Balances "locos" de fin de año - Revista Para Ti
 

Balances "locos" de fin de año

¿Es bueno o no hacer un balance del año? ¿Con qué nos quedamos del 2020? Esta es la reflexión que hace el psicólogo social Luis Buero. 
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Los balances locos inevitables de diciembre nunca nos llevan a buen puerto, porque nuestros anhelos más preciados llevan mucho más tiempo que un solo año para que se concreten, y para peor, hay filósofos como Slavoj Zizek que insisten en que los seres humanos, no queremos realmente lo que decimos que deseamos.


Hace mucho pero mucho tiempo, un diciembre, escribí una obra de teatro titulada El Hombre Que Quiso Desnacer. La pieza trataba sobre un hombre que sentía que sus quimeras no se habían realizado y que, como no había cumplido con el mandato de ser Alguien en la vida, se sentía Nada.


Acto seguido, el personaje realiza un viaje astral al pasado, para intentar interrumpir la relación sexual de sus padres en la que fue concebido, y así lograr no haber nacido nunca. No les cuento como sigue.

¿Por qué rememoro esto? Porque resulta imposible ser agradecido a la providencia cuando uno es tan exigente consigo mismo, aplicándose a diario el mandato sanmartiniano: serás lo que debas ser o si no serás Nada.

Y así, algunos seres nos pasamos la existencia a diario tirándole del saco a Dios, y demandando al destino que todo lo que soñamos se nos cumpla con un puntaje diez más IVA. A tiempo para el balance de diciembre. Y eso es mucho menos probable en 2020, el peor año del planeta, donde la pandemia, las cuarentenas y las partidas al cielo de tanta gente nos partió la vida en dos.


Yo pertenezco a esa generación a la que nuestros padres nos exigían que fuéramos ingenieros, contadores, o médicos, porque en esos caminos nos esperaba el éxito. Pero nosotros deseábamos ser escritores, filósofos, actores, sociólogos, periodistas. Y tarde o temprano nos animamos a enfrentar la ley paterna, pero con un auto-mandato inesperado: debíamos triunfar y ser primeros para demostrarles que ellos estaban equivocados. Ni siquiera ser subcampeones era una opción.


Pero… Para justificar nuestra decisión de vida contraria creíamos que estábamos obligados a hacer un gol de media cancha cada domingo, ganar el Oscar, el Grammy, el Nobel y el Balón de Oro, para acallar esas voces internas que maliciosamente “superyoicas” nos esperaban a la vuelta de cada esquina con un: “te lo dije”.


En síntesis, los balances locos nos impiden reconocer que todo lo que nos sucede es lo mejor que nos podría pasar, dadas las circunstancias, y que cada hecho se concreta gracias a una serie indefinida de pequeños milagros cotidianos.


Andy Andrews escribe en su libro La Maleta: “las semillas de la depresión no pueden echar raíces dentro de un corazón agradecido”. Compro esta idea, y de paso les comento que, en fin, ya no estoy tan seguro de que hubiera sido mejor no haber nacido nunca y no estar deseándoles hoy un feliz o al menos mejor 2021 a todos.

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