanto protagonismo cobró, que hasta fue nombrado Ciudadano Ilustre de Buenos Aires. Es fácil reconocerlo porque usa un sombrero bombín y una amplia sonrisa. Su oficio está en declive desde que se impuso la zapatilla en la indumentaria de trabajo pero él formó un sindicato para garantizar los derechos de los trabajadores del rubro. Un dato color bien lustroso para cerrar: en Corrientes 348 nunca hubo un “bulo” como describía el tango “A Media Luz”. El autor era uruguayo y jamás había pisado Buenos Aires. A pensar de eso, la gente sigue sacándole fotos a la fachada donde nunca existió ni el cóctel, ni el amor sino, simplemente, un puesto bien puesto de lustrabotas.
5. El lechero
Hasta 1950 todavía podía verse al lechero en los barrios mas alejados del centro. Vendía leche al pie de vaca. Así lo preferían las madres, que hacían salir a sus niños con el jarrito a la puerta para que el lechero ordeñara al animal en la puerta de la casa. Ellas consideraban que la leche mas sana era la que salía de la ubre de la vaca. Además, no vaya a ser cosa que algún “vivaracho” llegara con el producto “bendecido”, como se le decía a la leche rebajada con agua. Todo muy lindo pero de pasteurización ni hablar, que comenzó de manera incipiente en 1940, haciéndose obligatoria por decreto en 1960.
6. El fotógrafo de plaza
Si bien sigue habiendo fotógrafos en lugares públicos, el negocio entró en decadencia con la irrupción de las nuevas cámaras fotográficas de alta resolución que traen los celulares. El oficio del "minutero" (entregaba la foto casi en forma instantánea) estaba regulado por el municipio. Era una fija que haya un fotógrafo en el Jardín Zoológico, en la Costanera Sur o en la plaza del barrio. Hasta mediados del siglo XX era un ritual sacarse una foto profesional en la plaza. Había que "empilcharse" y engominarse para la ocasión.
¿Qué otros oficios en extinción recordás?
Fuente: Mariela Blanco