“Me gustan las casas vacías de muebles e inundadas de luz. Me gustan las casas de paredes lacónicas que se abren, amplias, dejando hablar al cielo y a los árboles.”
Victoria Ocampo (1890 - 1979)
Como contracara de Villa Ocampo en Béccar, parece otra Victoria la que encargara esta casa de Barrio Parque a Bustillo. Blanca, pura, antecediendo el Movimiento Moderno como utopía.
El período de entre guerras en Europa gesta una nueva visión del mundo y, siempre abierta a los aires nuevos, Ramona Victoria Epifanía Rufina Ocampo (1890 - 1979) es quien levanta su bandera a una de las primeras casas racionalistas de Latinoamérica, fiel a su desafiante manera de ser.
Para entonces, Buenos Aires aún no presenciaba al Kavanagh (1936) ni edificaciones racionalistas como el Obelisco (1936) o el Gran Rex (1937). Sumida estaba la ciudad de neoclásicos, cómodos volúmenes aspiracionales de aire francés. Tan obscena como un cuerpo desnudo para entonces, esta casa, vacía de vestuario, no estaba bien vista por los caserones de un barrio que ostentaba el ritmo europeo, a su imagen y semejanza.
La residencia de Victoria en Palermo, compuesta de volúmenes puros, austeras líneas sin ornamentos, llena de vacíos que se inundan de luz natural, dispara la continuidad espacial que irradiará el Movimiento Moderno para estas latitudes en tiempos de Hipólito Yrigoyen al poder.
Tentado al dibujo estuvo el arquitecto Alejandro Bustillo (1889-1982), quien de identidad clasicista ha de haber sigo excomulgado si iglesia fuera la obra por nacer.
Victoria, escritora y mecenas, ideó como a sus letras una pieza de arte arquitectónica para Palermo Chico. Aquí, emancipó a Bustillo del estilo francés, para ajustarlo a un pequeño terreno de alrededor de 900 metros cuadrados. La escritora mandaría a construir esta casa con tres plantas principales y dos terrazas.
Sin dudas una nueva concepción amanecía, defensora de la arquitectura moderna, manifestaba una gran preocupación por las cuestiones urbanísticas, la planificación urbana y la independencia, sobre todo de las opiniones ajenas, más aun siendo una mujer emprendedora, disparadora de ideales e independiente. Quien más que ella, la mujer impulsora de la igualdad de género que usaba pantalones, fumaba en público y manejaba su propio auto. Toda una irreverente, una osada para el tiempo que le tocó vivir.
“Temían que semejante adefesio les estropeara el naciente Palermo Chico. Yo estaba enamorada de la casa”, decía Victoria. Desafiando la domesticación edilicia, así como la vida al ritmo de la monotonía, su inquieta figura se enrolaba en nuevos modelos femeninos de las primeras décadas del siglo XX.
Palermo Chico fue diseñado en 1912 por el arquitecto paisajista Carlos Thays (1849-1934), director de Parques y Paseos Públicos, trazando un barrio de curvas y diagonales que rompen el damero y cuenta con vegetación autóctona. Un barrio poblado de refinamiento donde se construyeron grandes residencias como el Palacio Errázuriz, hoy Museo de Arte Decorativo, o la actual Embajada de España, petit hoteles y casas de estilo Tudor sobre terrenos más angostos.
Fue el artista Alfredo González Garaño (1936 -1969) quien, con sus vínculos sociales y académicos, contacta a Le Corbusier (1887-1965) para ofrecerle dictar conferencias en nuestro país. Le Corbusier pronunció su charla en “Amigos del Arte” sobre el tema “Liberarse de todo espíritu académico”. Sin dudas, la llegada de Le Corbusier a Buenos Aires propició el intercambio cultural, auspiciando la buenaventura de sus ideales y legitimando los principios de la vanguardia europea.
Ocampo ya sabía de la obra de Le Corbusier hacía unos años y es Adela Atucha, amiga de Victoria, quien sugirió interceder ante Le Corbusier para encomendarle el proyecto de la vivienda, lo que entre infértiles cartas nunca coincidieron en un acuerdo con el arquitecto.
Aun así, Victoria plasmó su espíritu de la mano de Bustillo, aunque cuentan que el mismo se negaba a firmar los planos, ya que nada tenía que ver con su impronta, después de ser responsable de joyas neoclásicas como el Banco Nación, el Hotel Llao Llao, el Complejo Bristol en Mar del Plata, el Banco Tornquist, entre tantos otros sellos de la urbe rioplatense y del país todo.
La obra arquitectónica fue alabada por el célebre arquitecto Le Corbusier cuando visitó el país en 1929 y dijo, “La Señora Ocampo ha dado el paso decisivo construyendo una casa que causa escándalo. Pues bien, en Buenos Aires, es así. Sus dos millones de habitantes emigrantes emotivamente académicos chocan con esta mujer sola que sabe lo que quiere. En su casa se encuentran Picasso y Léger en un ambiente que aún hoy rara vez he encontrado”.
Las paredes se alzan en una serie de planos y cubos desde un solo pilar circular que arranca desde el pórtico central. El hall de entrada continúa los planos luminosos de la fachada. Son rasgos que hacen a la modernidad el austero tratamiento de las superficies, con su equilibrada proporción de llenos y vacíos; el manejo de la luz natural en los interiores y su fluida relación con el exterior logran la continuidad espacial sin ornamentos. Las bibliotecas de pared inundan de letras el ambiente, los muebles simples, las líneas despojadas, sin cargado decorado y un infaltable piano.
Durante el verano que inaugura 1931, nació un hito para la cultura, la revista SUR, con el audaz objetivo de difundir el trabajo y dar a conocer talentos argentinos y extranjeros. En 1933 surge la editorial, afrontando Victoria el total de los gastos, financiando con su fortuna todo el proyecto, más aún, hasta quedar sin dinero. Ni una sola línea política, ni artículos panfletarios, el grupo SUR o “Grupo de Florida” se contraponía al “Grupo de Boedo”, este último, jóvenes que estaban en la vanguardia política, mostrando su simpatía partidaria.
Como Victoria lo deseaba, la casa se volvió un punto de encuentro permanente para artistas, escritores y colaboradores, dado que allí funcionaba la redacción de la revista cuyo nombre había sido sugerencia de su amigo José Ortega Y Gasset. Se han publicado icónicos textos de personalidades como Adolfo Bioy Casares, Borges, Lorca, Neruda, Walter Benjamín, Virginia Woolf, José Bianco y tantos otros.
Muchos identifican a la casa de Victoria Ocampo de la calle Rufino de Elizalde, como la primera casa racionalista de Buenos Aires, leitmotiv del Modernismo en la Argentina. Su dueña se inspiró en el diseño de varias casas europeas construidas por el arquitecto suizo, abalando el nuevo estilismo racionalista en tiempos en que la ciudad aun respondía a las líneas refinadas de los palacios y petit hoteles.
La escalera de la casa, de diagonales y escorzos, fue escenario de la famosa foto bajo la luz inquieta de la ventana fija, convirtiéndose hoy en la postal por excelencia de las grandes figuras literarias: Jorge Luis Borges y Norah Borges, Eduardo Mallea, Ramón Gómez de la Serna, Oliverio Girondo y Ocampo y otros.
Tras la muerte de su padre, Manuel Silvino Cecilio Ocampo Ocampo, Victoria vende la casa para mudarse a su residencia de Beccar, permaneciendo allí hasta su muerte en 1979. Borges la despidió escribiendo, “En una época en que las mujeres eran genéricas, tuvo el valor de ser un individuo”.
La casa de Victoria Ocampo en Barrio Parque, ex redacción de revista SUR fue declarada Monumento Histórico Nacional y alberga hoy la sede del Fondo Nacional de las Artes desde 2005.
La raíz griega de la palabra aristocracia, según dichos de su biógrafa María Esther Vázquez, estuvo presente en la vida de Victoria. Viviendo con sentido ético, estético y heroico de la vida, tres condiciones indispensables que definen su existir. Lo dio todo, gastando su fortuna en cada uno de sus proyectos, sus traducciones, su editorial, sus letras. Así partió, como su casa de Palermo Chico, sin ornamentos ni suntuosidades. Ha dejado la casa inundada de luz y como decía, para dejar hablar ahora al cielo y a los árboles.