Cuando no tenemos los resultados que deseamos, nuestra mente se encarga de brindarnos los argumentos que lo justifican: me falta fuerza de voluntad; no me apoyan; es difícil, etc. Una serie inagotable de excusas tranquilizadoras que nos mantienen donde estamos eximiéndonos de responsabilidad. Son las mentiras más dañinas que nos podemos decir.
Por supuesto que si no tenemos los resultados que queremos, necesitamos chequear lo que hacemos. Pero antes de trabajar con los objetivos, estrategias y acciones, necesitamos trabajar en y con nuestro mundo interior. Todo comienza allí. Allí se libran las batallas más grandes y allí se obtienen los triunfos más sublimes. Son los recursos internos los que nos dan los resultados externos: paz interior, paz exterior. Necesitamos ocuparnos y no preocuparnos; la preocupación es un ladrón que nos roba el presente y anula el futuro.
Cuando sentimos que no avanzamos o que estamos retrocediendo, volvamos a situarnos en el futuro. Conectarnos con nuestra imagen de éxito, esa fotografía que habíamos visto en algún momento y que nos impulsó a dar los primeros pasos. Si visualizo, materializo.
La motivación se recupera cuando volvemos a conectarnos con nuestra imagen de destino. Para ello no necesitamos de la vista, utilizamos la visión. La vista es una función natural, la visión es sobrenatural. Visión es haber visto el final antes de comenzar. La visión es nuestra definición de éxito; es nuestra principal fuerza motivadora y la fuente de nuestra perseverancia: visión genera más visión. Nuestro potencial se activa cuando le decimos SÍ a nuestra visión. Se alinean nuestras emociones, expresamos energía, entusiasmo, cambia nuestra manera de pararnos, frente a nosotros, frente a los otros y frente al mundo.
Necesitamos recordar que el éxito nunca es un suceso, es un proceso, sucede en etapas. Es la visión la que nos hace seguir adelante, paso a paso, etapa por etapa, cualquiera sea la circunstancia que nos toque transitar. Cuando visualicemos, hagámoslo con vivacidad e intensidad, involucrando todos nuestros sentidos. Nuestro éxito futuro necesita de nuestra pasión presente.
Chequeemos nuestro diálogo interior. Nuestros pensamientos condicionan nuestras acciones. Somos lo que decimos y decimos lo que somos. Nuestras conversaciones revelan si somos ganadores. Las palabras de afirmación fortalecen nuestro espíritu, y a un espíritu fortalecido no hay nada que lo pueda detener. Hablemos desafío y no problema; hablemos protagonismo y no víctima. Reemplacemos expresiones como “no puedo”, “es imposible”, “nadie lo hizo” por “puedo”, “es difícil pero no imposible”, “lo haré”. Practiquemos la autoconciencia emocional positiva: yo sé + yo tengo + yo puedo.
No bajemos los brazos. No importa lo difícil que parezca la actual situación, si somos capaces de seguir adelante, lograremos nuestro proyecto. Sigamos adelante. Alguna gente y algunas circunstancias pueden detenernos temporalmente, pero sólo nosotros mismos podemos detenernos definitivamente. Perseveremos. La vida no es una carrera de 100 metros, es un maratón. La diferencia entre los que llegan y los que no llegan, es que los que llegaron… siguieron corriendo cuando los demás abandonaron. De hecho, abandonar es lo más fácil que hay: cualquiera puede hacerlo; pero perseverar es una característica fundamental de los conquistadores.
Cuanto más grandes sean nuestros sueños, más grandes serán los obstáculos a enfrentar. A sueños grandes, presión grande, pero también recompensas grandes. Por ello necesitamos aprender a fluir en la adversidad. Nuestro verdadero yo se manifiesta cuando enfrentamos una situación delicada, difícil. Tenemos el poder de elevarnos por encima de esas circunstancias; no se trata de “resistir”, porque todo lo que resiste, persiste. Se trata de seguir adelante, capitalizando las equivocaciones y fortaleciendo las fortalezas.
No nos enfoquemos en lo que no depende de nosotros, concentrémonos en lo que sí depende de nosotros. Es un paso a la vez. Resulta difícil porque se ve oscuro, porque despierta temores. No dediquemos energía y tiempo en pensar todos los pasos que tendremos que dar. Sólo demos el siguiente paso. Cuando manejamos de noche, quizás no podamos ver más allá del alcance de las luces de nuestro automóvil, pero podemos hacer el viaje completo de esa manera.
Cumplir nuestras metas demanda desarrollar carácter, compromiso y disciplina. Carácter, es lo que somos; Compromiso, lo que nos proponemos; Disciplina, lo que hacemos.
Fuente: Samuel Stamateas - Coach Ejecutivo y Coach Ontológico Profesional
IG: @samuelstamateas.