Estas vacaciones en familia por Croacia fueron una buena oportunidad para romper con la rutina y alejarme unos días del país. Viajamos abriendo nuevos horizontes bajo esos cielos del mundo, donde los lugares, las cosas y las personas son completamente diferentes.
Luego de recorrer los 20 km que separan el aeropuerto de la ciudad, nos alojamos sobre la ladera de la montaña frente a Banje Beach, la playa céntrica mas concurrida, muy cerca del Casco Antiguo y justo delante de una de las puertas de entrada y salida de la ciudad amurallada denominada Puerta de Ploče.
Desde la ventana de mi cuarto pude apreciar cómo el cielo se mezclaba con el color azul del mar de aguas limpias y suelo rocoso, lo que trajo a mi memoria un refrán local: "Si no pincha, no es Croacia".
Fue así que comenzamos sin prisas nuestro camino en tierra croata por la ciudad de Dubrovnik, una ciudad medieval relativamente pequeña que surgió como una isla al existir un canal que la separaba de tierra firme. Está repleta de callecitas escalonadas y protegida por murallas que sirvieron como defensa de su Casco Antiguo.
La mejor manera que encontramos para conocerla fue siguiendo el camino de ronda que entra por la plaza Poljana Pašca junto a la Puerta de Pile. Considerando que nuestra visita fue durante el verano, planificamos nuestros paseos durante la mañana para evitar el calor del sol. Dentro de ese recorrido por el Casco Antiguo, conocimos la Fuente de Onofrio, una cisterna en la que se acumulaba el agua procedente de un pequeño pueblo de Šumet ubicado en el interior de Dubrovnik.
También caminamos entre tiendas, restaurantes y cafeterías en la peatonal Stradun, conocida como Placa, la calle principal de la ciudad amurallada donde antiguamente había un canal pantanoso que luego fue pavimentado con piedra caliza. Es la zona principal de compras y la calle más ancha, donde los adoquines lucen brillantes pues los baldean todas las mañanas con agua y jabón.
Nos pareció encantador que para mantener la magia de la peatonal y sus aledañas callecitas angostas, los comerciantes solo identifican sus negocios colocando el nombre de sus locales en pintorescos faroles. Esto se origina a partir de una ley que prohibe la colocación de carteles dentro del recinto amurallado.
Entre las fortalezas de la ciudad, la de San Juan protegía antiguamente el puerto y tiene grabado por encima de su entrada la inscripción que refleja la férrea voluntad de los habitantes de Dubrovnik de preservar su libertad e independencia ante las potencias extranjeras: “NON BENE PRO TOTO LIBERTAS VENDITUR AURO”, lo que significa que la libertad no se vende por todo el oro del mundo.
Conocimos también el Convento de Santa Clara, el cual fue utilizado como orfelinato que acogía niños abandonados e ilegítimos y utilizado como almacén y cuadra para los caballos en épocas de Napoleón. Continuamos en la Plaza de la Logia, o conocida en la antigüedad también como Plaza del Mercado, donde se leían los decretos locales.
Enfrente se encuentra la Columna de Orlando, donde se puede observar la imagen de un caballero portando un escudo y una espada, símbolo de libertad para la ciudad, pues según la leyenda se le atribuye la salvación de Dubrovnik de los piratas sarracenos. El paseo por la ciudad, nos llevó también a la Torre del Reloj cuya campana anuncia las horas al ser golpeada por dos estatuas de bronce de color verde, conocidas como Maro y Baro, los hombrecitos verdes.
Apenas unos metros más y llegamos a Palača Sponza, cuyo patio ha sido siempre el centro de la vida social, cultural y económica de la ciudad y un punto de encuentro entre los comerciantes. En la actualidad, además de tener los archivos locales, se ha creado dentro de la misma un Memorial de los defensores de Dubrovnik como homenaje a los soldados y civiles que murieron defendiendo la ciudad en la última guerra de los Balcanes, 1991-1995.
La Catedral alberga los restos de San Blas, patrón de la ciudad y según la leyenda, fue Ricardo Corazón de León quien mandó construirla para agradecer a los habitantes de Dubrovnik que salvaron su vida durante un naufragio. Y seguimos caminando hasta Gundulicéva Poljana, la plaza del Mercado donde cada mañana los campesinos de la zona venden sus frutas y verduras frescas, flores y pan.
Luego, a partir del mediodía, se levanta todo y se colocan las mesas de los bares donde la comida que consumen los locales es muy simple y orgánica, con aceite de oliva y algunas especias. Vigila el lugar el monumento del poeta Gundulić, uno de sus mejores escritores.
Históricamente Dubrovnik fue un punto estratégico para el cruce de caravanas y rutas marítimas, por lo que también se constituyó en uno de los primeros países en darle importancia al sistema de cuarentena para protegerse de la amenaza de enfermedades traídas por los viajeros. Estos eran aislados en el Lazareto de forma preventiva durante un periodo de cuarenta días, por esta razón la Iglesia de San Sebastián está ubicada junto a la muralla y la puerta de Plôce, ya que este santo es considerado un protector contra las enfermedades. En la actualidad, los lazaretos se han restaurado y son utilizados como talleres artísticos.
Cuando ya has recorrido esas calles que han permanecido allí durante siglos albergando historias y leyendas apasionadas, puedes considerar que ha llegado el momento de soltar amarras y navegar algunas de las tantas islas de Croacia como hicimos nosotros: Šipan, una de las Islas de Elaifiti, Šaplunara, Mljet, Lastovo, Vela Luka, Korčula, Hvar, Orebic y Lokrumfoto.
También es una buena elección continuar bajo los cielos de esta ciudad, relajarte y sentarte en alguna de las terrazas, degustar un vino croata y disfrutar la calidez del mar simplemente dejando pasar la vida.
Más información en parati.com.ar