Somos testigos de un cambio de paradigma en los vínculos amorosos que nacieron en la Modernidad y que las actuales relaciones sexuales y psicoafectivas están sustituyendo.
La subjetividad y las modalidades vinculares son epocales: efectos de la coyuntura política, económica, social y cultural. Si bien con el paso del tiempo las naturalizamos, no debemos olvidar que son producto de los factores que mencionamos y que se van transformando a partir de los cambios que se producen en el contexto.
El amor romántico, en Occidente, pertenece al imaginario social del grupo etario de sujetos de 30 años en adelante como un ideal a lograr en un vínculo de pareja. Surge recién en la Modernidad, época en la que se remarcó la posibilidad de la libertad, los vínculos intimistas, el compromiso con el otro y el sentimiento de solidaridad. Antes las personas se unían por contratos cuasi de conveniencia que pactaban otros (padres, linajes, etc.) y donde no intervenía el sentimiento de los que conformaban la unión convivencial.
En la Modernidad comienza a forjarse el ideal romántico del amor, donde los sujetos se eligen libremente para formar una pareja, una familia y compartir sus días con un compromiso psicoafectivo y sexual a futuro. Si bien surge la idea de la “media naranja”, esta complementación ilusoria se sostiene bajo la hegemonía patriarcal, es decir, que eso llamado “pareja” encierra un sistema de poder que maneja el hombre proveedor sobre la mujer alienada al servicio del hogar, de los niños y su marido.
El surgimiento del feminismo, la apropiación del cuerpo por parte de la mujer para gozar sexualmente a partir de los métodos anticonceptivos y la inclusión femenina al mercado laboral -entre otros cambios-, hicieron que poco a poco el patriarcado deje de ser un poder hegemónico y tanto hombre como mujer puedan elegir libremente su destino amoroso.
Por su parte, la Posmodernidad se presenta como una sociedad de riesgo e incertidumbre en la que el hombre “solo” tiene que resolver en el día a día, con sus propios recursos. Una nueva era que propicia el placer inmediato a partir del consumismo da fin a la privacidad con la introducción de la tecnología y comienza a sobrevalorarse la libertad individual. El mandato a experimentar situaciones de excitación y placer, de alcanzar un plus de adrenalina individual y llenar vacíos existenciales con objetos de consumo descartables, también parecen regir para las relaciones interpersonales.
Las personas son utilizables para proveer el goce que cada uno anhela, son objetos reemplazables y se evita generar una interdependencia amorosa porque eso iría en contra de la “libertad”. En el grupo etario más joven observamos que las Apps de citas generan encuentros casuales y sexuales que prontamente son descartados a la espera de encontrar nuevas experiencias.
Observamos, a priori, que la idealización del amor romántico va cayendo estrepitosamente, en pos de la libertad y las ansias por lo nuevo e individual. La pregunta que nos hacemos hoy es si esta forma de relación interpersonal, donde se prescinde de los “otros” como sujetos que interactúan íntimamente, no es uno de los motivos por los que la OMS plantea la depresión y el aumento de la tasa de suicidios como enfermedades endémicas del siglo XXI, más allá de la variada gama de adicciones (drogas, tecnología, entre otros) y actos de violencia con las que cada día nos encontramos más frecuentemente en la sociedad actual.
Fuente: Dra. Diana Barimboim, investigadora del Instituto de Ciencias Sociales y Disciplinas Proyectuales (INSOD) de UADE.
Suscribite al newsletter de Para Ti
Si te interesa recibir el newsletter de Para Ti cada semana en tu mail con las últimas tendencias y todo lo que te interesa, completá los siguientes datos:
