La crisis de autoridad se da cuando alguno de los padres o, en casos extremos, ninguno de ellos ha establecido frente al hijo un lugar claro de autoridad, es decir, que su palabra es orientadora de lo que se puede o no hacer. Se trata de niños que están por fuera de las normas y que presentan rebeldía constante ante las mismas, generando desatención frente a la palabra del adulto, incumplimiento de la norma o manifestando claramente su desacuerdo con caprichos, berrinches o llantos.
Las consecuencias pueden ser, entre otras, el no registro de la autoridad, la mala relación con los límites, la intolerancia a la frustración, la difícil convivencia en diferentes ámbitos (familia, escuela, grupo de pares) y la dificultad en las relaciones afectivas. Ante este dilema, la pregunta de los papás es obvia: ¿cómo hacer para tomar una decisión justa?
El significado de las palabras maternar y paternar
Para desarrollarse de una manera saludable y placentera, el niño necesita un entorno de seguridad, estabilidad y contención afectiva, algo que se crea a través de las funciones maternas y paternas. La principal función materna en la crianza del niño es la de maternar. Esto es: contener, alimentar, acunar, sostener al pequeño.
Constituye entonces, la base afectiva esencial desde la cual se construye el ser humano. Es muy importante, porque se trata no sólo de cubrir las necesidades básicas
-alimentación, higiene y cuidado- sino de brindar su propio cuerpo para ofrecer la base desde donde el niño irá por más y crecerá. Para que todo esto suceda, es necesario que la mujer despliegue su deseo hacia ese niño, deseo que motorizará el vínculo y el desarrollo.
Por su parte, paternar es la forma que asume el afecto paterno. Es necesario en el acompañamiento que requiere el niño y la niña en su desarrollo: primero, para separarse de la relación simbiótica con la madre, para iniciar un proceso de independencia y de construcción de la identidad y, luego, para la formación de valores, normas y prácticas sociales indispensables.
Ya existe un nuevo modelo paterno
Hoy estamos asistiendo a la construcción de un nuevo modelo paterno. Es decir, padres que participan de una manera activa en la crianza: acompañar a su pareja en las consultas obstétricas, presenciar el parto, ocuparse de cambiar pañales y de asistir a reuniones escolares. Esto genera cambios en su función y en su relación con sus hijos. Por un lado, el beneficio de un vínculo más amoroso y cercano con ellos. Pero por el otro, una autoridad más flexible que llega muchas veces a un debilitamiento de la misma.
En estos casos, las consecuencias para los niños suelen ser de un clima de inseguridad que puede despertar caprichos, malhumor, entre otras emociones de tinte negativo, y en la familia un desorden en las rutinas que dificulta el día a día. Frente a ello, es indispensable reflexionar acerca de qué tipo de crianza nos proponemos brindar a nuestros hijos, qué medidas debemos tomar para lograrlo y buscar ayuda profesional cuando registramos que no podemos resolver esto.
Rebeldía y caprichos a la orden del día
Cuando un niño tiene actitudes de rebeldía frente a la autoridad, los padres deben preguntarse qué estrategia para la implementación de límites están llevando adelante y cómo es el vínculo con sus hijos.
De esta manera, revisar las bases de uno y otro para modificar aquellas que no colaboran en la construcción saludable de la idea de autoridad, en el respeto por las normas establecidas y la tolerancia al “no”, entre otras cosas.Los caprichos son una manifestación normal de una etapa del desarrollo de los niños, que va desde los 2 a los 3 años, aproximadamente.
Está relacionada con la construcción de la identidad, de la mano de “Quiero hacer las cosas que a mí me gustan, cuando quiero y de la manera que yo considero”. El Yo tiene todo un lugar en este proceso y, por ello, los niños suelen repetir en esta etapa las palabras claves: “Yo”, “No” y “Mío”.
Para que se trate efectivamente sólo de una etapa y no de una característica de nuestros hijos, debemos revisar el lugar de autoridad que estamos ejerciendo como padres, establecer límites claros y firmes que deben cumplirse, no retroceder ante el llanto o el grito de nuestro pequeño, ya que sólo estaríamos retroalimentando el capricho mismo.
A veces hay que pedir ayuda externa
Cómo evaluar todo esto resulta difícil cuando somos parte de esa dinámica: es allí cuando un profesional de nuestra confianza puede ayudarnos para realizar una ajustada evaluación acerca de lo que está sucediendo, la responsabilidad de cada uno de ellos, las intervenciones que apunten a lograr cambios y las estrategias a acordar con cada uno de los miembros de la familia.
Cuando el padre o la madre toma una decisión respecto al hijo, ¿es conveniente que la pareja consulte esto antes de efectuarla? Sí, cuando se trata de una decisión importante. De lo contrario, deberían ponerse de acuerdo en los lineamientos generales de la educación y que cada padre se maneje con libertad de acción.
Si con esto sucediera que uno de ellos no está de acuerdo con algo que está implementando o diciendo el otro, salvo que sea de extrema necesidad o peligro, es aconsejable no intervenir en el momento delante del niño, sino conversar con la pareja a solas luego de que la situación haya concluido.