“Es domingo, Palermo resplandece de sol, cada pingo en la arena llevará una ilusión. En las cintas los puros alineados están y a la voz de «¡Largaron!» da salida un afán”. Tango de Sotto y Attadia.
Dicen que el Tango y el Turf se dieron la mano afianzando la identidad cultural de una sociedad influenciada por la cultura europea. Para finales del siglo XIX la idea de progreso y modernización nacional, en orden y paz, surgió sobre una tierra plagada de inmigrantes y dirigida por intelectuales.
Sería el Hipódromo el lugar donde se mixearían las clases sociales germinando dicen, la sepa del mismísimo gen argentino.
La ciudad de Buenos Aires dejaba de ser la "Gran Aldea" para transformarse en una urbe cosmopolita adoptando la arquitectura de las Beaux Arts de París.
Surgieron las tiendas Gath y Chaves con escaparates “a la europea", los paseos por los grandes parques, las nuevas avenidas y entre otras cosas, el Hipódromo.
Una generación de ideas liberales, en vertiginoso proceso de crecimiento, un período de Organización Nacional, europeísta, seudo-culta, ocioso con abultada billetera como para imitar la cultura del viejo continente que se vería reflejada en pretenciosas edificaciones palaciegas contrastando los conventillos hacia el sur.
La clase alta, una élite porteña exclusiva y excluyente, estaba conformada por familias acaudaladas, terratenientes, burguesía agrícola-ganadera y políticos que gozaban de bienestar económico. Formaban parte de la famosa Sociedad Rural Argentina, del Jockey Club y el Club del Progreso, tradicionales bastiones masculinos que por entonces serían lugares de distracción y lobby político.
Las familias acomodadas de Buenos Aires buscaron actividades sociales para relacionarse. Además de fiestas, veraneos y salidas en carruaje al Teatro Colón, se practicaba el criquet, tenis, golf, polo y el yatching, era “el recreo de la Belle Époque”.
Por entonces llega de Inglaterra una nueva actividad deportiva, el Turf. Los jinetes (jockeys) y los caballos formarían parte de la idiosincrasia popular argentina.
Para 1870 funcionaban los hipódromos de Nuñez y Belgrano R en rudimentarios escenarios. Por su parte, en Palermo, el primer hipódromo se recuerda sumido en una suerte de pantanal, conocido como el “Potrero de las Cañitas”.
Dicen que cuando salía el rio llegaba hasta Luis María Campos y en este cañaveral se corrían las carreras cuadreras y de sortijas. La practica a pelo, sin gateras ni ejemplares pura sangre fueron el inicio de las carreras de apuestas donde un abanderado marcaba la largada al grito de «¡Vamos!».
Curiosidad Cementera
La construcción original del hipódromo contaba con una tribuna para 1600 personas y 40 palcos para familias. En 1908, bajo la administración de Pellegrini en el Jockey Club, se realizaron reformas a cargo del arquitecto francés Louis Faure Dujarric: se le impregnó del estilo neoclásico que se mantiene aún en la actualidad y se amplió la capacidad de las tribunas a 2000 personas.
La primera Tribuna Oficial se inauguró en mayo de 1876: era de madera, ladrillos y techo de zinc. Tenía además una cúpula metálica muy pintoresca y capacidad para 1.600 personas
Formalmente para 1876 se funda en Palermo el “Hipódromo Argentino”, sobre tierras cedidas en concesión del estado entre el Parque Tres de Febrero y los alfalfares de Rosas-Ezcurra.
La primera construcción, diseñada por el arquitecto Néstor París, era de madera, ladrillos y techo de zinc con una cúpula metálica de estilo victoriano. Solo un cerco perimetral lo circundaba para evitar el libre acceso del público.
En un principio con palcos diferenciados para hombres y mujeres que encontraban el escenario ideal para marcar tendencia, como una pasarela de la moda de entonces. Cientos de caballeros coronados por galeras y elegantes damas con pamelas (sombreros de ala muy ancha) deambulaban bajo sus sombrillas como lo hacían las damas inglesas en las carreras de Ascot.
Se creó la estación “HIPODROMO” en las proximidades y los visitantes llegaban desde el centro en tren o tranvías. Cerca de 10 mil personas presenciaron la primera carrera inaugural de las siete de ese día, ganada por el caballo “Resbaloso”, icónica en la historia del Hipódromo de Palermo.
En 1883 el predio comenzó a ser administrado por el Jockey Club, fundado el 15 de abril de 1882 por Carlos Pellegrini (1846 -1906). El club funcionaba como un centro social con el propósito de organizar y promover el turf en toda la Nación, creándose el Stud Book que registraba todos los caballos pura sangre del país.
En 1885 se corrió la primera versión del clásico “Gran Premio Nacional” (Derby Argentino) en presencia del presidente de la República el General Julio Argentino Roca (1843-1914), resultando vencedor el caballo Souvenir, bajo la monta de un jinete uruguayo de 11 años, algo impensado en tiempo presente.
A principio del siglo XX la “salida al hipódromo” se popularizó y la clase trabajadora también participaba, apostando a las patas del favorito de todos.
Asiduos visitantes del Hipódromo Argentino fueron, Julio A. Roca, José Figueroa Alcorta, Carlos Pellegrini, Hipólito Irigoyen, M.T. de Alvear, Ramón Castillo; artistas como Miguel Cané, Carlos Gardel, Ernesto Sábato entre tantos otros, testigos de su tiempo.
La Tribuna Oficial fue declarada Patrimonio Histórico de la Ciudad por su impactante arquitectura. Tiene la mejor ubicación, está frente al disco de llegada y desde allí se puede ver la pista en toda su extensión y escuchar el sonido de la histórica campana de la torre que suena antes de cada largada, evocando sus inicios.
Para 1908 se convoca al arquitecto y pintor francés Louis Faure Dujarric (1875-1943) para realizar las obras de ampliación y renovación de palcos y asientos para la concurrida audiencia.
Formado en la Ecole des Beaux Arts de París, el arquitecto Fraure Dujarric fue el predilecto de los Alzaga Unzué, para quienes había proyectado varias obras. También diseñó la estación Retiro del Ferrocarril Belgrano Norte y fue reconocido internacionalmente por una lista de construcciones glamorosas como el estadio de tenis de Roland Garros o el estado olímpico de Colombes, Francia.
El edificio del Hipódromo de Libertador y Dorrego es de estilo clásico francés del siglo XVII, un claro ejemplo de la arquitectura que recrea la elegancia y el refinamiento del Siglo de las Luces.
La cour d’honneur, enmarcado por rejas artísticas precede varios pabellones rodeados de jardines donde reinan tipas y jacarandas que florecen en noviembre, esculturas y escalinatas.
Las farolas, piezas escultóricas de complejidad artística, no sólo son valiosas por su diseño sino por el período histórico al que pertenecen. Estos elementos ornamentales contribuían a jerarquizar el paseo y representan la historia de la Belle Époque en Buenos Aires.
Se destaca la réplica en bronce de los Caballos de Marly, una obra vinculada con la opulencia del reinado de Luis XIV en Francia. Se trata de dos grupos escultóricos de caballos encabritados con las crines al viento (posados sobre las patas traseras y levantando las delanteras) junto a un joven que intenta controlar su movimiento.
Las esculturas originales en mármol fueron esculpidas en 1745 por Guillaume I Coustou y actualmente se encuentran protegidas bajo el techo acristalado del patio Marly en el Museo del Louvre.
Louis Faure Dujarric rediseñó la tribuna principal del total de cuatro, Paddock, Oficial, Especial y Nueva que fueron ampliadas con capacidad para 2000 espectadores cada una. A su lado, se colocó un magnífico reloj de cuatro caras encargado especialmente para los festejos del centenario en 1910, fabricado en Tangerhütte (Alemania).
Aquí, hechos históricos se escribieron para siempre. En 1910 Jorge Newbery realiza una exhibición aérea piloteando una máquina importada de Francia, “Bleriot XI”. Al siguiente año, en 1911 se construye la confitería París donde dicen, nace el plato “ravioles a la parissien” evocando la admiración por “la Francia”.
Carlos Gardel (1890-1935) e Irineo Leguisamo (1903-1985) son la recordada comunión entre el tango y el turf, abriendo el juego desde la aristocracia hasta las masas populares, fanáticos burreros deseosos de apostar a las patas del mejor.
Gardel era dueño de un pura sangre «Lunático» debutando en 1925 con el uruguayo Leguisamo como su jinete. Entre «El Pulpo» y Gardel había una hermandad como la del tango y el turf, uniendo a todas las clases sociales.
A lo largo de su historia, han pasado por la pista del Hipódromo Argentino de Palermo, jinetes como Irineo Leguisamo, Domingo Torterolo, Máximo Acosta y la primer mujer, Marina Lezcano. Además de caballos como Old Man, Botafogo, La Misión, Yatasto o Lunático, admirados por su destreza en las pistas.
En 1947 se introdujo el Photochard, un sistema fotográfico que capta el momento justo de los finales cabeza a cabeza. En 1953, el hipódromo pasó a denominarse Hipódromo Argentino de Palermo, expropiado al Jockey Club por el gobierno de turno.
Para la década del 50 ingresan las primeras “jocketas” (jinetes femeninos). Para 1967 se instalan el sistema automático de las conocidas puertas Gateras.
Con el paso del tiempo, las nuevas generaciones tendrían más opciones de recreación y el público también optó por las carreras de autos, el fútbol o el boxeo.
Poco a poco los hipódromos dejaron de ser un lugar concurrido, sucumbiendo en los 60, cuando lloraron abandono.
Actualmente el predio cuenta con tres pistas de arena cava, consideradas en el grupo de las mejores del mundo, con una composición de materiales extraordinarios para la actividad (arena, limo y arcilla).
El Hipódromo Argentino de Palermo S. A. (H.A.P.S.A.) es una empresa privada con un fuerte compromiso de innovación y mejora permanente.
Actualmente el predio del Turf es historia, tradición, arquitectura, turismo, gastronomía, salas de juego, recitales y ferias, muestras de arte y desfiles en un entorno verde, con lagunas y una centenaria arboleda.
Grandes salones como el salón Tattersal, obra del arquitecto italiano V. Cestari, es el lugar elegido para los festejos de etiqueta en un entorno donde la historia se hace presente.
“En el medio del lote, conteniendo su acción, hay un jockey que aguarda con serena atención, ya se apresta a la carga...griterío infernal. Emoción que desborda en un bravo final”… Rezaba el tango y se hacía inmortal un lenguaje propio que a taco y lonja marcó una pasión nacional.
Fotos: Diego García.
Video y edición: Miranda Lucena.