"Villa Paranacito. Somos río", se lee en el cartel de bienvenida que une la ruta nacional N°12 con la provincial N°46 que lleva a la ciudad. Y luego de un trayecto de 10.5 km, se abre un camino de tierra que conduce a las primeras chacras naúticas: El Curupí y Alto Pecán. Si se continúa por el asfalto, después de Villa Paranacito, se encuentra el barrio naútico Sagastume. Estas chacras le dieron un nuevo aire a esta zona que queda a 170 km de Buenos Aires entrando al sur de Entre Ríos por el Puente Zárate-Brazo Largo.
Villa Paranacito y las Islas del Ibicuy, una región que abarca 197 mil hectáreas está viviendo un boom inmobiliario: crece el interés por las chacras naúticas, campos de que pueden varias en cuanto al número de hectáreas y que miran al río, permiten la producción ganadera, agrícola e incluso turística.
Las casas tienen grandes ventanales que miran al río, y muchas cuentan con muelle y playa propia de arena. Detrás del terraplén elevado donde se construyen las viviendas, y para los que le interese sacar un provecho económico, hay espacio para la explotación ganadera o agrícola como la plantación de árboles de nueces de Pecán.
"3,6 has con 100 mts de costa sobre canal que tiene salida directa al Arroyo Martínez; más 15 has internas aptas para todo tipo de producción (excepto abejas, cerdos u otras que pudieran ocasionar molestias a los vecinos, ya que es un área residencial)", se lee en uno de los tantos avisos que ofrece la venta de estas chacras naúticas.
Qué hacer en Villa Paranacito
Para aquellos que quieren conocer el lugar y disfrutar de un fin de semana se alquilan casas (algunas están publicadas en la plataforma Airbnb) y hay hosterías sobre el río con pensión completa y pileta.
Las actividades naúticas son una constante en la zona: las lanchas, botes y kayak recorren los arroyos Brazo Largo, Brazo Chico y Martínez y también se puede salir al río Uruguay, Paraná Bravo y Paraná Guazú. Remo, esquí naútico y jet sky conviven también con la pesca deportiva, entre las actividades que ofrece el río. El avistaje de aves y los safaris fotográficos, más las caminatas por senderos, son otras de las actividades que se ofrecen al turista. También es posible recorrer el camino de tierra que serpentea al lado del río montado a caballo.
Además de la fauna del lugar (carpinchos, lobos de río, nutrias, patos), la flora nativa del delta es especial. Por eso, Liliana y Daniel abrieron la tranquera de su chacra "Me verás volver" para invitar a las visitas a conocer las plantas nativas de la zona. Su vivero, El Curupí (@viveroelcurupi), es un extraordinario paseo para hacer en familia: ellos asesoran y comparten su experiencia, además de brindar una guía para tener mariposas en tu jardín.
El encanto de bosques que se tiñen de diferentes colores
Otra de las particularidades de la zona es que hay hectáreas sobre el río forestadas con taxodium (también llamado ciprés calvo o de los pantanos), una especie arbolea traída de Canadá que fue especialmente plantada en la cosa para cuidar la erosión que provoca el agua en las islas.
Estos árboles que parecen pinos cambian el color del paisaje tres veces durante el año de acuerdo a la estación. Van del verde al rojo del verano al otoño. En julio, el rojo ya es bien intenso o amarronado.
Villa Paranacito es un destino perfecto para una escapada diferente. Pero estás advertida: a pocos kilómetros de distancia de Buenos Aires, es fácil tentarse con la idea de tener un refugio de fin de semana más la posibilidad de una rentabilidad.
Fotos: gentileza Claudia Pugliese.