Salir a la conquista amorosa ha dejado de ser un acto espontáneo, lleno de energía, con ganas, y por qué no, un poco de audacia. Aunque las personas (de cualquier edad) se nutran del desenfreno mediático o de las redes sociales donde todo es posible, saben que en la realidad hay avances y retrocesos, ganancias y pérdidas. No todo es como aparenta ser.
El cortejo de las “mariposas en la panza” se ha convertido en un encuentro mediado por la virtualidad, con mucho de despliegue histriónico, mentiras y algún atisbo de realidad que más que atraer, en muchos casos espanta. Las mujeres se quejan de la falta de compromiso de los hombres, los hombres se quejan de las demandas femeninas y, es más, agregan que no están dispuestos a ponerle un nombre a la relación como ellas pretenden.
Los vínculos tardan en consolidarse, y los que lo han logrado, están aprendiendo, a fuerza de chocarse contra la misma pared: darse cuenta de lo difícil que es sostener el amor sin acciones que lo renueven. Los jóvenes retroceden ante el avance de las chicas, no saben cómo ni qué hacer para sentirse más seguros. En el acercamiento amoroso carecen de habilidades.
La virtualidad, valga la paradoja, es el terreno de lo real, subvirtiendo el orden de los espacios de encuentro. Jóvenes y adultos creen que la conexión, app mediante, es un espacio en el cual pueden expresarse los anhelos, las angustias y las mentiras, mucho más que en el encuentro cara a cara. Y en cuanto se deciden a concretar el acercamiento dejan en claro cuáles son las necesidades, no sea cosa que el otro se confunda y quiera ponerle un nombre a una relación que no es tal.
En el caso de los más jóvenes hay un gran miedo a nombrar, a definir el vínculo con una palabra porque saben que decir: relación, noviazgo, pareja, “amigovios”, amantes, etc., es encasillarse en un modelo de vínculo. Por otro lado, existe una defensa a los espacios y proyectos propios. La individualidad gana. Los jóvenes no quieren postergar nada -como sienten que han hecho sus padres- y tampoco quieren ceder el tiempo que dedican a amigos u otras actividades sociales.
Salir al ruedo después de la separación
Desde hace décadas se están produciendo cambios en las configuraciones vinculares, sobre todo en adultos que han atravesado uniones de pareja y que por diferentes motivos tuvieron que separarse, con lo que significa luego salir al ruedo de una nueva conquista. Tanto mujeres como hombres encuentran en las redes sociales y en aplicaciones específicas de contacto, formas posibles para conocer gente.
Las clásicas presentaciones de amigos, o encontrar un candidat@ en el trabajo o en una reunión social han sido superados por el influjo de la realidad virtual y el auge de las app. Si antes de la era tecnológica, conocer gente despertaba inquietudes, expectativas, ilusiones, ahora la aparente facilidad para elegir un perfil y más aún llevar adelante la conquista, conlleva muchos deseos, pero también decepciones y desgaste emocional.
Los jóvenes no solo tienen más opciones para conocer gente (grupos de amigos, trabajo, universidad, deportes, etc.), cuentan con más tiempo, ganas, y por sobre todo, tienen más capacidad para superar rápidamente las frustraciones amorosas
A los mayores de 40 lo virtual les cuesta más
Las dificultades para salir al ruedo del cortejo se hace más evidente en personas que superan los 40, aquellas que siendo jóvenes tuvieron que desplegar capacidades intrínsecas y aprendidas para conquistar “cara a cara”, y ahora, al reaparecer en el medio, se encuentran con otros códigos que desafían hasta el más creído
Uno de los temas que aparecen es el “desgaste” que provoca exponerse a citas que no dan el resultado esperado, sobre todo si se aspira a una relación con más compromiso. Y las que más sufren son las mujeres. Ellas se quejan de que no hay hombres que se comprometan “como antes”, que solo seducen para tener sexo y luego desaparecen sin dejar rastro, o bien pretenden relaciones con condiciones basadas en el respeto a los espacios y tiempos propios, sin demandas.
Frente a este nuevo panorama vincular, encontrar ese equilibrio entre el espacio propio y lo compartido se hace cada vez más difícil, pero no imposible. El tema es no sucumbir en el intento. Frente a esta exposición, muchas veces frustrantes, se aumenta se selectividad de las opciones o bien se decide cerrar la aplicación y buscar formas clásicas para conocer gente.
El extremo es dejar de hacerlo, “dejar fluir” hasta que algo interesante aparezca. Mujeres y hombres se llaman a sosiego prefiriendo la contención que dan los amigos o la soledad de un hogar con multiplicidad de opciones para pasarla bien series, música, lectura, delivery.... Y esto tampoco es una mala opción.
Asesoró: Doctor Walter Ghedín, psiquiatra