¿Qué pasa con los barbijos descartables con los que nos protegemos del COVID 19?. Gastados, podrían seguir acumulándose, tirados en la calle o en las playas, amenazando la vida marina futura. Pero bien podría volverse útiles en una segunda vida.
Todo se transforma y se recicla gracias al ingenio de los creativo. Por suerte: un barbijo puede tardar hasta 450 años en desintegrarse y las organizaciones ambientales llaman la atención a un problema global.
En este caso, el diseñador surcoreano Haneul Kim los convirtió en una serie de banquetas bajas que, además de ser muy prácticos, tienen el propósito de mostrar la gravedad de la contaminación ambiental.
La colección se llama Apilar Apilar (se pueden montar uno encima de otro) y los asientos están disponibles en blanco, negro, azul, rosa y multicolor. El acabado natural los vuelve atractivos y funcionales a cualquier espacio.
Y con una estética tan similar al terrazo, tan de moda.
Los tonos derivan de las máscaras originales, porque cada asiento está fabricado sin pegamentos, resinas o materiales agregados.
Se necesitan alrededor de 250 máscaras para formar cada pata del asiento y otras 750 para la base.
El proceso
Después de recolectarlos y acumularlos, se trabajaron con calor. Así se logró este material novedoso que tiene la misma resistencia que un plástico duro.
Se quita el alambre de metal que aprieta la nariz y las orejas, dejando libre el filtro de polipropileno que está envuelto en una tela plástica no tejida que se derrite con aire caliente a más de 300 grados Celsius.
Cuando el material licuado se enfría y se endurece de nuevo, surge esta especie de plástico resistente y duradero.
Así, el creativo espera poder ampliar la propuesta con nuevos objetos de mobiliario que puedan dar solución a la problemática ambiental.