Resulta casi imposible esperar el momento en que todos los contratiempos hayan desaparecido para hacer un viaje. Por eso, lo único que realmente se necesita para hacerlo, es la decisión. Más aún cuando el viaje es en familia.
En este caso no fue dificil adaptarse, ya que lo que nos esperaba era navegar por algunas de las sesenta y seis islas habitadas de Croacia.
Caía la tarde cuando amarramos en el antiguo puerto pesquero de la Isla de Hvar, protegido de los vientos del norte por las fortalezas y la colina de Burkovo. Isla que tiene a la flor de la lavanda como símbolo principal, y a la que muchos viajeros llegan en época de floración para ver sus campos teñidos del tipico lila azulado.
Utilizan la lavanda para fabricar cosméticos y perfumes, aceites o esencias, y elaboran ramos de espigas secas o saquitos perfumados que saturan el aire de la isla mientras se exhiben en los numerosos puestos callejeros dispuestos a venderles a los visitantes.
Esta isla fue elegida durante la vigencia del imperio romano por muchos de sus nobles para construir sus villas de descanso, por lo que se explica la exquisita arquitectura que invita a perderse entre sus calles. Hoy sigue siendo un destino exlusivo, pero esta vez para jovenes, en su mayoría europeos, dispuestos a pasar sus vacaciones entre fiestas y playas paradisíacas.
Pudimos conocer varios monumentos históricos repartidos por la isla. En la zona del puerto se encuentra uno de los puntos obligados, la fortaleza española conocida como Spanjola. En la Bahía de Kriza, no puede dejar de visitarse el monasterio franciscano que en su interior exhibe colecciones de monedas, libros antiguos y pinturas de artistas locales. Otro de los lugares que visitamos fue la Iglesia de Nuestra Señora del Mar, que fue utilizada como almacén durante la administración francesa a principios del siglo XIX.
En la Plaza principal, donde están prohibidos los vehículos, se encuentra la Catedral de San Esteban, abierta para el público durante el día y donde se pueden apreciar distintas obras de los más famosos artistas croatas. Al otro lado de la plaza se encuentra La Torre del Reloj, La Logia y el Palacio Hektorovic con ventanas de estilo veneciano.
Casi sobre la costa, esta el Arsenal, el primer teatro público de los Balcanes y donde se puede apreciar desde las colinas el trazado de calles estrechas de piedra blanca, pequeñas tiendas muy pintorescas y todo tipo de bares y espacios de comida.
Por la noche, mientras cenábamos en un restaurante de la isla sobre el mar, pudimos ver el homenaje de los pobladores hacia el croata Oliver Dragojević, una de sus estrellas musicales, que había fallecido durante esa semana. El restaurante en el que nos encontrábamos apagó sus luces y suspendió la actividad durante unos minutos en los que el cielo se tiñó de rojo por las bengalas que iluminaban ambas orillas.
Todo el pueblo se reunió en el paseo marítimo para mostrar su amor y respeto al músico, mientras avanzaba por las aguas del puerto un barco que transportaba su féretro. El respeto y el silencio se alineaban a su paso. Luego del homenaje, se encendieron las luces y se dio paso al clima festivo que caracteriza a la isla en las noches de verano.
Justamente la otra cara de Hvar son sus fiestas y el tránsito intenso de lanchas y grandes yates que pasan varios días amarrados en el corazón de la isla colapsando sus mares.
Son tantas las embarcaciones y las fiestas en la zona del puerto, que el descanso en la embarcación se hace casi imposible. Además del golpeteo constante entre los barcos amarrados, se suman los ruidos de las fiestas hasta el amanecer, las lanchas que transportan pasajeros y la alegría desbordada de sus participantes. Aún así, nada nos impidió amanecer temprano para aprovechar la mañana en una de las islas mas encantadoras de Croacia, ya que al mediodía desplegamos velas y continuamos sorprendiéndonos con la belleza cautivadora de las islas dálmatas en este inolvidable viaje familiar.