Llegamos por la mañana a Marruecos, ese país del norte de África que te envuelve con su olor a especias. Ese país donde el silencio es interrumpido cinco veces al día con los llamados a la oración desde lo alto de los minaretes. Un país, donde siempre hay una Mezquita cerca y alguien que reza.
Nuestro destino era Marrakech, distante unos 350 kilometros desde la capital donde arribamos. Allí comenzamos nuestra travesía, viendo en el horizonte la cadena de montañas del Atlas, que tiñe de azul ese extenso paisaje color tierra. Valdrá la pena el largo recorrido, ya que nos espera la visita a los Jardines Majorelle, aquel lugar que enamoró al diseñador francés Yves Saint Laurent.
Recorro con la mirada el camino y observo a los lejos una persona inclinada en el campo rezando el Corán, mujeres arriba de sus burros cuidando sus cabras y niños que caminan a su lado. Tengo que adivinarlos, pues apenas se distinguen de la geografía que los rodea.
A lo largo del trayecto, se percibe una brecha muy honda entre ricos y pobres, tan honda que parece que vivieran en siglos diferentes.
Luego de algunas horas, llegamos a Marrakech y nos dirigimos al barrio de Gúeliz donde finalmente arribaremos a los tan esperados jardines diseñados por Jacques Majorelle en 1924 y que fueron restaurados por Yves Saint Laurant en la decada del `80. Donde además de esparcirse sus cenizas se puede contemplar un monumento a quien fuera el precursor de la emancipación femenina, que le dio libertad a la mujer equilibrando su vestimenta a la de los hombres, al introducir entre ellas el uso del esmoquin (ropa que usaban los caballeros ingleses para fumar) el cual solo era reservado para ellos hasta ese momento.
"Para ser hermosa, lo que una mujer necesita es un suéter negro, una falda negra y caminar del brazo de un hombre que ame".
Yves Saint Laurent
Dentro de los jardines, agradeces la sombra de los árboles que te protegen del sol, mientras continúas recorriendo los senderos de bambú, originarios de China que llegan a medir 12 metros de altura; las palmeras originarias de India de las Islas Canarias y el Pacífico Sur y los canteros de cactus importados de regiones de Estados Unidos y Perú. En los jardines se podrán encontrar más de 300 especies vegetales, que diariamente son cuidadas por un equipo de 20 jardineros.
Te sientes dentro de uno de los lugares más apacibles de la ciudad, cuando escuchas el canto de los pájaros junto a las flores de loto asiáticas y las plantas acuáticas que flotan serenamente dentro de los estanques.
Estos jardines, donde predominan los tonos azules y amarillo-dorado, fueron un refugio de colores para YSL durante sus largas estadías en Africa, y son actualmente un cuadro vivo que no pude dejar de visitarse.