La Semana de la Moda en Milán continúa y el desfile de Gucci fue el más esperado. Con un show dentro de las raíces de la casa, en el santuario interior del Gucci Hub, la colección presentó una nueva propuesta que sorprendió a todos los presentes.
Tras la salida de Alessandro Michele y el nombramiento de Sabato De Sarno como nuevo director creativo, todas las incógnitas sobre el nuevo rumbo que tomará Gucci se trasladó en esta gran noche donde todo los archivos de la firma reflejaban las ideas de nuevas expresiones con innovadores materiales desde las texturas hasta los colores de la colección.
A la espera del debut de Sarno el próximo mes de septiembre, las presentaciones que vimos hasta ahora fueron una propuesta de transición que se perfiló en sus grandes éxitos.
Desde la firma hablaron de este último desfile, el de otoño invierno 2023-24, como un diálogo entre pasado y futuro, apoyado en “la influencia de los visionarios” que encabezaron Gucci, “allanando el camino para que su patrimonio alcance una nueva dimensión”.
Cada una de las siluetas recordó el lenguaje propio de la moda, el glamour y las formas eróticas de Gucci en la década de 1990 y principios de los 2000.
En términos de moda podría decirse que la colección recurre a aquella etapa gloriosa para la compañía que fue el periodo regentado por Tom Ford. Cuando el texano tomó las riendas de Gucci a finales de los 90, la convirtió en una firma que definió la imagen poderosa y sexy de la mujer de cambio del milenio.
Esas reminiscencias estéticas se dejaron en claro desde el primer look que se presentó con un mini corpiño y una falda larga mostrando una futura y jugada colección.
Las transparencias fueron las grandes protagonistas en esta propuesta puramente sensual que se reflejó en tops de tul lisos y o bordados con lentejuelas metalizadas.
En cuanto a la paleta de colores se presentaron siluetas color block tiñiendo esta propuesta a través de looks que ponen en conversación binomios como el rojo y el rosa, el verde y el naranja o el amarillo y el púrpura.
La sastrería, ADN de la casa, deja un poco de lado su espíritu setentero para abogar por una silueta renovada, con unas hombreras XL.
En alguna ocasión, las hombreras se equilibran a base de marcar cintura, con accesorios que llevan de forma sutil el reconocible Horsebit de la casa italiana.
Los complementos también se declinan en formato furry: las sandalias planas y con taco, las botas de nieve directamente sacadas de los archivos de los años 70, e incluso los bolsos se vuelven tan esponjosos como los jerséis en lana de angora que hemos visto en la colección.
Creado según los principios del savoir-faire, la ropa de noche evoca las formas de los corazones, un símbolo del núcleo de la Maison, y los anteojos oscuros definieron la silueta contemporánea.
Una colección súper sexy y femenina que promete conquistar las calles del mundo entero.