Es el mix perfecto entre el barrio y las nuevas movidas. Almagro revive sin perder su encanto. A pocas cuadras del Abasto, en él conviven auténticos bolichones barriales con nuevas propuestas gastronómicas.
Hay para todos los gustos. En Le Blé podés iniciar el día con un desayuno "de campeones". Para ir en bicicleta y llevarte unas cremonas, hojaldres o medialunas, o bien relajar con un café con leche XL más tostadas belgas, canastitas dulces que incluyan medialunas, muffins o pain et chocolat. Podés optar por saborear alguna de las delicatessen al aire libre o puertas adentro. Si seguís de largo hasta el mediodía, da para tentarse con sus ensaladas, croque-monsieur o tablas de quesos y fiambres.
COMIDA COMO EN CASA. Siguiendo la recorrida, a propuestas históricas de la zona como Cúrcuma (Sarmiento 3685, uno de los puntos preferidos para los vegetarianos) se suman variantes cada día. Si caminás por la zona al mediodía, una vaca instalada en una esquina no pasará desapercibida. Es La Parrillita del Pasaje (en el Pasaje Inca) podés saborear riñoncitos, chinchulines tiernizados o un choripán para llevar ($ 50).
Encontrarás comida como en casa en Doña, donde las milanesas y el pollo a la provenzal conviven en el menú con woks. Te cruzás con un público de todas las edades, desde el jubilado del barrio hasta un público hipster y chicos recién salidos del colegio.
Hasta hace poco, si uno mencionaba propuesta gastronómica y Almagro en la misma frase, siempre incluía La Cresta de Samanta González. Pionera en imponer las roti modernas, alias cocina para llevar, opina que “está buenísimo que el barrio se renueve con nuevas propuestas; hay más de una razón para venir a Almagro”. Abierto desde hace seis años, el lugar “mantiene el mismo público (la gente del barrio que sigue pegada al pollo, las papas y las ensaladas y que ahora se abre a platos vegetarianos y veganos) y el turista, porque en la zona hay varias escuelas de tango y por eso se acercan tantos extranjeros”, señala. Para llevarte puesto un sándwich de pulled pork ($ 135), un Benny miller (con berenjenas fritas, humus, provolone, pesto y rúcula) o su pollo al pesto, un clásico ($ 50, $ 150 o $ 200 según la porción). Abren de lunes a domingos –los domingos sólo por la tarde– para los que no llegan a cocinar o los que quieren que les cocinen rico y casero.
ALGO NUEVO, ALGO VIEJO… De la mano de las nuevas edificaciones el barrio se puebla de propuestas interesantes como HB Gourmet, que abrió hace sólo tres semanas. Éste es su segundo local –el otro está en Caballito– y de la mano de su propietario Germán Lavabenz apunta a amantes de las burgers y de la cerveza artesanal. Bien espacioso, para ir en grupo a pasarla bien adentro o al aire libre. La hamburguesa con papas y gaseosa cuesta $ 110. Los centros culturales, amos y señores del barrio, ven con alegría la llegada de nuevos espacios gastronómicos. La zona se convierte en buen refugio para pasar el tiempo entre clases, obras de teatro y demás. Así lo disfrutan los habitués de Musetta (bar y galería de arte, en Billinghurst 894) y del espacio cultural La Huella, quienes a la salida de sus clases de teatro, cine, flamenco o artes marciales tienen lugares para ir por un café como El Banderín que data de 1929 y mantiene a su público en pie; o su vecino, Guarda La Vieja donde se puede picotear algo antes o después de asistir a alguna obra en los teatros vecinos: el Teatro Beckett (Guardia Vieja 3556) o El Camarín de las Musas (Mario Bravo 960). La Cantina Don Carlos bien sabe de tertulias y de visitas ilustres. En su puerta, leyendas como Tito Lectoure, Guy Williams, Lalo Schifrin o Martín Karadagian tienen su nombre inmortalizado como en el Paseo de las Estrellas hollywoodense, pero en Almagro.
ARTE Y GASTRONOMÍA. Quienes salen del Kowalski Club de Cultura saben que pueden hacer su parada gourmet en la cantina Pierino, un estandarte barrial y de esos lugares con “mozos como los de antes”.
Cada noche se forman colas para degustar rica cocina italiana, su pulpeta del patrón, ravioles de cordero o el infaltable tiramisú. Un clásico familiar. Justo frente a la Granja Converso (Lavalle 3501, Cap.), uno de esos almacenes de barrio tradicionales que aguantan el paso del tiempo. Un estreno del barrio es el restaurante La Canoa, con sabores muy relacionados con el vecino Abasto y donde el chef Andrés Pielago se encarga de ofrecer lo más rico de la cocina peruana amazónica. Para degustar un chupe de langostinos ($ 300) o un sudado de pescado ($ 370) acompañado de un pisco sour. Tenés que testear su chicharrón de cerdo ($ 280) y su caballito de batalla, el cebiche amazónico ($ 250). ¿De postre? Suspiro limeño ($ 120). Abre desde el mediodía y de corrido hasta la noche. A pocos metros está Lupo (Lavalle 3491, el “hermano menor de Pierina”) que te tienta con pizzas, pastas y cervezas. El punto de encuentro para el vermut de la tardecita y para seguir de largo desde el after office.
MOVIDA NOCTURNA. El barrio toma envión y tiene como estreno un Taco Box con cocina mexicana. Su amplia terraza se vuelve de lo más tentadora ahora que llega el calor. La movida crece a pasos agigantados, ya que hoy Almagro tiene su propio menú nocturno, con Zorra Bar, justo al lado del legendario espacio de arte Ladran Sancho (Guardia Vieja 3811, Cap.).
“Queríamos una propuesta así en el barrio –explica Cocó Alvarez, socio propietario– Almagro tiene un perfil cultural, le faltaba una propuesta de bar con coctelería, por eso apostamos por algo distinto, un espacio donde la gente pueda sentirse cómoda sin pagar precio de barrio palermitano. Como si fuera nuestro propio living para pasarla bien con amigos, tomar y también picar algo”. Con opciones para el día, la noche o el atardecer, vale estar atentos porque a la vuelta de la esquina Almagro puede sorprenderte con ese no sé qué…
textos PAULA IKEDA ([email protected])