Los encuentros a través de las aplicaciones se han convertido en la forma más habitual de conocer gente Sin embargo este "conocer", muchas veces no distingue lo virtual de lo real, es jugar a un “como si” que funde los límites e influye en el lenguaje.
Un mero contacto es una amistad, un match se vive y se expresa como si fuera una conexión real, como si el otro estuviera frente a nosotros e intentásemos conquistar y conocer. El pen pal de antes (amigos por correspondencia), se ha convertido en mensajes virtuales que van desde la amistad al match con fines de cortejo amoroso y sexual. En algunos casos con idas y vueltas rápidas, y en otros con la lentitud de una carta que se toma su tiempo para llegar destino.
Si antes el mensaje se atrasaba o se perdía por causa del correo, hoy no sucede lo mismo. La rapidez o la lentitud en el mensaje son indicadores de niveles de atención y compromiso. Los vínculos que se generan por las aplicaciones mueven muchas emociones, desde la alegría hasta la angustia y la tristeza por la desilusión o el fracaso.
Amén de poner en juego objetivos esperanzadores, sobre todo en aquellas personas que buscan algún grado de compromiso. Se espera que la sinceridad y el intercambio en la comunicación estén presentes desde el comienzo, sin embargo no es lo que sucede.
Migajas de amor
Se denomina breadcrumbing (recibir migajas) a las pobres señales de interés en una relación que desde el principio pudo haber sido diferente, con más presencia del otro. Pero que, con el paso del tiempo, se ha convertido en idas y vueltas con mensajes confusos, stickers o memes que indican que el otro está, pero alejado o no se decide.
Este estado, prolongado en el tiempo, lleva a la indecisión, a pensar en múltiples conjeturas, a la impotencia por miedo a que si plantea poner un límite, la relación se termine para siempre. Es sorprendente cómo la mente genera múltiples escenarios para justifica el retraso del otro: “debe estar ocupado”, “mi ansiedad lo abrumó”, “no quiero invadirlo”, “si me sigue escribiendo algún interés tiene”, “quizá sea el amor de mi vida y lo estoy apurando”, etc.
Para la persona que desea estar con ese otro lento y complicado, le es más efectivo justificar o racionalizar que enfrentar la realidad de una vez por todas. Sabe que recibe migajas, pero insiste con su esperanza inagotable, aspirando que algún momento cambie su suerte.
Breadcrumbing en las relaciones
Así como observamos el breadcrumbing en los comienzos de la conexión sexoafectiva virtual, también la vemos en los vínculos ya establecidos. Las diferentes ocupaciones y el estrés influyen en los tiempos personales y en la dedicación a la vida en pareja. Los reclamos han aumentado notoriamente, a veces ayudan a provocar cambios y otras veces quedan en la demanda permanente con consecuencias en el ánimo y en la estabilidad de la pareja.
Por lo general estos reclamos caen en saco roto y no se hace lo suficiente, o bien siempre se marcan las faltas y no los logros. Cuando la pareja entra en ese rulo de quejas y pedidos sin respuesta, la consecuencia es la crisis por demanda, es decir solo se ve lo negativo y nunca se registran las acciones efectivas.
Uno de los pedidos más frecuentes es mejorar la comunicación diaria y encontrar más momentos de intimidad. En ambos casos, hay que evitar las explicaciones para justificar la falta de tiempo para estar juntos, proponerse un día o momentos del día para comunicarse y/o encontrarse, son formas de encarar la situación y no evitarla.
Poner un límite
El factor tiempo es muy importante para decir sí o no a una relación virtual. Se sugiere que entre 7 a 15 días es un buen tiempo para establecer los primeros contactos y luego conocerse cara a cara. Por supuesto que son importantes los tiempos individuales, pero a la hora de las relaciones afectivas, el paso del tiempo manteniendo mensajes esperanzadores provocan angustia y la movilización de mecanismos defensivos (justificación, racionalización, negación, autorreproches, etc.).
Las personalidades temerosas son más propensas a entablar este tipo de comunicación que se prolonga en el tiempo, no se animan a enfrentar la realidad cuando sería lo más indicado. Afrontar, no replegarse, no huir, serían las conductas más recomendadas, siempre y cuando no existan factores de riesgo.
Recibir migajas es una afrenta a la estima personal, nadie debería quedarse en ese lugar dañino esperando un cambio en la conducta del otro; si actúa de esa manera, ya es evidencia suficiente para poner un límite.
Por el Dr Waler Ghedín, psiquiatra y sexólogo
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