Ya pasaron más de cuarenta años desde mi primera visita, pero Nueva York es una ciudad que está en constante transformación. Se reinventa, ¡nunca duerme! Es atractiva y diversa. Fuí de vacaciones, con mi equipo –Lucía y Magui– y mi novio, Fernando.
Cuando viajo, descanso pero también aprovecho para ver qué pasa en el mundo y corroborar tendencias. Las vidrieras de Bergdorf Goodman, por ejemplo, te dan el mejor pantallazo porque nosotros ya estamos terminando de diseñar el verano que viene. Como llegué en plena temporada del Fashion Week, también aproveché para asistir al desfile de mi amiga Agatha Ruiz de la Prada.
Desde que planeamos el viaje, pensé en la posibilidad de estar cerca de todo lo que me gusta y por eso elegí el hotel Dream Downton (355 W 16th St.) en el corazón del Meatpacking District.
Es la zona del Chelsea Market, que me gusta recorrer para comprar utensilios gourmet u objetos orientales en Imports from Marrakesh. Como Fernando es sociólogo y enamorado del arte, con él disfruto más del arte callejero ya que el barrio está plagado de espacios culturales, galerías e hitos arquitectónicos del nuevo milenio como el parque High Line. La pasada por el Whitney Museum (99 Gansevoort St.) es primordial ya que me gusta mucho el arte moderno.
También fui por los clásicos de la ciudad –el Rockefeller Center con su pista de patinaje o el Central Park, que recorro con la premisa de comprarme un pancho en los food trucks de la entrada–.
También hice algo de shopping –compré anotadores y tarjetas en Paper Source, zapatos en Century 21 cerca del World Trade Center y sweaters de Marc Jacobs–. Tranqui todo, porque me da fiaca probarme ropa.
En Nueva York siempre vas a encontrar algo nuevo, algún edificio reciclado, así que la caminamos mucho para no perdernos nada. En esta ocasión hice una pequeña e intensa bitácora de sabores.
Para desayunar soy muy clásico, así que no salgo de mis tostadas en cualquier Le Pain Quotidien. Infaltable la pasada por Dean & Deluca y la sopa de verduras de La Bonne Soupe.
Volví a visitar lugares clásicos como Giovanni Rana Pastificio & Cucina (Rana), ubicado estratégicamente a unos pasos del hotel. Cómo será su encanto que ya desde el avión me imaginaba disfrutando de sus albóndigas con salsa de tomate… ¡Sabores reales que despiertan la memoria emotiva!
Otra de mis paradas obligatorias es Buddakan, una propuesta que impacta por su decoración, música y gente. No sólo te perdés en sus inmensas salas por sus aromas y sabores, también tienen muy buena coctelería y lo mejor de la comida fusión, además de una presentación de locos.
Cerca está Catch, un restaurante moderno especializado en frutos de mar con un público de espíritu joven y su bar es ideal para hacer la previa o enamorarte y brindar por otra vuelta a NYC en su bar. ¡Hasta la próxima!
Textos: PAULA IKEDA ([email protected]) Fotos: GENTILEZA BENITO FERNÁNDEZ