Historias de Cemento: Hotel Boulevard Atlántico, los secretos del misterioso edificio en la costa de Mar del Sur - Revista Para Ti
 

Historias de Cemento: Hotel Boulevard Atlántico, los secretos del misterioso edificio en la costa de Mar del Sur

Historias de Cemento: Hotel Boulevard Atlántico, los secretos del misterioso edificio en la costa de Mar del Sur
En esta nueva edición los invito a conocer un edificio arrumbado por el peso de sus historias, un hotel detenido en un tiempo que prometió ser un próspero balneario, pero pereció esperando la llegada del tren. Pasen y vean.
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“Siento voces en el hotel, nos comunicamos, yo entiendo su lenguaje”.

Eduardo Gamba.

La segunda mitad del siglo XIX ostentó vivir a la europea, soñando, a fuerza de granos y toneladas de carne para exportar, con la utópica promesa de vivir para siempre como la mismísima nobleza. Una quimera que naufragó en Mar del Sud, donde perecieron los pioneros que nunca imaginaron tanta desdicha, aunque para otros, el mejor recuerdo en América.

Mar del Sud (o Sur) fue fundada primeramente como “Boulevard Atlántico” sobre un sedoso paraje del Partido de General Alvarado próximo a Miramar, atravesado por dos arroyos, el Arroyo La Tigra y el Arroyo La Carolina, que vierten sus cauces de agua dulce insistentemente al oro del crepúsculo de la Costa Atlántica.

Dicen que las 450 hectáreas de campo hasta el mar pertenecían a Fernando Julián Otamendi, quien idearía un hotel, con la necesidad de contar con un lugar donde hospedar a los futuros propietarios de los lotes que su familia pensaba vender para promover el nuevo balneario. Sin dudas, un territorio de arena fina que formó las dunas y la inmensa playa fueron el atractivo suficiente para pensar en un cercano paraíso, lejos del ruido bullanguero de una calle citadina.

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El Boulevard Atlántico Hotel tenía 76 habitaciones que, en sintonía con el salón comedor, los pisos de pinotea y las galería, lograron hacer de la construcción un hito arquitectónico.

Con la promesa de convertir esta zona en un balneario destacado hacia fines de 1880, se contrató a especialistas alemanes para que identificaran la mejor playa hacia el sur, siendo Bahía Blanca el límite territorial. El monumental “Hotel Boulevard Atlántico” sería un mojón que impulsaría el surgimiento del naciente pueblo costero.

Un gran hotel de línea academicista, de vertiente italiana, se erigiría con la financiación del Banco Constructor de la Plata, amarrado a la orilla, enfrentando los crueles vientos oceánicos y los médanos movedizos que una y otra vez amenazaban el proyecto, épico, por cierto.

El responsable, el inversor, banquero y contador húngaro Carlos Mauricio Schweitzer (1843-1892) avanzó con la obra de este impactante establecimiento de estilo europeo, el majestuoso “Hotel Boulevard Atlántico”.

El trabajo a fuerza de hombre se inicia trasladando los materiales en carretas desde Mar del Plata, faena que llevó dos años y se instalaron hornos para la fabricación de ladrillos, a pie de obra. A pesar de las dificultades, Carlos Schweitzer se empeñó en terminar el hotel pese a la tremenda crisis económica de esa década. Con él, un próspero poblado de tímidas construcciones, probablemente soñando crecer a la par del proyecto hotelero. Dicen que el sueño murió cuando quedó trunca la promesa del ferrocarril, ese que jamás llegó.

El majestuoso “Hotel Boulevard Atlántico” se inauguró finamente para la temporada de 1890-91. De estilo neoclásico y clara simetría, el edificio ostentaba el lujo de la Belle Époque. Sus 2.500 metros cuadrados cubiertos estaban distribuidos en más de setenta habitaciones, patios, galerías, balcones individuales en los pisos superiores, techos de pizarra y bellas lucarnas, grandes salones como el utilizado para comedor, salones de baile, sala de juegos con ruleta y dos canchas de tenis completaban el conjunto.

La crisis producida durante el gobierno de Miguel Juárez Celman provocó la quiebra del banco. El mal trago habría causado, en enero de 1892, que el financista húngaro se quitara la vida, dicen, en bancarrota. Para entonces, la promesa del ferrocarril quedó trunca, los pasajeros debían llegar atravesando parajes salvajes, kilómetros de caminos barridos por el viento.

Un acaudalado empresario y banquero judío-alemán, Barón Moritz von Hirsch (1831-1896), creó la Asociación de Colonización Judía (Jewish Colonization Association) con el propósito de facilitar la masiva emigración de judíos que sufrían persecución en Rusia y en países de Europa del Este hacia América. A fines de diciembre de 1891 fondeó en el puerto de Buenos Aires el vapor “Pampa” de la compañía francesa Chargeurs Reunis con cientos de inmigrantes bajo la promesa de tierras y trabajo en zonas agrícolas, los apodaron “pampistas”.

Cuentan que unas ochenta familias de inmigrantes judíos que escapaban de Europa debieron alojarse temporalmente en el hotel en enero de 1892. Una noche, un imprevisto tornado azotó el pabellón donde se alojaban, dejando varios heridos. Las pestes no tardaron en despertarse, arrasando a los más frágiles, maltrechos y enfermos, varios de ellos niños. Sus cuerpos fueron depositados en el sótano del hotel, varios días. Luego debieron ser enterrados en las cercanías del arroyo. El tiempo parece haber borrado las tumbas que han de convivir en las proximidades del ostentoso edificio, sin honra ni memoria.

En 1903 la residencia se cerró. Veinte largos años pasarían hasta reabrir sus puertas para continuar con su actividad inicial, ungido por la bonanza que coronó las temporadas de las siguientes dos décadas.

En la década de 1980 fue declarado Monumento Histórico Municipal, siendo uno de los tantos exponentes de la arquitectura hotelera para los centros de veraneo proyectados a fines del siglo XIX para propios y ajenos. Sin dudas, la elite europea encontraba refugio en América corriendo tiempos de guerra.

Pasaron los años y los vaivenes financieros trazaron otro desequilibrio económico y para la década de 1990 comenzó de nuevo la decadencia. El hotel fue usurpado con malicia por un grupo de gente acusada de mal vivir. Se denunció un saqueo de mobiliario en 2012 y fueron numerosos los daños, perdiendo definitivamente sus carpinterías, herrería de barandas y balcones, faltando mosaicos calcáreos y los pisos de pinotea.

Lo cierto es que desde su génesis, el “Hotel Boulevard Atlántico” de Mar del Sud pareciera haber sido castigado por la fatalidad. Actualmente, el edificio tiene riesgo de derrumbe, de abandono y de olvido. Las varias e infértiles tratativas de intervención habrían caído en estafa, aunque lentamente se siguen recibiendo nuevas intervenciones. La falta de registro original ha hecho que la restauración tenga imperfecciones, cuestionando la reconstrucción de elementos arquitectónicos y piezas escultóricas que lo hacían único.

Varios escritores se han hecho eco de su historia escribiendo páginas de investigación, como Laureano Clavero y Pablo Grigera que persiguieron la verdadera historia, persiguiendo las inquietantes narraciones que deambulan como almas en pena, historias trenzadas con leyendas de desembarcos nazis, el padecimiento de gauchos judíos, submarinos con alemanes escapando de la guerra, un barco hundido con cerámica inglesa, túneles ocultos, espías, un asesinato, un incendio y hasta contrabando. Tal vez por todo eso, esta historia y los sucesos descriptos caen en desconfianza, la misma que cargaron los “pampistas” en sus modestos baúles el día de su arribo.

Será que tal vez el hotel sigue susurrando, quiera contar la verdadera historia, pero ya nadie entienda su lenguaje.

Foto: archivo de Pablo Grigera.

Fotos: gentileza Laureano Clavero y Andrés Pérez @destinos.ocultos.arg.

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