Hambre emocional: cómo el estrés laboral y económico impacta en nuestra relación con la comida
En la sociedad actual, donde el estrés laboral y las presiones económicas son constantes, muchas personas experimentan una relación compleja con la comida. Este fenómeno, conocido como hambre emocional, se caracteriza por el consumo de alimentos no para satisfacer una necesidad física, sino como respuesta a emociones negativas, como ansiedad, frustración o tristeza.
¿Qué es el hambre emocional?
El hambre emocional es un mecanismo de afrontamiento. En lugar de lidiar directamente con las causas del estrés, las personas recurren a la comida como una forma de consuelo o distracción.
A diferencia del hambre física, que se desarrolla gradualmente y responde a la necesidad real de nutrientes, el hambre emocional surge de manera repentina y tiende a enfocarse en alimentos altos en azúcar, grasas o carbohidratos simples.
El impacto del estrés laboral y económico en cifras
Según un informe de la Organización Mundial de la Salud (OMS), el 60% de las personas que sufren estrés crónico tienen una mayor probabilidad de desarrollar hábitos alimenticios poco saludables, incluidos episodios de hambre emocional.
Un estudio de la Asociación Americana de Psicología (APA) revela que el 38% de los adultos comen en exceso o eligen alimentos poco saludables cuando están bajo estrés.
En América Latina, un informe de Ipsos (2023) mostró que el 44% de las personas sienten que el estrés económico ha afectado negativamente sus decisiones alimenticias.
Señales de alerta
1- Comer cuando estás estresado, incluso si no tienes hambre.
2- Sentir culpa o vergüenza después de comer.
3- Incapacidad de detenerte una vez que empiezas a comer alimentos específicos.
Consecuencias en la salud
El hambre emocional puede derivar en problemas como aumento de peso, trastornos alimenticios y un ciclo de estrés aún mayor debido a la culpa y la insatisfacción con uno mismo. Además, la falta de nutrientes esenciales puede empeorar el estado emocional y físico, perpetuando el problema.
Estrategias para manejarlo
Identificar las emociones: Reconocer qué sentimientos desencadenan el hambre emocional es el primer paso. Llevar un diario emocional puede ser útil.
Alternativas saludables: En lugar de recurrir a la comida, prueba actividades que reduzcan el estrés, como meditar, caminar o hablar con un amigo.
Establecer rutinas: Comer a horas regulares y planificar las comidas puede prevenir episodios de hambre emocional.
Buscar ayuda profesional: Un psicólogo o nutricionista especializado en salud emocional puede proporcionar herramientas para manejar el estrés y mejorar la relación con la comida.
En un mundo lleno de presiones externas, es importante reconocer que la comida no debería ser nuestra única fuente de consuelo.
Cuidar de nuestra salud mental y emocional es esencial para romper el ciclo del hambre emocional, mejorando tanto nuestra calidad de vida como nuestra relación con nosotros mismos.
Fuente: Agustina Murcho (M.N 7888), licenciada en nutrición especialista en trastornos alimentarios y magister en psicoinmunoneuroendocrinología - iG @nutricion.ag
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