Escaparte a una mansión histórica, a un hotel de campo o a un convento es posible. Y es que a tan solo unos pocos minutos de la ciudad de Buenos Aires se encuentran algunas reliquias arquitectónicas que guardan un montón de historias y que vale la pena conocer.
Mariela Blanco (@marielablancoperiodista), periodista y autora de "Leyendas de ladrillos y adoquines" nos cuenta cuáles son para pasar un fin de semana en modo turista.
Villa Ocampo - Elortondo 1837, Béccar
Villa Ocampo es una casa museo ubicada en la localidad de Beccar, provincia de Buenos Aires, que fue construida como residencia de verano para la familia Ocampo en 1891.
Allí se muda la escritora Victoria Ocampo en 1941 hasta su muerte en 1979. Durante esos años, la casa fue un verdadero escenario de la cultura.
La casa está prácticamente tal cual como en aquellos días. No es una recreación. Es la misma morada que finge la ausencia de Oliverio Girondo, de Jorge Luis Borges, de Julio Cortázar, de Ernesto Sábado, de Pablo Neruda, de Octavio Paz; ilustres invitados que coincidían en que esta residencia era un buen refugio.
La casa también parece sufrir la ausencia de la directora de la revista Sur pero la evoca con imágenes suyas en distintos momentos de su vida.
Doce mil libros fue su legado y algunos otros tesoros que están desperdigados por la casa: su máquina de escribir en el escritorio, como si la siguiera esperando, los característicos anteojos de marco blanco en la biblioteca y el brasero de características moriscas para resistir los días de invierno. Todo la recuerda.
Las personas brillantes suelen ser previsoras. Victoria donó en 1973 la casa a la Unesco para que podamos recorrer sus jardines y su vida entera.
Allí hay senderos que se pueden caminar antojadizamente, siguiendo los mismos pasos de esa mujer que fue libre y fue vanguardia.
Estancia La Candelaria - Ruta 205, Km 114.5, Lobos.
En la localidad de Lobos se erige La Candelaria, un imponente hotel de campo al que se puede ir a pasar una jornada a puro relax o quedarse a dormir en una suite con mobiliario rococó al estilo de la nobleza.
La historia de este lugar de ensueño comienza en 1840 por iniciativa del boticario Don Orestes Piñeiro que compra los primeros lotes de campo en el partido de Lobos que, hacia el final del siglo pasaría a ser la estancia La Candelaria, llamada así en honor a su esposa, Doña Candelaria del Mármol.
Rebeca, la hija adoptiva del matrimonio, se casa con Manuel Fraga Calveyra que en uno de sus viajes queda impactado ante un castillo en el valle del río Loire – Francia.
Como en un cuento de príncipes azules donde todo es posible, Don Manuel contrata hacia finales del siglo XIX a los mejores de su época para replicarlo en tierras bonaerenses, una práctica que era muy habitual entre las familias adineradas que tenían la posibilidad de conocer los palacetes de la realeza.
El arquitecto francés Alberto Favre envía los planos pero jamás pisa nuestro país así que es un constructor de apellido Molière quien erige el castillo "de película" de cuatro niveles donde, mas allá del claro predominio del normando francés, también se aprecia cierta influencia renacentista, del gótico y del barroco.
Don Orestes muere antes de que estuviera concluida la obra así que es su yerno quien se encarga de todo en el momento mas próspero de nuestro país.
Se cree que a la hora de dar grandes banquetes, a Don Manuel le gustaba mostrar la belleza del castillo en pequeñas dosis y que, recién al amanecer, se descubrían algunos ventanales para sorprender a los invitados con la vista del parque.
El hall de ingreso es imponente. Cuenta con pisos de roble de Eslavonia, con líneas en cedro y columnas con capiteles jónicos y corintios.
El salón comedor es quizás una de las salas más bonitas del castillo. Tiene una imponente araña de cristal de Baccarat, techo dorado a la hoja y sillones imperial Carveado con asientos repujados.
Todo el mobiliario es importado y tiene diferentes estilos como el Francés, Inglés e Imperial. Hay detalles palaciegos pensados para transportarnos al pasado, como una estufa de hierro fundido de origen Belga de 1880, imponentes techos casetonados, paredes con un delicado brocato de seda italiana, un gran gobelino holandés que cubre la pared de la escalera que lleva hasta el primer piso y un vitreaux que permite el ingreso de luz natural.
El parque merece un párrafo aparte. Fue diseñado por el paisajista Carlos Thays y cuenta con más de 100 hectáreas y 240 especies de árboles: casuarinas, ceibos, ombúes, paraísos, cipreses y álamos, entre otros ejemplares centenarios.
Se puede disfrutar de una charla histórica, ordeñar una vaca, caminar por el bosque, realizar un tour botánico, pasear en tractor, disfrutar de un show folclórico y de la piscina.
También se pueden hacer cabalgatas, andar en bicicleta, probar los productos regionales del almacén de campo, pasear en un sulky y utilizar las canchas de deportes.
Convento de San Francisco, Senador Dupont - Arroyo Gallo Fiambre sin número, Islas del Delta, Tigre
Es una perla en medio de las islas del Delta. Fue inaugurado en 1910 y diseñado por Virgilio Cestari, el arquitecto italiano reconocido por otras obras de envergadura como el Tattersall de Palermo y el Pabellón de los Elefantes del Zoo porteño.
Fue utilizado como lugar de residencia y práctica de la espiritualidad franciscana. Allí también funcionó una escuela mixta y se impartió la enseñanza de oficios requeridos para el progreso de la población local.
Luego de una inundación y posterior abandono, el actual propietario decidió acoplarse al proyecto de Silvina De Prado y Demian Gasco que son los dueños de Senador Dupont, un complejo que germinó al calor del amor familiar dedicado a mantener viva la historia del lugar a partir de visitas guiadas, eventos y la experiencia de dormir en un convento.
El edificio cuenta en la planta inferior con distintos salones acondicionados y además de comunicación interna entre los mismos, con acceso directo a los jardines y bosques.
La restauración respetó el diseño y logró mantener desde los mosaicos originales hasta las figuras de los santos de la capilla.
Allí se puede pasar la noche o alojarse en una posada y disfrutar de shows en vivo, piscinas, paseos en kayaks, trekking por las 40 hectáreas exclusivas de isla y realizar la visita guiada por el Convento.
Texto: Mariela Blanco (@marielablancoperiodista), periodista y autora de "Leyendas de ladrillos y adoquines".