La autoestima es un aspecto importantísimo del desarrollo emocional y social y por eso, suele tener un enorme impacto en la vida de una persona. Se desarrolla desde la infancia, a partir de las experiencias con el entorno. Las relaciones con los demás, el resultado de la vida escolar y con los amigos, el vínculo con los padres y los hermanos, son fundamentales en el desarrollo de la autoestima.
Se va conformando a partir de la autopercepción que el chico construye según el lugar que cree que tiene el mundo. Este lugar lo va a determinar según el respeto que recibe, la atención que siente que merece, la seguridad que percibe en el ambiente y los desafíos a los que se enfrenta.
Esta percepción de sí mismo se relaciona con la actividad coordinada de varias áreas cerebrales. Algunas regiones frontales, involucradas en el procesamiento de la información social y emocional intervienen en la autoevaluación que el chico hace de sí mismo a medida que se desarrollan sus experiencias en el entorno en el que vive.
Otra región frontal específica, que se llama prefrontal, se va a ocupar de controlar y organizar al pensamiento y a los actos y contribuirá, en gran medida, a la conformación de la autoimagen y la construcción de la autoconfianza. La ínsula tendrá un papel muy importante en la construcción de la conciencia corporal y realizará un procesamiento emocional que integra a todos los aspectos ligados a la autoimagen generando sentimientos de identidad personal.
En una actividad sincrónica y coordinada, con la perfección de la ejecución de una sinfonía, los chicos reciben información que los lleva a autoevaluarse como parte del contexto social en el que viven. A partir de la idea que se forman de sí mismo y de su medio, actúan con mayor o menor nivel de éxito, generando una autoimagen que se asocia con determinado nivel de autoconfianza. De aquí surge lo que llamamos autoestima.
No se trata de un elemento aislado de nuestro mundo psicológico, sino que forma parte del encadenamiento que generará o no una personalidad fuerte, cohesiva y capaz de adaptarse a lo que se presente en la vida.
Por supuesto, se trata de un aspecto que puede fortalecerse a lo largo del tiempo. Pero sin duda, su construcción desde la infancia facilita el desarrollo de una personalidad sólida.
Cómo ayudar a los chicos a construir una buena autoestima
Como medida principal, darles sostén emocional. Es fundamental que los chicos tengan la percepción de una red que les otorga seguridad y un entorno cercano que los apoya y los acompaña.
Es importantísimo prestarles atención. Puede ocurrir que las demandas de la vida cotidiana nos lleven a pasar por alto lo que nos dicen los más chicos de la casa. Escucharlos atentamente, responderles, hablarles de buena manera, son formas de hacerles ver que ocupan un lugar relevante en el mundo, que lo que dicen vale la pena y que merecen respeto.
Otra forma de ayudarlos a construir una autoestima sólida es enfrentarlos a desafíos en un contexto seguro y acompañarlos para que los lleven a cabo de manera exitosa. Esto colaborará con la generación de una autoimagen positiva. No se trata de que resolvamos lo que se les presenta, sino que los acompañemos y si es necesario, ofrecerles nuestra guía para que logren superar los desafíos.
Poner el acento en sus fortalezas y ofrecerles oportunidades para desarrollar nuevas destrezas o habilidades contribuye a la percepción de seguridad en sí mismo y a la generación de una autoevaluación constructiva.
Podemos invitarlos a reconocer aspectos físicos de su propia imagen que les gusten. Solemos poner demasiado el acento en nuestros defectos. Enseñarles a mirar lo que les gusta de su apariencia es una excelente forma de contribuir a una buena autoestima.
Sobre todas las cosas, los chicos necesitan un ambiente seguro y amoroso en el que puedan comportarse como realmente son, sin temor a ser juzgados.
Hay que tener siempre presente que los chicos con una autoestima sólida y saludable tienen más probabilidades de éxito en la vida, ya sea en la escuela, en su profesión o en sus relaciones. Suelen ser más resilientes frente a los embates de la vida, aprendiendo de ellos e incorporándolos como nuevos aprendizajes.
La buena autoestima se traduce en una personalidad con más recursos para sobrellevar las exigencias de la vida cotidiana, con inteligencia frente a los problemas que se le presentan y con armonía en las relaciones con los demás. Colaborar con el fortalecimiento de la autoestima en los más chicos es una excelente forma de contribuir a la construcción de un mundo mejor.
(*) Gabriela Gonzalez Alemán Directora del Departamento de Psicología de la UCA y Fundadora de Brainpoints.
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