Es abril y mientras intenta recordar dónde quedaron las llaves del auto, el protector bucal de su hijo menor y el libro de inglés de la mayor, Karina dice: “No doy más”. Y si bien el fenómeno “burnout” surge de un contexto laboral –tiene que ver con un estado de cansancio y estrés crónico que desemboca en agotamiento, despersonalización y baja autoestima–, también se manifiesta en padres sobreexigidos y desesperados por cumplir con todos los requisitos del modelo neoliberal que impone chicos híper ocupados y preferentemente exitosos.
QUEMADOS. Romina Szoko, psicoanalista especializada en niños, parejas y familia, vincula el síndrome burnout parental al rol del cuidador, un trabajo full time. “Se puede desencadenar por demandas excesivas de parte de los hijos que se suman al estrés laboral, más la presión social. El desgaste llega al punto en que se consume hasta la emoción. La persona se empieza a postergar y a desconfiar de sus propias capacidades”.
Está claro que en el mundo de hoy todos llevamos el cansancio con la naturalidad con que usamos cartera, entonces ¿cuál es el punto en que hay que preocuparse u ocuparse? “Si el padecimiento se sostiene en el tiempo, es bueno consultar a un profesional”, dice Szoko.
La especialista encuadra la problemática dentro de las posibles crisis vitales, que no son graves de afrontar ni resolver, pero vale la pena prestarles atención para evitar que devengan en problemas más complejos como: fatiga crónica, distanciamiento mental, ansiedad y depresión o enfermedades psicosomáticas.
En términos de género, las mujeres son las que más lo padecen. Por su parte, Mariana Salvi, psicóloga, coordinadora y gestora de programas de crianza y talleres de orientación para padres y docentes, asocia este síndrome con la “profesionalización de la paternidad”.
Lo relaciona con un concepto ya muy estudiado: la hiperpaternidad:“Claro que el rol paternal implica un trabajo de responsabilidad, pero esto no se debe convertir en una profesionalización del rol donde surjan conceptos –que ya se han estudiado en Estados Unidos– como los padres helicópteros (haciendo alusión al vuelo bajo y listos para intervenir ante cualquier eventualidad), “mamás agenda”, “mamás taxi”, etcétera.
En este plan de padres expertos y perfeccionistas el desgaste es mayor”. Romina Szoko precisa: “Hoy estamos en una época donde los cambios son acelerados y difíciles de asimilar. Los ideales son más personales y subjetivos”. A esto se suma que en pos de cumplir con todos los requisitos de la época los padres entran en una escalada de planificación, agendas, grupos de WhatsApp imposibles de cumplir… Lo que intentan prevenir es el riesgo a la exclusión social y pretenden anticiparse a un futuro incierto.
“Para peor –apunta Mariana Salvi–, cuando el chico no funciona como se espera, en términos de lo que se considera exitoso, es vivido por los padres como un fracaso personal. Se lo ve como un déficit que hiere el narcisismo del adulto”. Quizás en este punto la reflexión de Salvi nos ayude a bajar la ansiedad: “Nos tenemos que preocupar porque nuestros hijos tengan un lugar en la cultura, en la sociedad. Pero no podemos decir a priori cual será ese lugar”.
HÍPER, HÍPER, HÍPER… AGOTADOS. Parece que la “carrera parental” comienza desde el embarazo mismo, donde se define el modelo de crianza: con apego, conductista... Luego llegará la gran decisión sobre qué tipo de escuela elegiremos para ellos: doble turno, bilingüe, Waldorf… Toda la planificación orientada a que el chico “no falle” más adelante. Semejante desafío encuentra a los padres atosigados de demandas. No por casualidad por estos días abundan los cursos para aprender a cuidar a los hijos. Así como cantidad de sitios y blogs donde se explica qué es “lo mejor” a la hora de criarlos.
“Pero, ojo –señala Mariana Salvi–, que lo mejor es enemigo de lo bueno y aquí es atinado preguntarnos: ¿cuándo dejamos de confiar en nuestra propia intuición como padres?”.
Por otra parte, es una realidad que lo profesional acarrea competencia y comparaciones. Esto llevado al seno familiar puede ser complicado y se puede ver incluso en temas sencillos como un cumpleaños: ya no es la experiencia que recuerda un buen momento, es una pauta que se cumple a rajatabla donde la ambientación, la torta y las actividades están híper profesionalizadas. ¡Agotador! No te sorprenda que al soplar las velitas el deseo sea llegar en pie al próximo cumpleaños. Y no olvidemos lo que hay que tener. Los niños tienen objetos personales que son costosos y cada vez a más corta edad (tevé, tablet, celulares).
Por si todo esto fuera poco, es cierto que los chicos demandan. Y a veces los padres enloquecen por satisfacer esos deseos, sacrificando tiempo y esfuerzo. No obstante, explica Szoko: “El chico pide que un padre responda. Si la respuesta es siempre ‘sí’ o la postergación de uno mismo, seguimos alimentando el fuego que nos quema”.
Esta idea, falsa, de que los padres pueden tener todo bajo control, desde el presente al futuro de su hijo, puede ser asfixiante. Los dispositivos móviles, la hiperconectividad, las pantallas de vida perfecta que se muestran en las redes, el exceso de información y recetas de éxito, alientan a creer que digitar la vida de los hijos es una opción viable. Pero además de que es imposible, puede ser muy poco saludable.
Como bien lo explica Mariana Salvi: “A veces la mejor forma de estar ahí con nuestros hijos es no estar o, como solemos decir los padres de adolescentes, estar como no estando, cerca pero no cercando”.
Algunas medidas para evitar el burnout parental:
xBuscar redes de apoyo. Alguien que te desligue un momento en la responsabilidad de los hijos para tener períodos de descanso. Puede ser un familiar, un vecino, una persona de confianza.
xDescreer de un único modelo de padres.
La mejor manera de educar es algo individual, a la medida de cada familia y de los propios ideales.
xDefender los derechos para todos.
Así como respetamos los derechos de los chicos, ejercer el derecho de los padres a decir NO, a darse un espacio, a tomarse un descanso. xPerderle el miedo al vacío. Por el contrario, es un espacio necesario, ya sea para aburrirse y crear como para resolver conflictos solos
xNo pretender tener todo bajo control
Permitirse ser imperfectos y permitirles lo mismo a los hijos. Un tip más casero: lo “mejor” tiene la medida de lo propio y el sabor de lo único. Para rendidor está el detergente concentrado. Nosotros somos madres/padres que hacemos lo mejor que podemos. Si notás que el agobio te está afectando, es conveniente consultar a un profesional, alguien que te apoye, te escuche y te ayude a reorganizarte.
Texto: Mariana Weschler