Uno de los alimentos de los que se habla en este momento es el skyr, un queso blando originario de Islandia rico en proteínas (como todos los lácteos) y sin grasa, que ayuda a tener una buena digestión y a conservar la flora bacteriana.
Cuáles son los beneficios del skyr
El skyr aporta muchos beneficios como huesos más sanos, músculos fuertes, beneficios al sistema nervioso y al metabolismo lento, ya que contiene menos enzimas lácteas que un yogur tradicional, convirtiéndose en un producto alternativo para quienes tienen intolerancia a la lactosa.
A diferencia del yogur griego, el skyr se asemeja un poco más a un queso fresco blando.
Tiene un sabor ácido y es de consistencia densa, con lo que se adapta a comidas saladas: podés usarlo como aderezo o para elaborar un dip.
Si bien parece un yogur más, técnicamente se trata de un queso muy cremoso con un saludable perfil nutricional que además es muy versátil en la cocina.
El skyr es un lácteo de larga tradición en su país natal, casi un icono gastronómico, cultural y social para los islandeses.
Últimamente se popularizó internacionalmente y se ha convertido en tendencia dentro de los alimentos naturales ricos en proteínas, probióticos y saciantes.
Cómo se hace el skyr
Hoy en día se elabora mediante un proceso de doble fermentación a partir de leche de vaca descremada pasteurizada. La leche primero se calienta hasta alcanzar un máximo de 75ºC durante unos 20 segundos para después enfriarla hasta los 37ºC. En ese momento se le añade un cultivo de bacterias específico de fermentos lácticos, algo que suele hacerse agregando una porción de skyr ya preparado.
Luego se agrega el cuajo, el segundo fermento, que coagula la mezcla de la misma forma que se elaboran los quesos. Se deja fermentar varias horas a una temperatura constante, después de se enfría y se cuela para eliminar el suero antes de poder envasarlo. Así se obtiene un producto más concentrado, espeso y denso, muy cremoso.