El perfeccionismo y la ansiedad por rendir, ¿se pueden controlar?
 

Psicología: el perfeccionismo y la ansiedad por rendir, ¿se pueden controlar?

El doctor Walter Ghedín, psiquiatra y sexólogo, explica en esta nota que no es casual que en tiempos competitivos y de individualismo extremo, el perfeccionismo sea un rasgo preponderante (junto con la desconfianza). Su relación con la ansiedad y qué hacer para evitarlo.
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Vivimos en sociedades que exigen cada vez más rendimiento de las personas. Los adultos de generaciones pasadas añoran otras épocas con menos vértigo y urgencias cotidianas. La vida actual no da tregua, menos que menos desde que las redes sociales ejercen su influencia desde que despertamos hasta la hora de dormir.

Desde la llegada de la Internet, la percepción y valoración del mundo propio y el circundante, ha cambiado en forma irreversible. La inteligencia artificial es el nuevo “chiche” que bajo su apariencia lúdica y sorprendente, esconde efectos indeseables difíciles de cuantificar.

Todo organismo tiende a la homeostasis, es decir, a modificar el medio interno con fines adaptativos. El cerebro es una máquina perfecta que está en constante cambio, con tal de mantener al ser humano adaptado a las circunstancias que le toca vivir.

Se llaman estrategias de afrontamiento a los recursos psíquicos inconscientes y conscientes que la mente moviliza con la finalidad de ayudar al sujeto a estar presente en cada momento. No sabemos de estas estrategias, las implementamos a diario en forma de hábitos y rutinas de conducta sin siquiera pensar por qué lo hacemos de esa manera.

Hasta que algún evento brinda la oportunidad de conocerlas y de modificarlas o ampliarlas si es necesario. Solo que cada vez hay menos tiempo para pensarnos. Nos hemos convertido en hacedores, en sujetos de acción sin reflexión ni crítica.

¿Qué es el perfeccionismo?

La personalidad se manifiesta por un conjunto de rasgos que dan el estilo propio, la forma personal de conocer, sentir y de comportarnos. La expresión de estos rasgos se ve modificado por el contexto y en esta interacción con el medio, los rasgos suben o bajan según las exigencias externas y la adaptación interna.

No es casual que en tiempos competitivos y de individualismo extremo, el perfeccionismo sea un rasgo preponderante (junto con la desconfianza). El perfeccionismo es una disposición de la personalidad que lleva a la persona a buscar rangos de estándares de rendimiento extremadamente altos, con evaluaciones críticas del propio comportamiento.

El perfeccionismo tiene dos dimensiones: el esfuerzo perfeccionista y las preocupaciones perfeccionistas; llámese al primero adaptivo y al segundo desadaptativo. La combinación entre ambos será indicadora de una personalidad más saludable o no.

La persona puede tener esfuerzo perfeccionista, es decir, trabajar para hacer las cosas en forma correcta, evaluando sus posibilidades y aprendiendo de los errores.

Sin embargo, la forma desadaptativa implica un comportamiento excesivo por el detalle, influenciado por parámetros externos más que internos, con una propensión a la crítica, a la evaluación negativa, a compararse con modelos ideales externos y bajo aprendizaje de la experiencia.

Ambas formas se combinan y, una y otra forma pueden aparecer en ciertos momentos de la vida. No obstante, existen personalidades más propensas a evaluar en forma negativa los esfuerzos personales y a compararse con las imágenes que recibe del medio.

Personalidades perfeccionistas

Todos estamos expuestos a los mandatos externos que hacemos propios, sin saber ni cuestionar lo incorporado. Solo obedecemos a normas que se imponen y marcan lo que se debe hacer según las etapas de la vida.

Sin embargo, existen personalidades más predispuestas a responder a esas pautas y a sufrir por los supuestos fracasos. Las personalidades con mal manejo de la ansiedad tienen altas puntuaciones para las preocupaciones perfeccionistas, es decir, tienen pensamientos catastróficos y rumiantes, se critican, subestiman sus capacidades y creen que los demás son mejores.

Todo este conjunto de síntomas aumenta aún más la ansiedad por la perfección y la decepción posterior, porque no se llega a cumplir las altas expectativas personales. Los rasgos temerosos (miedos infundados), obsesivos (rigidez mental y de acción) y dependientes (cumplir para recibir la valoración externa), son los que más sufren la desadaptación producto del perfeccionismo.

Redes y perfección

La influencia de las redes es indiscutible y si no existen esfuerzos personales, su dominio sobre las subjetividades será cada vez mayor. Los que venimos de generaciones previas a la internet podemos citar las diferencias entre la vida cotidiana antes y después de la virtualidad.

Las imágenes virtuales dan cuenta de un mundo que tiene de todo: cuerpos ideales, felicidades y tristezas fugaces, denuncias, consejos, promociones, etc. Todo tiene que estar en las redes para existir. Tener "likes" es sumar notoriedad y reconocimiento social.

Los cuerpos ideales no solo se muestran, dejan leer un subtexto: “si lo deseas, tú puedes”, “si te disciplinas y te planteas el objetivo, puedes lograrlo”. La sociedad del rendimiento apunta sus dardos a lo más preciado: el deseo. Las imágenes se virilizan como un boca a boca urgente marcando tendencias y expectativas varias.

Y en este magma indiferenciado de virtualidad y realidad personal, el deseo se pierde confundido con la ansiedad. No sabemos si deseamos lo que hacemos o solo obedecemos a una motivación ansiosa.

Las determinaciones virtuales serán de ayuda en la medida que podamos controlarlas: elegir lo que nos sirve, saber poner distancia entre la imagen virtual y la realidad personal, adecuación de la propuesta virtual a las propias capacidades, no depender de la valoración externa (tiranía del like), concentrarnos en pensamientos que ayuden al crecimiento y flexibilizar la capacidad adaptativa.

La idealización de los cuerpos y las conductas ajenas exitosas se convierten en objetivos perentorios, lo que impide tener un criterio de realidad sobre lo propio volviendo al sujeto más susceptible de padecer angustia de pánico, patologías alimentarias, consumo problemático de sustancias, ansiedad social, etc.

¿Qué hacer?

  • No podemos modificar el contexto, sí nuestro pequeño mundo propio.
  • La virtualidad es un recorte de la realidad, no la realidad.
  • No existen ideales, solo existen objetivos posibles de acuerdo a las propias capacidades.
  • El perfeccionismo, como todos los “ismos”, impone dimensiones absolutas que no toleran la creatividad y el aporte personal.
  • El esfuerzo perfeccionista es adaptativo, aunque es menos crítico, debe mantenerse dentro de cierta corrección sin sufrimiento y ser cambiante según las etapas de la vida. La desadaptación es el resultado de la exigencia, la crítica interna y la comparación con los demás.
  • Cuando aparece angustia, pensamientos rumiantes de duda por el rendimiento, subestimación de recursos propios, el psiquismo anuncia que algo anda mal.
  • El malestar puede naturalizarse como un estado justificado por el exceso de trabajo, las exigencias del amor y la sexualidad, los hijos, las demandas de las familias de origen, preocupaciones por el estudio, etc. No dejar que ese estado de tensión y malestar internos llegue a convertirse en síntoma.
  • Tomar conciencia de esta condición psíquica de malestar es el primer paso para el cambio.
  • Todos tenemos capacidades de superación, de cambio, de resiliencia, solo hay que estar presentes con nosotros mismos y no con los determinantes del afuera.
  • Si no tengo el propósito de saber quién soy, el afuera me dirá cómo debo ser.

Por el Dr. Walter Ghedín, psiquiatra y sexólogo.

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